Dimitri e Ishida: Escapando

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*Todos los derechos reservados de esta historia. No puede ser publicada, reproducida o transmitida de ninguna forma sin mi permiso, por favor, respetemos los derecho de autor. NO AL PLAGIO*

Espero realmente disfruten.

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Dimitri e Ishida.

Se escuchó un susurro en medio del bosque. Giré mi cabeza hacía el sonido, mejor dicho hacía donde creía que venía el sonido, algunas veces me desorientaban tantos olores. Una parte de mí no quería creer que había, realmente, alguien allí.

                No estaba sola. Lo sentía en mis huesos, mi sexto sentido, y sí que tenía uno, me lo gritaba, pero ya lo sabía, lo supe en el instante que entré en el bosque. Podía sentir la mirada del extraño en todos mis movimientos, lo sentía calcular el espacio entre nosotros. Lo sentí pensar la mejor manera de atraparme.

                Mis pasos se hicieron más veloces, las ramas más bajas de los arboles arañaban mis brazos desnudos, la fuerte brisa revolvía mis cabellos, pude escuchar un trueno romper en el cielo encapotado, mis pulmones se comprimían con cada paso, me obligué a respirar pausadamente.

                Llegué a un claro donde pude detenerme sin que los arboles estorbaran, me doblé a la mitad debido al cansancio que se hacía cada vez más pesado, mis temblorosas manos cayeron sobre mis rodillas sosteniéndome mientras tomaba grandes bocanadas de aire.

                El extraño estaba detrás de mí. Lo sentí en el momento en que se alejó de los árboles que rodeaban el claro, lo sentí mientras sus pies pisaban tan silenciosamente el pasto, pero yo sí lo podía escuchar, al igual que él podía escuchar mi corazón dislocado en mi pecho, mis pulmones trabajando por algo de aire y mis piernas temblando.

                Él era un depredador, y yo, su presa.  Es como siempre estuvo escrito, levanté mi cabeza de entre mis brazos, yo cambiaría eso. Tomé mi último respiro, y me enderecé, mi espalda tan recta como pude, mi frente en alto y mis manos hechas puños a cada lado de mis caderas, debía detener mi fuerza y la ira porque si no terminaría muy mal. Para él, claro está.

                Su risa atravesó el claro hasta llegar a mí, mis huesos temblaron, era baja y parecía más a un ronroneo ronco, algo en mi espina dorsal se erizó. Lo sentí hasta las puntas de los dedos de mis pies. Lo hizo de nuevo, sabiendo que me afectaba, y yo estaba en lo correcto, su risa era ronca y me llamaba en todos los sentidos, apreté más mis puños.

“¿Seguirás corriendo?“  Me preguntó en un idioma que conocía muy bien. Su voz era como la seda, suave, cálida, ronca y dominante a la vez. No me extrañaba eso último.

                “Es lo que me han enseñado a hacer” le respondí en el mismo idioma. Escuché sus pasos acercándose a mí, acechándome, arrinconándome, estudiándome; aun no había visto sus ojos pero sabía que serían electrizantes, como su voz en ese momento.

                “Puedo verlo” su voz volvió a arroparme en un manto cálido y me regañé por sentirme tan a gusto junto a él, cuando debería estar corriendo ya que él, de algún modo, era un depredador “Pero que pienses que yo te lastimaría…me ofende rotundamente, querida” sonreí.

                “Tu ego corre mucho peligro junto a mí, entonces, querido” recalqué la última palabra. Me había convertido en una adicta a su risa, la cual llego a mi tocando cada nervio de mi ser.

“Creo…que junto a ti corro mucho peligro, en muchos aspectos, pero el de mi ego, es el que menos me importa” sus manos se posaron sobre mis hombros descubiertos, me paralicé, prácticamente.

                Sus manos estaban tibias y cálidas, no se movieron al principio, pero luego ellas bajaron hasta posarse en mis brazos, sentí su fuerte pecho en mi espalda.

                “¿Muchos aspectos? Explícate” me alegre de que mi voz no se hubiera entrecortado al responderle.

                “¿Quieres una lista? Diría que numero uno seria, mi razón de pensar” sus manos estaban en mis muñecas ahora, sus largos dedos las rodearon y me hizo voltearme hacia él. La luna estaba tapada debido a las nubes que anunciaban una tormenta, pero aun así pude ver claramente al hombre frente de mí. Era alto, yo le llegaba a la altura del mentón, sus hombros eran anchos, llevaba una franela blanca que se adhería a su escultural abdomen y pectorales. Mis ojos viajaron a su rostro, su cabello era tan negro como la noche, mechones caían sobre su frente dándole un toque juguetón, sus cejas eran pobladas y del mismo color que su cabello, sus ojos resplandecían y la luz mortecina de la noche le daba un toque animal a sus penetrantes ojos jades, enmarcados por unas largas pestañas, pómulos altos, su nariz perfilada y luego estaban sus labios. Parecían creados por un mismo Dios, llamaban para ser besados, morderlos. Las curvas de su boca se elevaron, me sonrió. Me concentré en sus ojos para no saltar a besarlo.

                “¿Tu razón de pensar?” murmuré encontrando mi voz. El tiró de mi más cerca de su pecho. Ahora respiraba con más rapidez.

                “La manera en que me miraste me hizo perder el hilo de mis pensamientos” sus manos se movieron hacia mis caderas, no me lastimaba su fuerza, pero era la necesaria para no moverme.

                “Eres digno de admirar, lo admito” opté por la verdad. Él inclino la cabeza agradeciendo el cumplido. Sus manos se movieron debajo de mi blusa encontrando la piel en mi cintura.

                “Tan suave” murmuró mientras trazaba leves círculos en mi piel, ahora erizada. Él se acercó hasta posar su cabeza en mi hombro derecho, sentí su aliento en mi cuello, yo tenía mi cabello atado en una cola alta, lo que le dejaba acceso fácil a mi cuello “Cásate conmigo Ishida” murmuro en mi oído, su boca mordió el lóbulo de mi oreja, hizo temblar mis piernas “Me amas, no huyas de ello” lo amaba, era cierto, huía de las estúpidas tradiciones de nuestro pueblo “Soy parte de ti, y tú fuiste hecha solo para mi” su boca trazo una línea de besos por toda mi mandíbula, besó mi mentón “Di que sí” pidió en mis labios, yo asentí, embrujada por su olor y sus ojos “Necesito oírte decirlo” exigió dándome un casto beso en los labios.

                “Sí. Dimitri te amo” él sonrió y se acercó a mis labios, beso mi labio inferior, lo mordió y chupó de este, haciéndome temblar y suspirar. Fue exigente cuando reclamo mi boca, su lengua tentó pidiendo entrar, una de sus manos estaba en mi cintura y la otra sostenía mi nuca para traerme más cerca de él, yo me dejé sostener y su lengua ya estaba haciendo estragos en mí, incitándome a su encuentro, le di lo que quería, ambos respirábamos apresuradamente cuando nos separamos. Él sonrió.

 “Te amo” dijo para luego volver a besarme.

Dimitri e Ishida por Francys Malavé.

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