Que si pudiera de todas formas no lo haría, no podría olvidarlo. Porque después de conocerlo comprendí muchas cosas y otras tantas comenzaron a tener sentido... no es cuestión de conformidad ni de equilibrio, sino más bien de sensatez. ¿Qué habría pasado si yo hubiese dado por sentado que no se iría? Simple, la sensatez hubiese llegado a mí como el sol al día a recordarme que esa, era una de las preguntas con respuestas más inciertas... Podía irse, así, sin más. Sin despedirse, sin recordar que era yo quien si iba a quedarse para siempre. Sin tomar en cuenta que era yo quien veía sus furias y aunque conmigo eran algunas (cabe destacar) solo yo las calmaba... solo yo toleraba su mal humor, sus ataques de sueño por las tardes, que por las noches se quedara dormido sin despedirse. Era yo quien disfrutaba de la calidez que emanaba de su cuerpo mientras yo fingía dormir entre sus brazos solo para disfrutar del sube y baja de su pecho; donde mis manos iban al compás con su respiración, hasta dormirme profundamente yo también. Solo yo estaría ahí, y el solo debía notarlo. Pero era tan despistado que para darse cuenta debía perderme primero.
