Normal

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En una habitación de altas paredes blancas y cortinas azul celeste que rozan el suelo con gracia, se encuentra un joven, entre el aroma a plástico y a productos de limpieza, archivando debidamente el historial médico de la enfermería.

Byun Baekhyun, poseedor de belleza y voz irreal disfruta de su trabajo voluntario en la enfermería de su colegio en la ciudad. Siempre, con gusto, pasa las tardes archivando papeles y limpiando el lugar, dejándolo impecable antes de dirigirse a casa.

A pesar de su popularidad en la escuela por lo amable y radiante que es, le gusta refugiarse lejos de todos en las tardes, evitando así la retroalimentación.

Baekhyun no es un joven normal.

—Me voy temprano —se escucha el tintineo de las llaves dejadas sobre el cristal del escritorio— cierra bien cuando termines.

Baekhyun levanta curioso la vista sobre la montaña de papeles que comienza a disminuir poco a poco. El joven enfermero se pasea de un lado a otro por la enfermería claramente muy nervioso.

—Hoy es el día —dice seguro Baekhyun, dejando en su lugar una carpeta delgada color piel con el nombre de algún desconocido escrito en brillante tinta azul.

—Sí, hoy es el día. Pero si no lo recuerdo donde lo deje esta vez, no servirá de mucho.

Baekhyun ríe bajo, sabe perfectamente donde esta, solo le gustaba hacer sufrir a Yixing. Él se ha convertido en un buen amigo tras largas tardes que parecen no tener fin encerrados en aquel lugar tan frio y soso. Un día, mientras compartían una orden de pollo frito, Zhang Yixing le había confesado que se moría de amor por la rubia secretaria del rector, quien era su novia hace ya muchos meses. Las ganas de pedir su mano le quitaban el sueño. Baekhyun no paraba de reír mientras devoraba otra presa de pollo. Sabe como lo trae sonriendo como idiota cada día de la semana, cada mes del año haciendo que parezca retrasado. Hace unos días llegó disparando alegría radiante por todas partes. En sus manos temblorosas por las ansias se encontraba un estuche de terciopelo azul, por fin se había decidido.

—¡¿Donde está?! —grita desesperado dando brincos hiperactivos frente a Baekhyun, casi rogandole que le ayude.

Baekhyun, en cambio, no puede dejar atadas las carcajadas que se apilan en su boca a cada segundo. Se desliza sobre pequeñas ruedas por toda la oficina hasta llegar al otro extremo.

—Esta aquí —abre el armario de limpieza y saca el estuche—, donde nunca buscas.
Yixing le arrebata el objeto tan preciado de las manos con un gesto fingido de indignación, claramente estaba feliz. Bakehyun nota como el peculiar color naranja que viaja con gracia a su alrededor se sacude, brillando más. Eso lo hace feliz también, ama tanto hacer la gente feliz, hacerlas brillar.

Baekhyun no es un chico normal.



La montañas blancas de papel iban disminuyendo junto con el tiempo, que camina pesadamente encerrado en el gran reloj de pared con números pintados en monótono negro sobre lienzo blanco inquietante. Baekhyun por mas que intentará leer la hora no era capaz. Cada número, ante sus ojos, no es más que un borrón grisáceo sobre fondo blanco. No es porque su vista falle, al contrario, ve más que cualquier persona ahogada por los estereotipos de la humanidad. Los colores primarios, secundarios... y así ¿no? Las cosas fueron creadas pensando en los colores impuestos por la humanidad, ignorando las personas que ven más y este es uno de los grandes problemas de Byun Baekhyun, no puede ver una foto o las letras de un libro con facilidad, le cuesta y mucho.

Los niños normalmente creen en los monstruos bajo la cama o en armario, los padres —los mayores ciegos— se encargan de con una sonrisa tranquilizar sus hijos matando así algo que les podria salvar la vida. Les hacen creer que solo es un juego de su imaginación.

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