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Después de semana y media fuera de casa, un miércoles por la noche finalmente llegó de una de sus muchas presentaciones.

  Dita nunca quiso que nos vieran convivir en su propio espacio laboral, por ende, nunca me llevaba a sus viajes de trabajo porque esto implicaba exponerme al medio; siempre le gustó mantenerme en un perfil bajo y lo más discreto posible bajo su resguardo.


— ¡Volviste! —Grité al momento en que cruzó la puerta de entrada.

Me arrojé a sus brazos y ella me abrazó por la cintura.

—¿Cómo estás, amor?

—Te extrañé demasiado— Sumergí mi rostro entre su cuello y claviculas buscando impregnarme de su olor.

—Estoy encantada de verte, yo también te extrañé, mi niña—Acarició mi cabello y desde mi cabeza deslizó su mano hasta mi mentón para alzarlo, haciando así que la mirara — Ya podemos empezar a recuperar el tiempo perdido.


Con su pulgar acarició mis labios suavemente.


Por unos segundos miré aquellos ojos azules que de pronto parecieron hacerse más oscuros y profundos ya que sus pupilas se dilataron cuando lamí su pulgar.

Sonrió.

Aquella era una clara sonrisa de deseo contenido, apetencia que dejó ver cuando me sujetó con más firmeza y finalmente rompió la tensión besandome. 


—Compré algo para ti.

Fue directo hacia su maleta roja, la tumbó en el suelo y allí mismo la abrió. Buscó dentro de ella hasta que encontró lo mencionado.

Entregó en mis manos una caja mediana de color rosa, decorada con costuras blancas en los bordes y con un liston rojo que abrazaba el empaque. Me indicó que abriese la caja.


Un lencero rojo se asomó del empaque en el momento en que levanté la tapa. La miré con emoción.

—¿Puedo usarlo ahora?

Asintió y en ese momento salí corriendo directo a mi habitación. No tardé nada en deshacerme de mis prendas . El lencero estaba hecho perfectamente a mi medida.

Podría asegurar que el tono del color rojo y  los detalles de seda blancos estaban específicamente pensado por Dita  para su satisfacción y deleite.  Al fondo de la caja se encontraba un collar de cuero blanco .

«¿Quieres que lo use

Caminé hasta su habitación donde supuse que ya se encontraría y ahí estaba, sacando sus pertenencias de la maleta y acomodándolas en su closet. 

Al percatarse de que estaba ahí, levantó la mirada y se quedó estática mirándome, solté una risa juguetona y esto la llevó a reír también. Me deslicé entre la habitación, jugando con la distacia entre ella y yo, había empezado ya la cacería.

Sin quitarme la mirada de encima caminó hasta la cama y se sentó; levantó la mano y con un gesto  de dos dedos, me indicó ir con ella a la cama. Mommy sonrió cuando a hocajadas me senté sobre su regazo.  Poco en poco de deshizo de su vestido, dejando ver la lencería que traía debajo. Me posicionó sobre sus piernas firmemente, se acercó decidida a mí y me besó de la manera más dulce y delicada.

Poniendo su mano en mi pecho me empujó, haciéndome recostar para que así ella pudiera posicionarse sobre mí. Siguió besándome desde mis labios hasta mi cuello, pasando a hacer pequeñas mordidas en los lóbulos de mi oreja. Fue bajando su mano hasta mi feminidad lo cual me hizo dar un respingo, mientras tanto su otra mano estaba concentrada en quitarme el lencero.

Nos besabamos con desesperación como dos amantes que no se habían visto en años, era tanto el frenesí que sentía que mi ser explotaría en cualquier momento. La había extrañado tanto, y es que sólo Mommy podía provocar eso en mí, solo ella podía hacer que yo me doblara de placer. 

Y eso era lo que Dita quería, que yo solo fuera suya.

Cuando logró deshacerse del lencero se detuvo un momento, permaneció mirandome por un momento.

Mommy... hazme tuya, por favor.

Metió su mano en mis bragas, para ese momento mi sexo estaba ardiendo. Solté un gemido ahogado, error. Le prendía que yo gimiera, más cuando ella era quien lo provocaba, pero ciertamente le molestaba que intentara esconder el placer que ella provocaba en mí. Quería esucharme.

Introdujo dos dedos dentro dentro de mi feminidad lo cual me hizo levantar mis caderas hacia ella tal cual imán; deslicé mi mano desde su espalda hasta sujetar su brazo. Me sentía ardiendo y todo gracias a ella. 

La sensación era verdaderamente placentera, pero no sabía si era por el tacto propio de ella, o por el simple hecho de  había incentivado mi feminidad.

Mientras hacía referencia a que era suya, movía sus dedos dentro de mí rápida y placenteramente . Mis piernas empezaron a tensarse al igual que mi abdomen, mi respiración se volvió más pesada y profunda...

—Mistress, voy a venirme...

Fue lo último que alcancé a musitar antes de desvaneserme ante ella. Me abrazó y beso en la boca, pareció no importarle que le llamara "Mistress" sin obtener las consecuencias, quizá solo ésta vez me lo permitiría sin tener repercuciones.

I'm Yours © (Lesbian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora