Tres

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I just can't get you out of my head

Boy your loving is all I think about

I just can't get you out of my head

Boy it's more I dare to think about

There's a dark secret in me

Don't leave me locked in your heart

Set me free

Feel the need in me

Set me free

Stay forever and ever and ever and ever

Podría nombrar un centenar de razones por las que era ético, por no decir conveniente, ignorar que Louis Tomlinson existía; comenzando por la parte donde era sensato para su salud mental, y terminando en los sucesos de la noche anterior donde se había autosatisfecho pensando en él, o inspirándose en él, lo que suene menos terrible.

Despertó sintiéndose diferente a otros días, había un alivio pendiendo del aire, tal vez masturbarse funcionaba mejor como relajante que el té de manzanilla. No estaba seguro de querer retomar sus costumbres adolescentes, pero había perdido la fecha del día que consiguió una buena revolcada, el sexo casual nunca fue su fuerte; la falta de compromiso es para la gente que escapa, y Harry quería quedarse, encontrar.

Había pasado su mañana haciendo ejercicio poco exigente, solo trotar por el vecindario y algunas que otras flexiones en el parque que estaba cerca. Más cerca de los treinta que de los veinte, su cuerpo comenzaba a reclamarle más cuidados y hábitos más sanos.

A medida que se acercaba a su hogar, se quitó los audífonos y disminuyó el ritmo, chequeó su contador de pasos para asegurarse de que había hecho una buena rutina, y destapó su botella de energizante celeste. Dio vuelta la manzana, y sus años de juventud en Ámsterdam lo golpearon como un huracán.

Kylie Minogue. La reconocería donde fuera.

Se echó el cabello empapado en sudor fuera de los ojos y se detuvo en el final de la calle. Su casa era la cuarta comenzando la cuadra del lado izquierdo, por ende, la residencia Tomlinson cabía en el tercer lugar. Afuera del garaje una bmw X6 estaba en marcha, tenía las puertas abiertas y el estéreo encendido, Can't get you out of my head sonaba por sus parlantes de última generación y el pavimento vibraba con el aire del verano.

Por favor, no.

Louis apareció desde atrás del vehículo y Harry se ocultó. El chico llevaba unas bermudas azul marino y unas sandalias, la remera hacía notar su ausencia dejándole el pecho colorado por los rayos de sol, y la banda de la ropa interior le sobresalia por la cintura de los shorts. Se inclinó para controlar que el grifo de la manguera funcionara, y Harry apretó los dientes, condenado e inmóvil, desde su guarida de acosador.

Sus manos pequeñas sacaron una esponja que chorreaba jabón de una cubeta roja, escurriéndola comenzó a frotar por todo el capó de la camioneta, se trepó hasta alcanzar el parabrisas y se quedó allí; al parecer se había salpicado detergente en los ojos. Tal vez fue el indomable instinto samaritano de Harry, lo que lo llevo a recatarlo de aquella superficie resbalosa y de aquel ardor insoportable que lo hacía retorcerse. Pero quizá, y solo quizá, fue la necesidad de interrumpir la imagen erótica de Louis en cuatro patas, la curvatura de la columna perfectamente tallada resaltando sus atributos traseros, con el torso mojado, la cabeza tirada hacía atrás, la boca abierta y los párpados apretados, como si estuviera listo para que se corran en su cara.

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