División

622 70 1
                                    

No soñó nada, pero el descanso había sido reparador. Le daba la sensación que había dormido durante días, así que se hizo a la idea de que la Niebla les había mantenido en su reino blanquecino durante un tiempo. Era el último en despertarse.

—¿Cómo está Hayami? —preguntó nada más abrir los ojos.

—Creo que está más calmado —le dijo Tenma. Era el más cercano a él de todos los presentes—. Quiere salir de aquí, como el resto.

—Tenemos que irnos a la mansión —comentó Nishiki—. Cada vez caen más rayos. Es como si estuvieran buscando algo.

—No digas tonterías —replicó Tsurugi—. ¿Cómo a un rayo a buscar algo? Simplemente cae.

—Pues hace un rato que caen haciendo un recorrido. Creo que los rayos nos buscan.

—¿Pero no era la Niebla quien los controlaba? —intervino Tenma—. Sabía dónde estaba Hayami, nos guio hasta aquí, sabe dónde estamos.

Todos se quedaron en silencio. Siempre eran los rayos los que precedían a la niebla. Quizás los encuentros eran casuales, o quizás la niebla sólo podía aparecer a través de los rayos y esperaba eso, una casualidad.

—Hay que pensar que los rayos y la niebla no están relacionados —dijo Tsurugi por todos. El resto asintió—. En fin, vamos hacia la mansión.

Salieron los cinco del edificio y empezaron a caminar hacia la casa de Shindou. Les quedaba un largo camino, así que se lo tomaron con calma. Iban en silencio. Shindou estaba planificando mentalmente la ruta y vio que prácticamente volverían a patita hasta el centro del Raimon y luego tocaba hacer lo mismo pero hacia el otro lado. Era un pedazo de camino. Ahora la Niebla les vendría bien.

—Mirad los rayos —advirtió Nishiki.

Cada seis o siete segundos caía un rayo (con su trueno incluido). Parecía que venía en diagonal desde el río hasta llegar al barrio donde estaban ellos. Luego cambió de rumbo e hizo un camino a través, como si siguiera una calle. Y volvió a cambiar una vez más, hasta que los rayos aminoraron su potencia y caían desperdigados cerca de ellos. Era como si notaran la presencia humana.

Al final uno cayó muy cerca, pero no apareció la niebla. Los chicos decidieron que lo mejor era desplazarse poco a poco a un lado de la calle y en silencio, como si huyeran de una bestia ciega, pero entonces un rayo cayó a su espalda. Shindou notó como le agarraban fuertemente por el vientre y por la boca y le arrastraban hacia atrás.

—¡Capitán! —gritó Nishiki—. ¡Vamos a por ti!

—¡No! —le devolvió Shindou, liberándose momentáneamente de la "mordaza". La bruma empezaba a envolverle—. ¡Recordad, al centro de reuniones!

—Pero... ¿y la man...?

La bruma había acabado de absorber a Shindou y ya no consiguió oír la frase entera. Estaba separado de sus amigos, solo nuevamente en ese sitio de tiempo cambiante. Se zafó de su captor nada más dejar de oír a Nishiki.

—¿Pero qué te pasa? —le gritó a la Niebla. Solamente ella podía hacer algo así—. Me ayudas, no me ayudas, me vuelves a ayudar ¡y ahora me secuestras!

—Pero es que si no, no es divertido... —replicó con una risita. A Shindou se le estremecía el cuerpo tanta osadía, y sobre todo ese cuerpo helado que tenía. La Niebla cambió la cara—. Tengo un propósito para esto. Ya he visto que os habéis dado cuenta que los rayos no caen al azar.

Shindou relajó su tensa cara para prestarle atención.

—Nishiki ha sido el primero. Tsurugi ha propuesto que tú simplemente apareces cuando los rayos caen cerca de nosotros.

—Así es. Los rayos os buscan. Pero no es por mi culpa.

La Niebla se dirigió a un punto en particular entre las brumas e hizo ademán de sentarse. A su movimiento, la bruma se retiró un poco y dejó entrever dos bancos, uno frente al otro. La Niebla se sentó en uno y Shindou en el otro.

—Explícamelo todo.

