Capítulo 4

232 12 0
                                    

CAPÍTULO 4

No sé si será el sueño, supongo que sí, son las 5:30 de la mañana, pero hoy no estoy ni para mí misma con estos ánimos. Odio hacer planes, ayer me apetecía hacerlos y hoy, hoy le habría puesto una cinta en la boca a la chica que fui ayer. A veces me pasa, la gente tiene que adaptarse a mí al final, y 5 minutos antes saben si me apetece o si no. Sinceramente, cuando estoy en este plan sólo me apetece quedarme en mi habitación cerrada, con mi música y mis libros, no quiero saber de nadie… o seguir durmiendo, no sé. El problema es que después me vuelvo a arrepentir, por eso de no haber aprovechado el tiempo. Es muy difícil esto, de verdad. Pero tengo que quedar... ya veré de donde saco los ánimos. Una vez en psicología nos enseñaron a cómo hacerlo, es fácil si lo piensas, aunque pensado todo es más fácil. Hasta que piensas más de lo que toca y ¡todo se complica! hay que actuar de vez en cuando, hacer más caso al corazón que a la cabeza. Simplemente, tienes que imaginar que eres otra persona... me explico. ¿Hoy no te apetece ser el alma de fiesta? vale, no seas tú, finge que eres el alma de la fiesta, ¿qué haría esa persona?  Me parece muy triste si tengo que ser sincera, creo que sólo es una manera de mentir a los demás, pero sobre todo a ti. Para ellos está mal visto ser una misma, y para mí está mal visto no serlo… y obviamente ¡soy yo quien tiene razón! algún día me estudiarán en los libros por ser tan sabia, seguro.

—Permiso para entrar, mi capitana. —Dijo Matt mientras saludaba como un militar.

—Permiso denegado, idiota. ¡100 flexiones! —Contesté—. ¿Qué haces aquí a las 5:35, tío? te he reconocido por la voz, no puedo ni abrir los ojos.

—Levanta, monstruo. Te doy 4 minutos para que te quites el pijama, esa cara de sueño que por cierto nunca he visto en tus fotos de perfil  y todo el pelo, que es imposible salvarlo ni peinándose. Mejor cortarlo. Madre mía, ¿duermes en una centrifugadora o qué? venga, mientras yo me encargo de cancelar tus planes de ayer.

—¿Y si quiero quedar para no estar contigo qué, ombligo del mundo?

—En ese caso no me dejarías más opción que ponerme el pijama yo también, venir a por ti, y sacarte a dar una vuelta conmigo igualmente. Por empatizar con esa… cosa que llevas puesta, pija.  

—No creo que te importara mucho el hecho de ir vestido con ese pijama tuyo tan hortera que parece un traje de Dior, y  más con lo pijo que eres tú. Además, sé lo mucho que te gusta ser el que más arreglado está hasta con 129ºC de fiebre, y que yo vaya hecha una princesa incluso recién levantada sería demasiado para ti. Mis pijamas tienen ese encanto especial que tú nunca tendrás.

—¡Oh por dios! qué pijama taaaan cuqui, ooooh Agnès déjamelo para el paseo, conjunta tanto con mi cutis, quiero ser un princeso. No me vendrá, ya sabes lo cuadrado que estoy y lo enana que eres, pero vamos, que me doy una sesión de lavadora, encojo y ni hecho a medida para ti. A medida, ¿lo pillas? —Dijo riéndose.

—Menudo cómico se está perdiendo este país. Voy a ver si llamo al zoo, que se les escapó una jirafa de 1,70. Eres un imbécil. —Dije riéndome.

—¡4 minutos! ¡ni uno más ni uno menos!

No sabría explicar lo que siento con situaciones así, notar que conectas con alguien es... es mágico. No deberíamos morir sin sentir eso. No sé si siempre es así, tengo 16 años y sé más bien poco sobre las personas, pero vamos, no cambio esos litros de dopamina por nada ni nadie.

Si hubiera sido otra persona seguramente del ''vete'' no habría pasado, y a cada segundo más pisando mi habitación, habríamos estado 1 segundo más cerca de la tercera guerra mundial.

Nota mental 1: Rodéate de gente que controle tus demonios con un simple hola. Los demás... los demás sólo se encargan de enfadarles y hacer que salgan.

AgnèsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora