CAPITULO 4

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- Te lo agradezco, ¿a qué horas nos iremos a casa? – pregunte. No habíamos estado mucho tiempo pero quería saber cuánto tiempo estaría sentada en una silla.

- ¿a qué horas te quieres ir? – se sentó a mi lado.

- A la hora que desees, por mí no hay problema – respondí.

Me levante del frio pavimento. Le extendí la mano para que se parara. Caminábamos hasta legar a la casa de Brad de nuevo, se me había pasado un poco el dolor de cabeza, esperaría que las pastillas me hicieran efecto y así poder estar tranquila. Agarre su brazo y me recosté en su hombro. Me sentía afortunada de tenerlo a mi lado, nunca me cansaría de decirlo, era un ángel que había llegado a mi vida para ponerle color cada día de mi vida, a veces me quería imaginar una vida sin él, donde el por alguna razón no perteneciera a ella. Las cosas pasaban por alguna razón, todo tiene un significado y una explicación que aunque nosotros no la sepamos la hay. Ni quería llegar a pensar que eso podría ser realidad.

- ¿en qué piensas? – me miro a los ojos.

- En una vida en la que no estas a mi lado – me detuve un momento. Ya entendía porque las personas creían que nosotros éramos una pareja, a veces podíamos ser muy cursis pero no como una pareja ¿o sí?, era como un hermano para mí, ese hermano mayor que nunca tuve, ni tendré o por lo menos de sangre, porque ya tenía un, tal vez no llevaba a misma sangre mía por las venas pero aseguraría que tengo un vínculo único con este chico. La familia no es aquella que lleva la misma sangre recorriendo por las venas, es aquella que está ahí para los momentos felices y también más difíciles, él lo había estado.

- ¿Qué? ¿Por qué? Deja de decir tonterías, siempre estaré contigo, te lo prometo – me agarro el rostro entre sus manos, estaban frías tal vez de sostener un vaso con vodka, tequila o era la baja temperatura. Sentí que me ardían los ojos de contener las lágrimas, no sabía porque iba a llorar, no era el momento – no vayas a llorar, me harás llorar, maldita se Ashley – se me acerco un poco más para darme un beso en la frente.

- Eres el mejor – me separe de él le di un golpe en el brazo.

- Lo soy – repitió.

___

Era la una de la madrugada, las mismas personas seguían bailando, tomando y haciendo otro par de cosas, el dolor de cabeza se me había esfumado hace mucho tiempo. Estaba en la biblioteca de la casa, le había pedido el favor a Brad de que me dejara estar en alguna parte de su casa donde nadie pudiera entrar y que el ruido fuera mínimo, no tenía pensado en que me trajera a un lugar tan magnifico, tenia de todo tipo de libros, novelas, poesía, geografía, constitución, arte, y todos eran originales, lo único que le envidiaba a este chico era esta gran colección de libros.

La puerta se abrió. Gire en la silla rodante para verificar quien era, no quería que fuera otro chico con ganas de acosarme. Brad tenía dos vasos en sus manos, se sentó en una de las sillas que estaba al frente de la mesa en la que estaba apoyada leyendo.

- Te traje esto – puso un vaso encima de la mesa. Mire el vaso, luego a el – es sangría, no tiene mucho alcohol, es mínimo, sé que no tomas licor.

¿El cómo sabia eso? Ah verdad se me había olvidado por un momento que sabía todo de mí, a veces quisiera saber si también en esos tiempos sabia cuando me llegaba la regla, no me sorprendería que supiera también. Tampoco tomaría lo que él me estaba brindando, no confiaba en él.

- Gracias, me gusta este lugar ¿de quién son estos libros? – pregunte mirando el liquito que estaba dentro del vaso.

- Algunos son míos, siempre me compraban libros intentando de que los leyera, te confieso algo no he leído ni la quinta parte de los libros que están acá. Aunque hay algunos muy interesantes – miro las repisas llenas de libros – puedes venir cuando quieras, nadie mantiene acá – agrego.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADWhere stories live. Discover now