VI

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Con las sábanas pegadas a mi semidesnudo cuerpo desperté gracias a la tenue luz que se asomaba por la ventana de la habitación en la que me encontraba. Estiré mis brazos notando un fuerte ardor en la garganta y un malestar en todo mi cuerpo. Noté un agradable aroma que me resultaba bastante familiar, amaba ese olor. Poco a poco primero un ojo y después otro los abrí con delicadeza, con miedo a que se rompiesen, como si de piezas de cerámica se tratasen. Mi corazón al mirar a mi alrededor se detuvo al instante, no era mi cama, no era mi habitación. Confundido posé mi vista en las paredes que me rodeaban. Había una bonita guitarra color azabache en una esquina junto a demás instrumentos que estaban perfectamente colocados. También pude distinguir al costado de la ventana, colocado inteligente y ordenadamente un pequeño ramo de flores de colores cálidos y alegres. Al fijarme bien me asusté de tal manera que de un brinco conseguí caerme al gélido suelo.

—Mierda, Jongdae—Pensé.

Mi cabeza dolía demasiado y no podía recordar absolutamente nada de lo que había sucedido el día anterior, por no mencionar que me encontraba en una cama que obviamente no era la mía, vistiendo una camisa que no era de mi propiedad. Intenté fijarme pero no había ni rastro de mi ropa.

Cuando por fin encontré las fuerzas para levantarme del frío suelo escuché un fuerte ruido proveniente desde fuera del cuarto del que me encontraba metido. Con miedo avancé hasta la bonita puerta abriéndola con total cuidado. Visualicé un gran salón, bastante amplio y iluminado. A medida que mas la habría más muebles lograba distinguir, hasta llegar a la cocina, mi corazón latió con tanta rapidez que creí que me desmayaría en cualquier momento, me negaba a creer lo que mis ojos veían. Luchaba con mis ganas de salir huyendo y solo observé silenciosamente como aquella persona, como Dae preparaba lo que podía distinguir como un desayuno junto a dos tazas de café, cuando de pronto, sus ojos se encontraron con los míos y inconscientemente de mi boca se escapó un pequeño grito mientras me miraba sorprendido. Habían pasado segundos y este todavía tenía sus ojos sobre los míos, causándome un leve pero notorio sonrojo en las mejillas.

—Despertaste—Dejó la taza que sujetaba con delicadeza sobre la encimera.

—N-No, digo s-si, yo...no lo sé.—Maldije por mi torpeza.

—¿Tienes hambre?—Dijo con total normalidad sonriendo ampliamente.—¿Te encuentras mejor Minseok?—Añadió al ver que no recibía respuesta.

Mis mejillas podían confundirse con tomates en esos momentos, había pronunciado mi nombre, mi verdadero nombre, simplemente no podía reaccionar. La persona que amaba, la que llevaba amando en secreto durante años se encontraba preparándome el desayuno y de alguna manera preocupándose por mi. Sin levantar la cabeza avancé hasta la amplia encimera sentándome en el asiento que había en frente suya.

—M-Me duele un poco la cabeza...

Tomó con delicadeza una de las tazas que ordenadamente reposaba en la encimera y me la tendió.

—Te daré una pastilla, no quiero que te encuentres mal.—Se levantó dándome la espalda buscando el medicamento adecuado.

—Mu-Muchas gracias...—Le respondí agradecido.

Agarró la pastilla y la dejó al lado de mi desayuno, sin apartar la sonrisa de su rostro, esa sonrisa que hacía que mi corazón palpitase con tanta fuerza que amenazase con salirse de mi pecho.

—Minseok...—Susurró dejando salir todo el aire contenido.

—Y-Yo...

Las palabras no salían de mi boca y pude notar la tensión en el ambiente.

—¿Por qué no me dijiste que eras tú?—Interrumpió.

—N-No lo sé...

Pasaron unos largos segundos hasta que finalmente posó de nuevo sus ojos sobre los míos y habló confiado.

¡Buenos Días, Jongdae Hyung! | Xiuchen/ChenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora