Capítulo 2

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Empezaba a sentirme incómodo. No sabía adonde ir, estaba completamente perdido, desubicado. Sin previo aviso, una mano me agarró de la muñeca obligándome a girar.

-¡Se puede saber dónde estabas! Te llevo buscando más de media hora, tu tío estará furioso. ¿Te crees que esta es una buena forma de presentarte el primer día?- Era ella. Menos mal. Nunca imaginé que sentiría tanto alivio volver a ver a esa canija. -Vamos, es que no hablas mi idioma o qué - No dejaba de tirar de mi y yo no me atrevía a moverme un solo milímetro.

-He visto a una chica...

-¡¡¡No digas tonterías!!!- me cortó dándome un fuerte tirón en el brazo.

Arrastró de mi como si yo no fuese más que un pelele sin fuerza ninguna. Me introdujo en un comedor un tanto tétrico, pero no, era el mismo comedor que yo había visto unos instantes antes, o no, no podría asegurarlo, desde luego parecían las mismas paredes forradas de una especie de terciopelo azulado con dibujos indefinidos y zócalos de madera antigua, la lámpara de lágrimas de cristal era la misma, pero limpia y la mesa..., sí, la mesa era la misma con tres cubiertos limpios, sin rastros de polvo y sin rastros de fiesta.

Allí sentados estaban un hombre grueso con patillas anchas y canas, ojillos pequeños pero risueños y unos finos labios que dibujaban una expresión de impaciencia, debía de ser mi tío, desde luego recordaba un tanto a mi padre, si no fuera porque mi padre era delgado, y desde luego de expresión más adusta que la de mi tío.

A su lado estaba ella, la chica de la escalera, mirándome con desprecio.

- Estaba perdido señor, aquí al lado, parado como un pasmarote - dijo la mujer que me había arrastrado hasta aquella habitación.

- Muy bien caballerete, así que tú eres mi querido sobrino Alexander, muy bien, muy bien, saluda a tu prima Adela.- Así que esta chica delgada, de apariencia fantasmagórica, de pelo corto y desaliñado, negro como la noche sin luna, en contraste con esos ojos azules, casi trasparentes, era mi prima. No tenía ni idea de que tenía una prima y menos que fuese más o menos de mi edad porque no superaría los quince años, aunque demasiado bajita para esa edad.

- Ho... hola, Adela- Es lo único que fui capaz de pronunciar. Ella me miró mientras mordía la servilleta y comenzó a reírse.

- Bien, comencemos a cenar, ya llevamos media hora de retraso y luego mis intestinos lo notan. Espero que te guste la calabaza gratinada y los menudillos de ciervo. Aquí estarás bien, ya lo verás, tu padre tiene que preparar muchas cosas y supongo que estará muy decaído después de lo que ha pasado. Tu madre era una excelente mujer, la echaremos todos en falta.

-Sí, todos, todos la echaremos en falta, unos más que otros, ¿verdad? - Dijo mi prima mientras se metía en la boca un trozo de calabaza, sin dejar de mirarme, como si quisiera desafiarme.

- Si señor, la echo mucho de menos - Fue lo único que dije. Tenía culebrillas recorriéndome todo el cuerpo, no se si por la casa, por mi madre o por mi prima.

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