Capítulo 7

213 11 3
                                    

CAPÍTULO 7

 

—¿Cómo era tu vida antes de acabar aquí, Agnès? sólo sé de la nueva, no de la antigua.

—¿A qué viene eso?  no me gusta mucho hablar sobre mí.  Y oye oye, ¿la nueva Agnès? que yo siempre he sido como ahora, jo.

—Tendré que actualizar información sobre ti, ¿no? qué más te da, no tenemos nada mejor que hacer, y sabes que o hablamos de eso o acabamos hablando de quién corre más, si un velocirraptor o la luz pedaleando en un triciclo. Que en realidad no estaría mal discutir eso… espera espera, ¡es brillante! menudo cerebro se está perdiendo el mundo, maldita sea. En fin, prefiero prefiero que me cuentes. Y tómate esto como un cumplido, como que me importas un algo. No sabes lo que me está costando dejar de lado eso.

—Obviamente dependerá del tipo de terreno donde hagan la carrera… a no ser que sea un triciclo 4x4, que entonces apuesto por la luz.

—¿Bromeas? venga ya, te tomaba por inteligente. Un paso de velociraptor deben ser como 10.000 pedaleos, no tienes ni idea.

—Oh, espera. Que me viene Matt el experto en dinosaurios. El único que has visto en tu vida ha sido el de las galletas, y ¿sabes? me lo comí, le cacé, así que soy más rápido que el dinosaurio, y por lo tanto más que la luz… así que una vez más gano. Agnès gana.

Matt se quedó con una pequeña sonrisa en la cara sin apartar su mirada de la mía ni un segundo… no hacían falta palabras, me sentí la chica más feliz del mundo por ser la protagonista de ese momento.

Pero aún tenía algo pendiente... ¿qué le contaba yo? en realidad no lo sé, odio ir de víctima, odio ir de sabia, odio ir de lo que sea. El mundo no necesita saber que las cosas te han ido bien o mal. Y con el mundo me refiero a las personas, no al planeta, por si las dudas. Bueno, después de esta aclaración más que necesaria… continúo. Era la típica niña que escondía los brazos debajo de la camiseta simulando que no tenía o que los había perdido, dormía con mil peluches a la vez para que ninguno se sintiera mal, un boli con cuatro colores que intentaba bajar a la vez, alguien que no sabía qué elegir en las revistas de juguetes porque la quería entera, me escondía detrás de las puertas para dar un susto a la gente, me daba miedo ver debajo de la cama o incluso esconderme, incluso hoy con mi edad sigo teniendo miedo, pero se me perdona, porque sigo siendo una niña que no crece, de años digo, de altura no he terminado de perder la fe. Me hacía la dormida y me llevaban a mi cama en brazos, usaba un ordenador cuando ni sabía lo que era, sólo para dibujar o para escribir cartas en las que me invitaban a apuntarme a un colegio de magia... por si en mi familia se lo creían, me gustaba comprarme 10 bolsas de papas cuando estaban a 20 céntimos, sólo por los tazos y de paso merendarlas todas, veía las gotas de la lluvia caer en la ventana y jugaba a que era una carrera, incluso ayudaba a la gota que me caía bien. Pero sobre todo quería hacerme mayor, realmente no sé en qué estaba pensando con eso último. Supongo que una vida completamente normal, tampoco me he puesto a preguntar a los demás qué tipo de infancia tuvieron. Los malos ratos sólo son detalles. Pero aparte de que no me gusta hablar sobre mí… se me da fatal contar cosas, nunca lo hice por no acabar pudiendo abrirme a los demás al cambiar tantas veces de amigos, de ciudad y de institutos. Si me aburro a mí misma contando mis cosas, imaginaros cómo debe estar el que escucha… obviamente emocionado, Agnès está hablándole.

Antes no entendía muy bien ese concepto, el de que soy increíble no, el de empatizar. Desde que me pongo en la piel del otro sabiendo cómo reacciono yo ante las cosas…  pues ya ni pido, ni me quejo. Prefiero conseguirlo todo por mérito propio. ¡Pero sobre todo prefiero pasar el tiempo riéndome, que es de lo único que te arrepientes luego al no haberlo hecho! es fácil hacerlo, simplemente hay que imaginarse el problema actual que tanto te preocupa… ¿dentro de 20 años te afectará de la misma manera? ¿o ni te acordarás, y en caso de hacerlo, hasta te reirás? parezco una maldita escritoria de esos estúpidos libros de auto-ayuda que sólo sirven para hacer ric@ a quien los escribe. Algún escribiré un libro y será un best-seller, estoy segura. En fin,  las personas se preocupan demasiado por todo, no sé, no deberían hacerlo… o al menos no tanto, que el exceso de luz quema. Sólo hay que ver a las velas. Me acuerdo que una vez de pequeña me gustaba muchísimo cantar, eso sí, más que una canción parecía un ritual para invocar a los demonios y a las tormentas porque lo hacía fatal… y seguramente el micrófono era hasta más grande que yo, pero era la chica más feliz del mundo cuando lo hacía. Tendría unos 7-8 años cuando me presenté a un casting de un programa de televisión sin prepararlo ni nada, a unos 100 km de mi casa. Esperé unas 5 horas de cola dentro de un hotel sin aire acondicionado en pleno verano, entré… y no llegué a los 20 segundos de actuación delante de tres jurados, según ellos expertos en música. No sé, hoy en día busco información sobre ellos y las pocas canciones que tienen son éxitos de hace 90.000 años que no han sido capaces de volver a conseguir, imposibles de escuchar durante más de 1 minuto… Su presente extiende cheques que su pasado no puede pagar. Total, que  escuché un ‘’ya te llamaremos, siguiente’’ y en eso quedó la cosa. Me sentí fatal, por pensar que no valía para eso pese a ser mi sueño y por la decepción que se llevaron en mi familia… pero hoy lo recuerdo y no puedo evitar reírme, ¡olé tus ovarios Agnès! ¡tú sigues cantando y el programa ese quebró porque no lo veían ni las jubiladas aburridas que no pueden dormir! no se debería depender de  la opinión de nadie, porque si tú sabes que lo vales ve y consigue lo que mereces… bueno, eso es de una peli, pero me quedó genial, las cosas como son.

AgnèsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora