Luz de Luna

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—¡Kirino! ¡Para! ¡Soy yo, soy Shindou!

Los rayos le arrinconaron contra la puerta de la sala. Entonces dejaron de acosarle, para volverse más potentes y ruidosos, hasta el punto que empezaron a romper la pared y el techo.

—¡Para, por favor! —gritó desesperadamente—. ¡Soy yo!

Pero los rayos siguieron abriendo boquetes, en el techo, en la pared, algunos acercándose peligrosamente al piano, otros haciendo caer partes del muro. Al cabo de unos minutos así, los rayos cesaron. Ya no eran necesarios, pues la pared y parte del techo cayeron solos al suelo del jardín, muchos metros abajo, y de la habitación.

Delante de él, suspendida en el aire, una figura oscurecida se alzaba entre un montón de nubes negras que soltaban chispas constantemente. Las nubes electrificadas se expandieron por toda la habitación y por los alrededores, mientras esa figura se elevaba y se alejaba con la ayuda de sus nubes. Acababa de crear un camino de nubes para que Shindou le siguiera. Éste sabía muy bien de quien se trataba.

—Kirino...

Shindou caminó hacia las nubes. Cuando tocó la primera de ellas notó un calambre suave. Además, descubrió que no se hundía demasiado en ellas. Era como una gran masa de algodón. Aquellas nubes eran muy especiales.

Pisando más seguro, Shindou aceleró el paso hasta Kirino. Dejó atrás la mansión para adentrarse en una tormenta. Era como estar en el ojo de una tormenta, en realidad. Además, allí arriba era de noche. Porque pese a esas nubes tan negras, había atisbos de la Luna y se podían ver trozos de cielo.

—Kirino —le dijo con voz suave, cuando se encontró con él en una ancha plataforma de nube electrificada—. Para esto. Ya estoy aquí.

Pero cuando se acercó a la figura, los rayos iluminaron su imagen y vio que no era Kirino. Era su Dolor. Un Kirino con el pelo rojo muy oscuro, con mechones blancos. La piel más oscura, una mirada amarilla llena de odio y sadismo. Vestía también del Raimon, como la Niebla, pero no era descolorido, era púrpura con los dibujos amarillos intensos, casi tirando a naranja.

—Por fin has llegado —dijo sombríamente el Dolor—. ¿Sabes? He probado de todo para que sintieras lo que yo siento. Te he separado todo lo que he podido de tus amigos. Te he confundido. Te he hecho sufrir por alguien que no sabes si aún vive. Te he enviado a la Niebla para que te perdieras, pero la muy... me ha traicionado. Al final ha resultado ser devota a Kirino. Pero Kirino ya no existe. Sólo quedo yo. Has llegado tarde. ¡Y ahora te toca pagar las consecuencias!

Las nubes se iluminaron de golpe, soltando pequeños rayos que aparecían y desaparecían. El suelo se volvió blanco bajo los pies de Kirino.

—¡¡Aaaaaaaaagh!! —Mil rayos atravesaron su cuerpo como estacas, haciendo que su cuerpo cayera al suelo, adormecido. Cuando los rayos pararon de circular por su cuerpo, pudo respirar entrecortadamente—. Por favor... Kirino...

—¡Kirino no existe!

Los rayos ascendieron por sus piernas y de nuevo tensaron su cuerpo, obligándole a quedar de rodillas, mientras gritaba todo lo fuerte que podía para desviar algo el dolor. Empezó a temblar violentamente y notó como los rayos salían por la punta de sus dedos, deshaciéndose en el aire.

Finalmente cesaron. Temblando como estaba, probó de moverse un poco, entre espasmos. Pudo ver su piel quemada, echando humo, notaba su mandíbula castañear. Se acercó a la figura de Kirino gateando como pudo.

—Ki-kirino... y-yo... t-te quiero... ¡Agh! —Un calambre violento hizo que su cuerpo convulsionara por un segundo. El impulso necesario para que su brazo cogiera la chaqueta del Dolor de Kirino—. Ti-tienes que...

The Mist [Inazuma Eleven Go - Shindou x Kirino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora