El centro de reuniones

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Shindou caminó nerviosamente hacia el centro. El corazón aún estaba saltando por la imagen de su sueño y aún tenía el susto de ver a la Niebla de Kirino metamorfoseada en su mejor amigo. ¿Todo eso estaba ocurriendo por su culpa? La Niebla lo había dejado claro.

—Maldita sea, Kirino, nunca me dijiste nada...

No quiso correr porque tenía miedo de que ese mundo extraño cambiara de repente y la niebla reapareciera, o que literalmente le partiera un rayo. Simplemente anduvo a un paso moderado.

Cuando estaba empezando a acercarse al instituto y al estadio, se encontró con una nueva capa de niebla que le bloqueaba la visión. No tenía más remedio que adentrarse en ella para seguir adelante, pero por si no hubiera sido suficiente para convencerlo, otro rayo cayó, dejándole medio sordo, y casi al instante la capa de niebla le cerró el paso a sus espaldas. Ni orientación, ni dirección... solamente podía seguir adelante.

Después de diez minutos caminando y haciendo aspavientos con los brazos para deshacer un poco la niebla, oyó pasos.

—¿Hola? ¡Estoy aquí!

Los pasos se intensificaron, casi corrieron hacia la voz de Shindou. Cuando parecía que los tenía delante, cesaron.

—No me puedes ver... estás ciego... —dijo una voz muy familiar. No era de ninguno de sus amigos del Raimon, ni de su familia. Solamente las huellas de los zapatos y esa voz algo distorsionada—. Pon tu zapato en esta huella que ves delante tuyo.

Shindou hizo caso. Vio como más huellas surgían en la arena. "Espera, arena", pensó, "en la ciudad solamente hay arena en los parques infantiles y al alrededor del campo de fútbol del río. ¿Habré vuelto atrás?". Puso su pie justo encima de la huella señalada. Encajaba perfectamente.

—Tú... tú eres... ¿yo? —dijo dubitativamente el músico.

—Te has perdido. Y has hecho que se pierda gente de tu alrededor —dijo el ser invisible, que parecía ser una réplica del propio Shindou.

—Pero estamos en el Holy Road, estamos en la revolución...

—Entonces también te perdiste, ¿recuerdas? Pero ese chico, Tenma, te abrió los ojos. ¿A quién necesitarás esta vez para que te guíe, capitán? —Esa última palabra iba cargada de burla y algo de desprecio. Para ser su réplica, no se parecía nada a él.

—Espera... yo...

Pero los pasos se alejaron hasta desaparecer su sonido. Shindou probó de perseguirlos, pero la arena se volvió asfalto de nuevo y se perdió el rastro. Consternado y abatido, Shindou se arrodilló en el suelo frío.

—¿Por qué me está pasando esto? ¿Y por qué a mis amigos? —dijo, empezando a llorar en silencio—. ¿Por qué Kirino? ¿Dónde estás?

Nadie le respondió. Solamente cerró los ojos y lloró en silencio, recordando acontecimientos recientes con el equipo, los partidos, las nuevas habilidades... y se dio cuenta de algo. