AMARGA RELACIÓN (ZoroxNami)

MI CAPITÁN

Pov: NAMI

Cuando las noches eran más cálidas de lo habitual, empezamos a reunirnos Luffy y yo, por capricho mío. Íbamos a la cabeza de león del Thousand Sunny, su lugar favorito, y nos quedábamos admirando el horizonte. Nos acurrucábamos como amigos que éramos para refugiarnos del frío que emanaba el mar mientras él me contaba vejas peripecias suyas y de sus traviesos hermanos.

Y me las relataba con tanta pasión y orgullo que sus negros ojos brillaban a la luz de la luna, y su sonrisa inconcebible espantaba el frío y me llevaba más allá del panorama que se nos mostraba.

Luffy se convirtió de la noche a la mañana en una compañía imprescindible. Ni de lejos era él el primero en comprenderme, ni tampoco era él quien ocupaba mis pensamientos. Pero ya nada de eso me preocupaba, Luffy siendo él mismo era más de lo que yo necesitaba.

Antes que nuestros cuerpos cayesen rendidos del sueño y temblasen por la baja temperatura, nos despedíamos pero no antes que él me brindara su valuoso sombrero de paja como amuleto anti pesadillas.

* ~ ~ * ~ ~ * ~ ~ * ~ ~ *

"¿Quieres un trozo, Nami?"
"No."

"¡Oe, únete a jugar con nosotros!"
"No, por dios."

"Nami, dame más mandarinas, no tengo suficiente con tan pocas..."
"Te aguantas."

Él era tan egoísta e infantil pero tan puro y transparente era su ser que derretía cualquier corazón petrificado.

Todos los de la tripulación se pusieron al corriente de la confianza mutua que el "capitán" y la "navegante" habían cogido. Al contrario, Zoro, no tardaste mucho en acudir a mí.

No entendía lo que andabas buscando. Solo sé que no querías verme feliz. Estabas enfadado conmigo.
Había aprendido a convivir con tu desprecio. ¿Y ahora a qué diablos venías?

No entendías que yo ya no te quería más cerca de mí, únicamente pedía un acercamiento suficiente como camaradas, pero nada más.
Y te lo pasaste por el forro el distanciamiento que tú mismo provocaste. Sin derecho alguno viniste y me acorralaste contra la pared esa tarde calurosa que acababa de salir de la ducha y lucía una toalla como única prenda.

Acercaste tu irónica cara a la mía confundida. Y simplemente dejaste al aire palabras necias que despertaron en mí la impotencia que había decidido acallar dentro.

"¿Qué pasa, ahora es el turno del capitán?"