Capítulo 10

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Capítulo 10

 

Día uno. Me desperté a eso de las ocho en la habitación 509, era bastante grande la verdad, pero sigo sin entender qué hacía una cocina en una habitación de hotel. Tampoco lo de la terraza privada.

Había también dos puffs y un televisor casi que más grande que yo, sin exagerar. Estaba genial el diseño que tenía todo. Era una habitación dentro de una casa o una casa dentro de una habitación, no sé, me gustaba mucho. Pero lo más bonito de ella era la enorme ventana de cristal que había en frente de la cama y el piano negro de cola que tenía delante de ella. Abrías los ojos y podías ver casi todo Nueva York… y si decidías ponerte a tocar tenías al mundo como público. Sería capaz de alquilar esa habicasación un día de lluvia o de nieve… o sea meterme en internet desde North, ver que día hará alguna de esas dos cosas, reservar un billete de avión y venirme aquí a pasar la noche.

Matt seguía durmiendo, decidí dejar de estar tumbada en la cama con los ojos abiertos y me levanté sin hacer ruido para no despertarle, tenía ganas de desayunar pizza.

Salí del hotel y me puse a caminar, las calles eran enormes, no entiendo cómo pueden decir que en Estados Unidos la obesidad es un problema… con lo que tienes que andar para ir a comprar el pan has quemado las calorías que tiene la barra entera y además las de la tarta del postre. No me importaba hacerlo en realidad, iba super mona vestida, hacía un fresquito muy agradable y encima las calles ya estaban llenas de gente.

He llegado a la conclusión de que da igual el sitio adonde vayas, quien lo condiciona eres tú. Supongo que somos como miniciudades. Ya puedes estar en HollyWood que si odias el cine y prefieres la cocina… lo seguirás odiando en la meca del cine o en el pueblo de la tía abuela Eustaquia, la cual descubriste ayer que tanto ella como su pueblo existían.

Se hicieron las once con tanto paseo, estaba tan embobada viendo los rascacielos que ni me acordaba del desayuno ni del reloj… pero el hambre apretaba y mi barriga hizo un ruido tan grande que pensé que me dejé la alarma del móvil encendida. La tengo bien enseñada, sólo me avisa de los eventos importantes. Comer es uno de ellos, madrugar no. Dormir es uno de ellos, estudiar no.

No tenía ni la más mínima idea de dónde me había metido, pero a lo lejos pude ver un puesto de esos donde vendían comida, debía ser bueno, había una cola enorme y junto a ella una zona llena de mesas.

Una vez me acerqué pude ver que estaban grabando con unas cámaras de esas enormes que usan para la televisión y también a un presentador hablando como si hubiese metido la cabeza en el bote de azúcar. Creo que vi este programa alguna vez, comida sobre ruedas o algo así. Consiste en un grupo de personas que recorren todo el país en busca de los mejores puestos de comida. Enseñan cómo cocinan sus mejores platos, dicen los ingredientes, las máquinas que usan... después sacan a gente comiendo royo ‘’mira mamá estoy comiendo en la tele, te dije que llegaría lejos!’’ y poco más. Me puse en la cola sin darle mucha importancia a aquello después de ver que la pizza era lo más solicitado allí, además que el simple olor te incitaba a hacerlo. Fueron los veinte minutos más largos de mi vida, pero por fin llegó mi turno.

—Wow you’re so cute! what will you eat? (¡Vaya! eres muy guapa, ¿qué vas a comer?) —Dijo el presentador.

No me podía estar pasando esto a mí, por favor. ¿Por qué? si yo sólo quería comer, jo.

—What’s up New York! (¿Qué pasa Nueva York?) —Dije quitándole el micrófono—. I come from another country just for eat here! is awesome this pizza! (¡He venido desde otro país sólo por comer aquí!)

AgnèsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora