Se me acercó, con los ojos negros clavados en mí.
La hoja de mi cuchillo temblaba, fría bajo mi mano, más ella sabía bien en dónde clavarse.
En cuanto dio otro paso fue la hoja de mi cuchillo la que más tembló.
Empapada, se despegó de Su Abdomen,dejando un cuerpo inerte bajo mis pies.
Pero fue un error, porque ahora era yo quien llevaría la maldición.