Nueve

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The way you move
Is meant to haunt me

The way you move

To tempt and taunt me
I know you knew on the day you were born
I know somehow I should've been warned
I know I walk every midnight to dawn
In Chains


Vaciló unos segundos antes de cambiar la página, no sabía por qué le estaba costando tanto concentrarse en el libro, la trama era lo suficientemente interesante y él tampoco era demasiado pretencioso; de verdad tenía ganas de descubrir qué pasaba con la viuda de la historia, pero es que el cielo comenzaba a tornarse de ese tono azul parejo y profundo como unos pantalones de denim recién comprados, las hojas amarillas se acomodaban tan tentadoras en la acera que por un momento quiso correr escaleras abajo y saltar sobre ellas, apretando los párpados y los dientes, los puños y los recuerdos, saltar solo para poder oír el crujido seco de miles de láminas rompiéndose bajo el tacón de sus botas Chelsea. Fantaseó con el ardor dulce que le haría doler las rodillas, y los miles de añicos rindiéndose ante la fuerza demoledora de los traumas no resueltos, entonces por primera vez sería él quien rompiera las cosas, y no las cosas quienes lo rompieran a él.

Por supuesto que no hizo nada de eso.

Se limitó a tomar la taza de café de la mesa donde había estado sentado antes, cometiendo el error de suspirar cuando el borde casi tocaba sus labios; el vapor le empañó los cristales de los antejos que usaba para leer. En la mesa de tabla redonda y patas rizadas, estilo bar parisino a la intemperie, los últimos ensayos que había corregido se apilaban irregularmente uno encima de otro. Maldijo la idea de no haberles pedido un mínimo de palabras más grande, así aún estaría ocupado agregando sugerencias y marcas de puntuación, en vez de anclado al marco de la ventana negándose a sí mismo estar esperando a alguien.

No creía que ningún hombre le hubiera encontrado jamás tantas cualidades perniciosas al tiempo libre. Bastaba un simple descuido para que el vació relajante comenzara a tomar la forma de las puntas de un cabello desmechado, fino y texturado, para que un rostro que no pertenecía a ninguna persona en particular se definiera con determinación, hasta hacer aparecer una estructura ósea inconfundible y una mueca caprichosa, entonces el silencio, ese cómplice al que tantos secretos le había confiado, solo aumentaba el tenor hasta perforarle la cabeza con una voz avasallante llamando su nombre... se frotaba los ojos frustrado intentando que se desvaneciera, pero todos los átomos del universo estaban complotados en formar una arcilla cadente y lo necesariamente maleable para poder evocar la viva imagen de Louis Tomlinson, pero nunca para poder copiar los rasgos de nadie más.

El sol ya casi no se veía. Rhiannon dormitaba a los pies de la cama con las orejas cayéndole a cada lado y las patas escondidas debajo del cuerpito. Harry sonrió y miró una vez más hacia afuera antes de cerrar el libro. La luz natural ya no era la adecuada para seguir la lectura.

Justo cuando estaba por retirarse dos figuras danzaron enfrente suyo. Los sujetos daban pasos descoordinados y sus sombras se proyectaban largas contra la pared, desafiando la penumbra.

Louis trastabillaba y esquivaba manotazos, la lamparilla le dio sin querer causando que una franja brillante se pinte en su cara. El chico rubio de la clase estaba con él. Niall Horan, si estaba en lo correcto.

Ambos luchaban a forma de juego, el rubio lo tomaba de los brazos mientras Louis trataba de morderlo para soltarse. Harry tragó saliva y una amargura se le asentó en la boca del estómago. La oscuridad le permitió esconderse detrás de las pesadas cortinas.

Genial, ahora no solo espiaba a un adolescente, sino a dos.

La silueta retacona de Louis se aproximó a la ventana haciendo que Harry retrajera aún más la postura. El chico se sentó en el alfeizar con los pies colgando, todavía vestía el uniforme de colegio con el nudo de la corbata flojo y la camisa arrugada. Niall se ubicó a su lado y metió la mano en el pantalón de Louis. Harry se tensó completo, una sensación de pudor lo invadió al mismo tiempo que su respiración se volvió hosca, pero todas las conjeturas se murieron en su cabeza cuando el rubio retiró un paquetito cuadrado del bolsillo de su amigo; estaba buscando la cajetilla de Marlboro.

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