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Era el mismo jueves, solo que ya el sol había decidido ocultarse a echarse una siesta. Félix había dejado que el sueño se apoderara de él, dormía plácidamente en su alcochonada cama.

En el mundo de sus sueños, todo tenía una especie de borde de acuarela blanca, que parecía que estuviera lleno de un manto de niebla. Él sentía como si fuera su realidad, pero así todo el mundo sueña.

Se miró a él mismo, tenía una ropa blanca, su piel era blanca, y su cabello era blanco, como si no fuera nada más que parte de la niebla. De hecho, todos eran prácticamente blancos, como si todos fueran nadie, nada resalta y nadie es único.

La única diferencia es que él tenía la cara quebrada y las manos llenas de un líquido rojo y metálico que se dice llamar sangre.

—Oye, Félix—dijo la colorada, que había perdido ya su color rojizo y sus tiernas pecas café—Suenas raro.

Aquella frase no tuvo ningún sentido. Pero todo en los sueños no tiene sentido, y todos aquellas personas que sean parte le encontrarán uno. Te lo digo por experiencia y no por teoría.

—Es que me siento mal—respondió le rosa—No quiero que Fede sea feliz sin mí, aunque yo suene raro.

Abby soltó una risotada y volvió a ver al chico, aún con su humor.

—Ya lo sé—sonrió—pero lo que haces no es 100% correcto, suenas raro, deja de sonar extraño. Tú no suenas así.

Félix miró hacia el suelo blanco. Ambos estaban descalzos, es piso parecía de alguna especie de mármol, el sonido de los pasos de ambos era deslizante.

El rosa frunció el ceño, colocando sus manos en su cabeza.

De repente, Abby desapareció, solo estaban él y los chicos que había obligado a fallecer. Todos perseguían al níveo, eran exactamente iguales, pero por alguna extraña razón, ellos eran completamente rojos, el porque no se detuvo a pensar.

Todo se volvió oscuro y Félix abrió los ojos, siendo despertado por el sonido molesto del despertador.

Apenas levanto su torso, aquel sueño fue olvidado, como siempre. Dio un largo suspiro, estirando sus brazos. No estaba muy de humor.

(...)

—Félix, amor, te noto algo extraño estos días—dijo la madre de Félix, sonó como Abby, cuando le habló.

Toda la familia desayunaba unos panqueques con miel de abeja, en la mesa del comedor.

Félix, solo frunció el ceño y miró hacia otro lado, sin ganas de reprochar ni instar nada, últimamente no tiene ganas para nada.

Los padres de este se miraron con extrañeza al mismo tiempo. Su hijo no se comportaba igual, pero era típico de la adolescencia.

(...)

Félix partió a su escuela. Su mirada no era la misma. Era una seria y fría, que congelaría a cualquiera.

La colorada y el albino solo conversaban de temas triviales, de exámenes próximos, nada importante, al menos no importante para Félix.

El sabía que Fred no era el admirador, no tenía pinta. Pero el saber que aún le llegaban las jodidas cartas de mierda a Fede, lo hizo sentir angustiado e ingenuo.

(...)

—Hoy haremos algunos honores—mencionó la profesora de castellano—Un honor a una estudiante que se quitó la vida, bla, bla, bla.

Eso es exactamente lo que escuchó Félix, se hizo creer que hablaba boberías. Los Toys hicieron todo lo posible para que se diera a conocer la muerte de su dulce amiga.

o n l y  f o r  M E || Fédix [cover en construcción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora