Pèrfida

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En la oscuridad de su cuarto, en la tensión después de amarnos, en el silencio antes del sueño, todo pensamiento se convierte en tempestad. El mínimo resquicio de ruido se magnifica con la aparente calma del sonido. Sólo se puede gritar en el silencio y sólo se puede herir en el amor.

Sus cabellos negros rozaban mi barbilla, su cabeza recostada en mi pecho apretaba su oreja contra mi corazón, ¿podía decirle algo? Ambos deveníamos infieles, pérfidos. Ella casada y yo con la tonta idea de estar juntos. Sabía que no me elegiría sobre aquel hombre, padre de sus hijos y amigo mío; tampoco deseaba que sucediera. Al final un amigo es un amigo, pero una mujer es una mujer, y eso pesa más.

El silencio nocturno, el ruido en mi cabeza; ella en silencio, el ruido en su cabeza. Estalló.
Con la voz más suave, tranquila, segura; la voz de quien ha dejado de preocuparse por las apariencias, dulcemente susurró: Te confieso que, en el silencio de la noche, en el momento en que te amo más, en secreto me atrevo a desear a mi esposo.

Sus palabras me golpearon el estómago y un puño de hielo desplazó el aire de mis pulmones, dejando fuera de juego mi voz. Por otro lado, aceleró mi corazón. Ella dijo: el momento en que te amo más.

Extraña sensación, mi estómago y corazón no deciden qué efecto producen sus palabras.

Ella agregó: Tengo tiempo pensando esto. No puedo amarlo a él si no te tengo a ti, me odio por eso, pero así lo siento ¿tengo algo descompuesto?

El ruido en mi cabeza cesó y un silencio dentro de mí acrecentaba el ruido de su cabello, el movimiento de las articulaciones, mi corazón palpitando, el hombre loco que hace ejercicio a las cuatro de la mañana, la pareja teniendo sexo a dos ciudades, la risa del borracho en Rusia, la fricción de los planetas, la voz de las galaxias. El silencio sepulcral dentro de mí amplificaba la voz del universo. ¿Qué debo sentir? ¿Qué responder? ¿Qué clase de amor es este?

Contesté: No, nada está descompuesto, pero tienes más de lo que un solo hombre puede manejar. Me quedé hasta que se durmió, me vestí en silencio y brinqué la barda trasera para llegar a la soledad de mi casa y esperar otro fin de semana.

Hay amores extraños, amores perversos, amores románticos, destructivos, enfermos, radioactivos, cósmicos, diminutos, atemporales, piromaníacos, sensuales, amores pólvora, amores fuego, agua, poéticos, imaginarios, rebeldes, incomprendidos, tormentosos, huracanados, estúpidos. Hay muchos amores, pero ninguno que llegue a destiempo, ninguno que llegue sin alborotar, quieto y bien portado, dócil. Ninguno.

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