—Mira... ya te lo dije. Yo protejo a Kirino. De ti, de sus enemigos, de todos. Por eso sabe usarme en un partido de fútbol. Soy su guardián. Pero no soy el único fenómeno que existe en él. Los rayos son controlados por su dolor, su pena, sus malos pensamientos. La función de estos rayos es simple. Separarte de tus amigos.

—¿Por qué?

—Porque Kirino fue separado de la misma manera tiempo atrás. Y aunque tú le cuidas de vez en cuando, siempre prefieres el bien general y siempre tienes que ser el encargado —Ese retintín de reproche fue bastante doloroso—, y eso significa que Kirino, aunque en parte es feliz, no se nota lleno por dentro. Yo y los rayos estamos de acuerdo en esto. Pero los rayos simplemente te separan de tus amigos, yo lo hago y además intento que entiendas mejor a Kirino.

—Ahora resulta que eres bueno —replicó con aspereza.

—Eh, la culpa es tuya. ¿Quieres recuperar a tu "amigo"? —Hasta hizo las comillas con los dedos—. Pues aclárate. La incertidumbre y este distanciamiento que te has montado es el motivo de todo esto.

Shindou ensombreció el rostro. La Niebla y sus pensamientos coincidían y hacían dudar de su siguiente paso. Ese sueño... había sido muy realista. Un sueño en el que se le declaraba y en el que acababan... Al recordarlo se puso rojo, pero no cambió su cara. ¿Significaba aquello que era algo más que un amigo? Era cierto que habían pasado muchas cosas en la realidad con Kirino, pero nunca lo había pensado como algo romántico. Hasta ahora. Siempre había tenido necesidad de ayudar a Kirino cuando lo necesitaba y se sentía mucho mejor cuando conseguía animarle, y éste a cambio siempre se mantenía a su lado por duras que fueran las condiciones.

—Le estás dando demasiadas vueltas —suspiró la Niebla cuando vio que el silencio se prolongaba demasiado—. Siempre has pecado de lo mismo. Encerrándote contigo mismo, pensando qué es lo que debes hacer. Pero aquí se trata de lo que quieres hacer.

—¿Cómo puedo...? —empezó, pero se cortó cuando vio a la Niebla tremendamente cerca de él, de pie. Ésta se inclinó un poco, acercándose aún más—. ¿Q-qué haces?

—No es la primera vez que te pones rojo. Yo quiero... —Puso sus dos heladas manos en el pecho de Shindou— comprobar que es por lo que yo pienso... —Shindou se encontró con las piernas atrapadas entre las de la Niebla y su pecho acosado por esas manos traviesas. La Niebla cada vez se acercaba más a Shindou, cara a cara—. Siente su respiración tan cerca cuando sabes que no tienes dónde huir —susurró—. Siente que son sus labios los que van a chocar con los tuyos, y sus manos las que te van a tocar...

Shindou ya no se podía echar más para atrás. Su corazón iba a mil por hora, empezaba a costarle recordar que a quien tenía delante no era a Kirino. Pero era tan parecido... Su cuerpo reaccionaba como nunca antes, en muchos aspectos. Pero no era lo mismo que en ese sueño... Cuando el beso ya estaba a un milímetro y las manos empezaron a bajar se dio cuenta. Kirino no era de ese tipo.

—¡Tú no eres él, nunca haría esto! —gritó, empujándole con fuerza lejos de él. La Niebla cayó al suelo con una cara algo lastimera que sí era típica de Kirino, pero no se dejó engañar. Aunque tampoco tenía intención de levantarse. Antes su cuerpo tenía que calmarse y que no se notara tanto lo caliente que le había puesto la situación solamente por ver a la figura de Kirino hacer eso.

—Exacto —dijo, mientras se levantaba, de nuevo con esa sonrisa—. Yo no soy él. Te acabas de responder a tus propias preguntas.

Ya no era simplemente que se cuidaban mutuamente. Ni tampoco el aprecio que le tenía. Ni las dudas del sueño. Aquello había sido muy real, y aunque de personalidad no era Kirino, había quedado claro que su cuerpo estaría encantado de repetir una escena parecida a esa. Lo que sentía por fin estaba claro. Shindou se levantó con firmeza.

—Llévame hasta Kirino.

—Será un placer —dijo la Niebla con la cara más amable que había puesto hasta el momento.

The Mist [Inazuma Eleven Go - Shindou x Kirino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora