Capítulo 8

373 34 28
                                    

POV SARA

Cuando volví del baño observé como Ace estaba mirando el suelo, fijamente. No entendía qué le pasaba, estaba ahí, completamente solo, con la vista clavada en el suelo, y lo único que se me ocurrió para sacarlo de su ensoñación fue tocarle el rostro.

—¿Estás bien?

—Sí...

Esa contestación, esa poca cosa, no me quitó un gramo de preocupación del cuerpo, estaba muy extraño, ahora me miraba a mí con esos ojos oscuros tan absorbentes. Tragué saliva, mi corazón empezó a latir de repente a una velocidad inhumana, perdida completamente en esos orbes.

Joder... sabía que esto de la novia falsa no era buena idea...

Sin previo aviso me cogió de la cintura, acercándome a su cuerpo, de un tirón, me pregunté qué estaría haciendo, abriendo los ojos de par en par. Podría golpearlo, sí, golpearlo en ese momento me pareció lo mejor, pero mi cuerpo no se movía, la cercanía de nuestros cuerpos hacía que ese olor tan masculino llegara a mi nariz, impidiendo que pensara con claridad, y cuando sus labios se unieron a los míos, ahí ya, me perdí del todo.

Noté como profundizaba el beso introduciendo su lengua en mi boca, se sentía tan bien que no quería que se separara, así que respondí con la misma ansiedad con la que él lo hacía, excitándome por un simple beso, como si fuera una adolescente enamorada.

—¿Ace?

Escuché la voz profunda de un hombre algo lejana, y él se separó de mí, observando mi rostro antes de apartarse. No quería que se fuera.

—Padre. Pe...pensaba que llegarías mañana.

Padre. 

Esa palabra me hizo caer de repente en un auténtico abismo. Eso era parte del plan, su padre había llegado y obviamente tenía que dar la impresión de que éramos una pareja de enamorados, por lo que pillarnos en medio de un apasionado beso en el salón sería perfecto. Y yo lo había disfrutado como una estúpida.

Ese chico era mucho más peligroso de lo que yo pensaba.

Por primera vez observé a aquel que llamaban Barba blanca, Edward Newgate, y me sorprendí. No parecía para nada un anciano enfermo, era un anciano, sí, rondaría los setenta o por ahí, era un hombre muy alto, el más alto que había visto en mi vida. La verdad que en ese momento no quería saber cuánto mediría en su juventud, pues los ancianos tendían a disminuir su talla con los años. Su pelo completamente blanco estaba estirado hacia atrás, con gomina, y tenía un gran bigote que parecía una media luna hacia arriba.

—Sí, iba a venir mañana, pero alguien me ha dicho que habían ocupado mi casa unos niños y sus niñeras... Marco, Thatch.

Los dos hombres aparecieron de repente rascándose la cabeza, con el rostro lleno de culpa, como si su verdadero padre los hubiera pillado montando una fiesta en su casa.

—Fue idea nuestra—comentó Thatch.

—Queríamos conocer a su novia antes que tú, los hermanos conocen a las novias antes que los padres ¿o qué?

—¿En casa del padre?

—No, eso fue porque si no lo hubiéramos engañado jamás habría traído a su novia.

Empezaron a discutir, al parecer no sabía que había gente en su propia casa, pero enseguida se echó a reír al ver la cara de culpa de los dos mayores. La verdad era que después de eso las cosas fueron bastante mejor de lo que esperaba, aunque Barba blanca tenía un rostro que a veces daba miedo, la cena transcurrió con bastante normalidad, era un ambiente bastante más relajado de lo que pensaba y las preguntas del enorme hombre de negocios hacia mi persona fueron cosas bastante sencillas, mucho más sencillas que las preguntas del abuelo Garp.

Matrimonio por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora