3.ㄞおㅎま루る코き츠。

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Me abrieron la puerta y entré. No hay palabras en el mundo para describir cuán lujosa era.
Inmediatamente me dejé caer sobre el largo asiento y no pude evitar pasar unos segundos acariciando su excelsa superficie.

Bixumizhi ¿Qué clase de polipiel es aquesta?

Es cuero, señor —respondió con obviedad—, cuero sintético.

Mi asistente sacó una botella del bar.
Sirvió 2 copas de jade reluciente y me entregó una.

Gracias, pero el licor es el opio de la locura que oscurece el espíritu. Por ello, en la orden budista hacemos un gran esfuerzo para mantenerlo fuera de nuestro alcance y no seré yo quien falte a ese mandamiento.

Está bien, mi señor Sangwoo, pero, ¿Cómo no voy a estar yo al tanto de los 5 mandamientos de Buda que obligan a alejarse del licor? Sin embargo, el licor de esta limusina en nada se asemeja al opio de la locura humana: Sólo reaviva el ánimo del espíritu y no agita el corazón.

El líquido era rojo & brillante; la copa relucía.

—He cambiado de opinión.

—Brindemos por usted.

—¡Claro!

En menos de una hora habíamos llegado a Tiangbashi, mi pueblo; el cual, a decir verdad, no queda muy lejos de la villa portuaria de Kadzey.
Allí todo seguía igual, para invariar.
Aldeanos paletos cubiertos de piel de oso y viejas casuchas ornadas con oro.
La limusina paró en frente de mi casa. Era una vivienda humilde.
Al principio me costó reconocerla: había algo que faltaba. Y al fin me di cuenta de que era el oro.

Entré y comencé a llamar a mi familia. No había nadie, así que volví a salir y por fin logré ver a mi madre y a mi hermana en el arrozal detrás de nuestro hogar. Las llamé y ellas corrieron a mi encuentro. Sobre la cabeza llevaban sendos sombreros cónicos, estaban algo bronceadas y tenían los kimonos embarrados.

¡Oh! Sangwoo! ¿Eres tú? –dijo mi madre.

Claro, sublime madre, ¿Quién sino?

—¡Qué felicidad, hijo mío! ¡Y cuánto has cambiado en estos 3 meses!

Tiene razón, honorable hermanito –corroboró mi hermanita–. Jamás te había visto tan sexy.

Me sonrojé.

Estamos muy orgullosas de tí.

Cogí de las manos a mi madre y me las acerqué para observarlas mejor. Las que otrora fueran suaves y pulcras cual mármol ahora se mostraban callosas y destrozadas. Ella trató de apartarlas, avergonzada.

—¿Qué está pasando? Vuestras manos están maltratadas, vuestros rostros morenos y demacrados, nuestra casa ya no es tan áurea como las otras y, cuando os miro, me parece hallarme ante unas pobres campesinas.

La respuesta que me dieron, sin duda, os sorprenderá.

The Annulation of Love: TAMAGOCHI (amigo huevo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora