Prólogo

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Era un encanto. Esto era así, más objetivo que subjetivo: Des del primer día que José la conoció, se quedó prendado de su belleza y se prometió que sería su esposa. La había conocido unos años antes, en diciembre de su último año de carrera, en una cafetería. De hecho, la había conocido por accidente: Sin querer, le vertió un vaso de agua encima. En un principio, la mujer estaba escandalizada, pero José se la llevó a casa y la secó todo lo que pudo. Allí fue donde tuvo lugar su primera conversación:

-En fin, gracias, José.-

-¿Cómo te llamas?- preguntó José.

-Soy Carla, encantada.-

Aquí es donde José reunió su coraje y le pidió su número de teléfono. Y ella se lo dio. A partir de ahí, la magia ya se había hecho: Primero quedaban sólo para charlar un rato, pero luego sus charlas se iban haciendo más trascendentales hasta que el uno lo supo todo del otro, como por ejemplo que Carla era escritora pero no había publicado nada aún, y que José era físico teórico; después, Carla organizó una cena romántica donde se dieron su primer beso. De hecho, más de una persona desconocida se los había encontrado por la calle y, enrojeciéndose levemente, había dicho:

-Tortolitos...- Y luego se había alejado con paso rápido.

Y allí estaban: El alcalde estaba recitando los últimos versos de una poesía de Quevedo, que hablaba del amor, y ella tenía un gesto inequívocamente pletórico. El tiempo se le estaba dilatando a José de un modo que cada vez ansiaba más pronunciar el "Sí" más esperado de su vida y besar a su mujer. De hecho, Carla estaba pensando en lo mismo.

El momento llegó:

-¿José, aceptas estar con tu esposa en los malos y los buenos momentos, así como darle apoyo moral, emocional y económico durante toda tu vida?- El alcalde tenía una posición de solemnidad cuanto menos cómica, pero José se tragó la risa y dijo:

-Sí, acepto.- Carla le miró con su máxima ternura y el corazón de José se derritió.

-¿Carla, aceptas estar con tu marido en los buenos y malos momentos, así como darle apoyo moral, emocional y económico durante toda tu vida?-

-Sí, acepto.- La sala entera estalló en gritos de "¡Vivan los novios!" y paquetes de arroz lanzados, haciendo inaudible el "podéis besaros" del alcalde. Carla se puso a reír y cogió a José de los brazos. José la cogió de los suyos y se besaron. Fue un beso infinito, durante el cual no existía nada más que José, Carla y la pasión entre ambos.

Momentos más tarde salieron a comer en un restaurante de las cercanías: Comieron, bebieron, se dedicaron palabras de esperanza y sonrieron a las cámaras que inmortalizaban el día entero, pero lo más bonito para José llegó cuando ambos llegaron a casa. Carla le regaló una novela, una novela en la que José la había visto trabajar, frustrarse y dedicar sus máximos sentimientos.

Y se la habían publicado.

Tu MenteWhere stories live. Discover now