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¿Desaparecida? Brooke Bluebell. Una estudiante de 17 años, ayer exactamente a las 8 de la noche, no a habído ninguna señal de ella, se sospecha que está muerta. Los padres de dicha desaparecida, han corrido la voz por todo el lugar con el fin de encontrar algún rastro de ella; sólo se sabe de su auto encontrado en medio del bosque como señal de pista. Las preocupaciones, escándalos y tristeza, han estado invadiendo a los padres como una impotente tormenta.
—Rose...—. Habló su madre mientras bajaba el periódico sonando los papeles por la rapidez.
Tomo la cuchara fría y plateada de la sopa llevandola a su boca mientras movia su mandíbula de un lado a otro haciendo referencia a que estaba masticando. La ignoró, ignoró la voz delgada y suave de su madre. Sabía lo que iba a decir después de pronunciar lentamente su nombre. Miro la ventana de la cocina observando los rayos del sol entrar con un tono de color diferente por la perciana color piel.
—Delta...—. Volvió a llamarla, pero esta vez por su apellido pronunciándolo con voz exageradamente ronca.
Rose miró su sopa llevándose llevar por sus pensamientos tratando de evadir la mención de su nombre. La castaña puso los ojos en blanco dando directo a su madre.
—Me habías dicho que te invitaron a un bar ayer.
—...Y a eso fui...
—¿Segura?
—Si, te dije desde el jueves que Jordán y Feizer me habían invitado a un bar no muy cerca de aquí—. Hubo una pausa para mirar los ojos cafés de su madre procesando sus palabras en su cabeza que tenía pensado en decir—. O que... no vayas a pensar que... un momento...—Río levemente—. No vayas a pensar que yo maté a esa tal Brooke de la que mencionan en el periódico.
—Bueno... que se puede esperar de ti.
—¿Ah que mierda te refieres con eso?—. Se levanto de su silla acercándose a su madre mientras se le fruncia el seño cada ves que estaba más cerca de ella.
—Tu sabes a lo que me refiero...—. Dijo tranquilamente.
La ojiazul respiro profundamente por la nariz tratando de que ninguna palabra fuera de lugar saliera de sus labios, mientras contemplaba el silencio tomar poder de aquella situación en la que ella pasaba. Su madre noto un precioso brilló que de repente comenzaron a notarse en sus ojos cuando apretó la mandíbula, era como el camino brilloso que hacía el sol en una playa por el hermoso atardecer. Unos pasos en las escaleras empezaron a sonar una y otra vez quitando de sus pensamientos a Rose. Rose miró de reojo notando ver una cabellera rubia moverse repentinamente por el aire de la ventana.
—Mañana empiezan las clases, que horror, primero prefiero tirarme un balazo en la cabeza—. Dijo mientras bajaba el último escalón agarrándose del tubo que sobresalían en las esquinas de las escaleras de caracol, teniendo cuidado en no tropezarse con sus tacones color cereza.
—Sierra, cariño, Buenos días.—. Añadió su madre sin quitarle los ojos desafiantes a Rose.
—Buenos Días, Mami. Buenos días Rosie.
—No me llames así...—. Susurro volviéndose a un mas ronca la voz de lo que ya estaba.
Miro por última vez a su madre dirigiéndose a las escaleras subiendo directo a su habitación. Cerró de un portazo la puerta sonando los tornillos aflojarse por el impacto con el motivo de que su madre escuchase. Maldecia las sijilosas sospechas de su madre, ¿Y si ya sabía lo que hizo ayer? Era la principal pregunta que se hacia la castaña en su cabeza. Fue hacia uno de sus cajones y lanzó por cualquier lugar de su habitación la ropa que había dentro de el. Saco un vestido de su cajón de madera lo extendió mientras lo ponía frente al espejo para observarlo mejor. Frunció el ceño al pensar que ese vestido fue el que uso ayer en la noche; ayer en el que asesinó a un señor borracho de la calle, arrancándole la lengua de su boca. Dobló el vestido con tal de que no se vieran las grandes manchas de sangre, la cual era inútil tenía que deshacerse de el cuanto antes.
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