Epílogo

66 14 10
                                    

"Y es que puedo leer tu nombre entre las líneas que expresan lo que mi corazón a veces no se anima a decir.

Te veo en cada rostro, esperando poder encontrar tus ojos color cielo y quedarme a vivir en ellos.

Te siento en la brisa de cada mañana, como si fueran tus manos las que acarician mi piel, erizándome de completa dulzura.

Te escucho en cada canción de amor, tarareando las más hermosas melodías.

Te respiro a mí alrededor y quiero gritar al mundo que sigo viva, por y gracias a ti.

Te quiero, desde lo más profundo de mi humilde corazón, porque dentro no hay más que tus sonrisas y amor..."

Vuelvo a leer una vez más la última oración y una fugitiva lágrima recae en mi mejilla. La limpio con el dorso de mi vestido blanco y coloco lentamente las gardenias que traje para ella.

En aquella piedra fría y gris se encuentra su foto, su sonrisa es tímida y llena de misterios, porque así era ella, un gran enigma.

Lo supe desde la primera vez que la vi en los pasillos con su caminar pausado y sus ojos serenos. Había encendido una chispa en mi cuerpo que jamás pude extinguir y tampoco tenía la intención de hacerlo. Quería formar parte de su vida, quería ser la persona en la cual confiara esos grandes misterios que se refugiaban en aquellos cabellos dorados; y pude logarlo.

Éramos felices, a pesar de ser tan jóvenes e inexpertas en esta vida, el amor que ambas nos profesábamos era el motor que nos conducía a las aventuras más insólitas. Pero un día todo se volvió oscuro y el aire se había vuelto tan venenoso que dolía respirar.

Pude verla en aquel ataúd, inmóvil. Con sus manos tan frías pero sin rastro de sudor y entonces comprendí que la había perdido. Un pedazo de mi vida se fue con ella esa tarde y jamás volví a ser la misma.

Han pasado cinco años desde aquel septiembre del dos mil diez y los colores se perdieron para siempre.

¿Cómo le arrebatas a alguien la dicha de vivir? ¿Cómo es posible que el odio transforme a las personas en monstruos?

Ellos fueron a la cárcel pero eso no fue lo que me dio justicia. En cambio, fue el dolor incalculable en sus ojos, al haber comprendido que ellos mismo se habían destruido al destruirla.

—Adiós, mi Susan. Yo también te amo...

¿Crees que esto es solo una historia más?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Crees que esto es solo una historia más?

¿Sabes cuántas personas pierden la vida ante la palabra discriminación?

¿Tienes idea de cuántas personas se la pasan llorando entre cuatro paredes sin tener idea de cómo salir de un pozo que no parece tener fondo?

Ahora déjame preguntarte, ¿y si tú fueras Susan?

El odio destruye, mata, contamina...

No seas parte de ese mundo de destrucción... escucha, comprende, respeta, entiende y ayuda. Existe mucha gente allí afuera que lo necesita.

No permitas que otra Julieta tenga que presenciar la lápida de su amada Susan.

Tú puedes hacer algo... todos podemos. Solo levanta la voz, levanta los brazos y grita con todas tus fuerzas.

¡YA BASTA!

ES HORA DE CAMBIAR.

SusanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora