Capítulo 4

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Quedo totalmente paralizada por el estruendo. Durante los segundos que preceden a la explosión las imágenes reales del caos en la plaza se mezclan con mis recuerdos que, hasta ese momento, solo me habían invadido en pesadillas. No consigo diferenciar si estoy soñando o si todo aquello está ocurriendo nuevamente. ¿Era el presentador quién ha volado por los aires, o tal vez era mi padre? Y mi madre, mi madre está en el suelo, veo sus manos. <<¡Tengo que ayudarla, esta vez no dejaré que muera!>>, pienso mientras avanzo entre gente que grita, corre, llora…

 - ¡Janna, Janna vamos tenemos que salir de aquí, reacciona Janna! –escucho mientras me sacuden por los hombros dos robustas manos. –Esta chica está muerta, no puedes hacer nada por ella. ¡Soy yo Steve, estás en shock, vamos Janna vuelve, tenemos que sacar a Aslan de aquí!

El nombre de mi hermano es el catalizador que me devuelve a la realidad, al presente, y es lo hace que me dé cuenta que estoy de rodillas al lado de una chica que está tumbada boca abajo sobre un charco de su propia sangre. Levanto la cabeza y veo a Steve y a mi hermano a mi lado, mirándome fijamente con la cara manchada de negro por culpa del espeso humo que se está extendiendo por la zona. Está llorando, pero a primera vista no parece estar herido.

-¿¡Aslan estás bien!? –intento saber mientras le abrazo con fuerza. Él solamente asiente con la cabeza mientras las lágrimas bajan por sus mejillas. -¿Y tú Steve, estás herido? –añado después cogiendo del brazo a mi compañero de trabajo.

-No, no, creo que no. Estoy bien Janna, pero tenemos que salir de la plaza ahora mismo.

Me levanto para observar asombrada como el escenario donde se estaban celebrando las jornadas está hecho añicos. Mucha de la gente de nuestro alrededor se queja del dolor producido por cristales con los que se han cortado o que han quedado incrustados en su piel después de perforarla. Seguramente son del monitor que debió desmenuzarse en cientos de trozos, pues no hay ni rastro de él. Queda en pie, aunque torcida y no sé por cuanto tiempo, una columna de metal con varios focos que iluminaban el escenario solo unos minutos atrás.

-Tenemos que ayudar a la gente que está herida allí delante –afirmo sin saber de dónde voy a sacar las fuerzas para hacerlo.

-¿Estás loca? ¿Has visto ese poste de hierro verdad?

-Por eso mismo, hay gente tendida en el suelo que aún está con vida, y si cae los aplastará. Tenemos que arrastrar fuera de allí a tantos como podamos hasta que lleguen los delegados de seguridad.

- Janna, estoy muerto de miedo, lo que quiero es irme ya de aquí –contesta Steve con voz temblorosa. –Mírame, soy un saco de grasa que se mueve lentamente, y ya me está costando respirar. ¿En serio crees que voy a poder hacer mucho por ellos?

-De acuerdo, retiraos un poco y no os mováis de aquí. Cuida de mí hermano por favor, vuelvo en seguida.

Saco fuerzas de donde no tengo, avanzando lentamente a través de la gente que camina y corre en dirección contraria. Al llegar a la zona delantera, algunos cuerpos calcinados empiezan a aparecer en el suelo. <<El fuego llegó hasta las primeras filas>>, pienso mientras intento no pisar a nadie ni a nada. A mí izquierda, una chica muerta a la que le faltan las piernas hace que me vuelva a plantear si lo qué estoy haciendo es buena idea, pero decido continuar buscando a individuos que aún respiren. Un poco más adelante un chico con un trozo de cristal clavado en el cuello; muerto. Otro cuerpo abrasado a mi derecha; muerto. Muerte, muerte y muerte es lo único que encuentro y, cuando estoy a punto de desistir de mi idea de poder ayudar a alguien, diviso un brazo que se alza desde el suelo y una voz desgarradora pide auxilio con todas sus fuerzas. Al llegar a ella la reconozco: es Isabel, la primera chica que había participado en la subasta de las Jornadas de la Amistad.

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⏰ Última actualización: May 11, 2014 ⏰

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