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Érase una vez que vivían un leñador y su esposa ya entrados de edad. Eran pobres y no tuvieron hijos. Él cortaba viejos troncos en el bosque y los llevaba a la ciudad, de esta manera se ganaba la vida. A medida que envejecían, se volvieron más y más tristes de no tener hijos.

—Cuando estemos tan viejos, ¿Quién cuidará de nosotros? —La esposa le decía de vez en cuando.

—No te preocupes, vieja. Los dioses no nos abandonarán. Vendrán en nuestra ayuda en su momento—, respondió el anciano.

Los días pasaban para la pareja y transcurrían con los pensamientos del hijo que no tuvieron pero que les gustaría tener.

Sin embargo, los dioses y deidades no son ajenos a los pedidos de lo sucedido en el mundo humano y así como suceden las cosas, así es como el destino las traza y une, unas con otras.

Un día, en pleno invierno, el leñador se fue al bosque a cortar leña y su esposa vino a ayudarle. El frío era intenso y ellos estaban casi congelados.

—Ya que no tenemos ningún niño—, dijo el leñador a su esposa. —Hagamos un muñeco de nieve para divertirnos—

Armados de un ánimo fuera de lo común para la helada en la que se encontraban, ellos empezaron a rodar las bolas de nieve juntos, y en poco tiempo, hicieron un muñeco de nieve tan hermoso, que ninguna pluma puede describirlo. Tenía la apariencia de un muchacho joven y apuesto, con sólo apreciarlo de lejos, se podía sentir casi tan real como si estuviese vivo. La pareja miraba el muñeco de nieve y se ponían aún más tristes.

—¡Si tan sólo los dioses nos enviaran un niño para compartir nuestra vejez! —Dijo la esposa.

Pensaban en ello con un deseo tan ferviente que de repente, sucedió un milagro.

Miraron a su muñeco de nieve y se asombraron de lo que vieron.


Los ojos del muñeco de nieve brillaban, una diadema tachonada de piedras preciosas brillaba con un misterioso halo azul en su cabeza, una capa de brocado le cubría los hombros, botas blancas bordadas aparecieron en sus pies.



La pareja de ancianos miraba y no creía en sus ojos. ¡Esto tenía que ser algún tipo de alucinación causada por el inmenso frío! Pero entonces la niebla de la respiración se abrió paso, separando los labios rojos del muñeco de nieve; tembló un poco, miró a su alrededor y dio un paso adelante, cayéndose poco a poco la nieve que lo cubría como una fina capa blanca.



La pareja de ancianos se quedó estupefacta, pensaron que estaban soñando. El muñeco de nieve, ahora convertido en un apuesto muchacho de piel nívea, ojos celestes como el cielo, cabello plateado y largo con facciones tan hermosas como la luna, se acercó a ellos y dijo:

—¡Buenos días, gente amable! Por favor, no se asusten. Seré un buen hijo para ustedes, la alegría de su vejez. Me honran ustedes como padre y madre.

—Mi hijo querido, que sea como usted desea, —respondió el viejo—. Venga a casa con nosotros, nuestro ansiado niño— Le tomaron las manos blancas y lo sacaron del bosque.


Mientras caminaban, los pinos se balanceaban diciendo adiós al otrora muñeco de nieve, con su murmullo le deseaban un buen viaje y una vida feliz.

A  Snow Tale [Victuuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora