Caminaba a grandes zancadas hacia los dormitorios de Gryffindor, rememorando una y otra vez lo ocurrido en la enfermería.
—Maldito idiota—pensó enfadado—Pedirle perdón. Sí, claro.
No demoró mucho en su ''visita'' pero estaba seguro de que la campana finalizando su clase doble de DCAO sonaría dentro de poco, sobre todo porque se perdió más de la mitad sumergido en sus propias divagaciones, que para colmo, tenían que estar enfocadas en el desagradable rubio casi albino.
¿Era eso lo que muchos llamaban Karma? ¿Es que acaso a Malfoy ya le habría llegado el momento de pagar por todas sus fechorías? Se le ocurrían miles de castigos más pragmáticos si ese era el caso, pero tampoco tenía nada en contra del singular método que tenía el destino para cobrárselas con los brabucones.
Hacerle toser flores, que curioso.
Si veía todo el paisaje estando un poco apartado, diría que no era justo que la sanción para tantas peleas, mentiras y humillaciones, solo sea el escupir pétalos, y realmente parecía estar en lo correcto, pero como siempre se llega a un punto en el que los acontecimientos te invitan a otra perspectiva, él tuvo que descubrir que ''el escarmiento'' de Draco, si era cuando menos, considerable.
¿Por qué? pues ya eran dos ocasiones en las que fue testigo de la gravedad del síntoma; dos ocasiones en las cuales Draco se hallaba en medio de un mosaico fúnebre, o acoplado a este. Todavía no olvidaba la figura descansando en el suelo con pétalos negros y una rosa roja acompañándole en su decaimiento, y ahora, para fortuna o mala suerte suya (Aún no lo definía) tenía anexa en la memoria la escena en la enfermería: Draco tosiendo y aparentando un auténtico malestar.
Por lo general las veces en las que el Slytherin salía herido (como lo había sido en los partidos de quidditch o en el incidente con el hipogriffo) era siempre una agonía sobreactuada, un libreto mal efectuado que no contaba con más diálogos que los lamentos insufribles e irritantes. Siempre había sido así. Lo peor era cuando, como todo un caballero que regresa vigoroso de una batalla, el rubio se presentaba en las clases luciendo su ''herida de guerra" y fanfarroneaba frente a todo el que esté dispuesto a escucharle.
Odiaba estar presente cuando eso ocurría, más bien, odiaba a Malfoy.
Cuando ya llegaba a las gradas que lo conducirían a su sala común, Harry se detuvo minorando su intensa caminata, subió unos cuantos peldaños y frunció el ceño mirando a lo lejos el retrato de la señora gorda que conversaba con alguna otra mujer que habría salido de su pintura.
Odiar... ¿Qué no era esa una expresión muy fuerte?
Su mano se apretó fuerte con el barandal aunque de forma inconsciente, ¿Tenía que darle tanta importancia a Malfoy? ¿Dejar que le afecten cada una de sus acciones? La respuesta era clara, pero también era obvio que no podía, pues para su desgracia, el rubio sabía cómo hacerse notar.
Un claro ejemplo se vio a inicios de curso, en el tren.
Con mayor ahínco subió las gradas de dos en dos, recitó bruscamente la contraseña en presencia de unas ofendidas mujeres bosquejadas y luego se adentró a su sala común justo al tiempo en el que sonó la campana de cambio de hora.
La inminente ira estaba tensando cada uno de sus músculos; pateó una silla, arrojó su maleta y apretó la mandíbula. Su tabique aun parecía palpitar de dolor por la patada que recibió, abandonado en el piso del tren que siempre lo traía de regreso al que veía como su hogar.
Y lo odió aún más, odió a Malfoy por convertir algo agradable en la fuente de un mal recuerdo, lo odió por no permitirle una vida tranquila en el mejor de los lugares que ha encontrado, incluso lo odió por odiarlo tanto.
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Hanahaki
FanfictionDraco está enfermo, su enfermedad es muy "compleja". Imagínese que está muy enfermo y salen pétalos de su boca cuando tose. Sin duda sería una expectoración muy atípica, esa fue la sorpresa de Draco Malfoy al darse cuenta que padecía la enfermedad d...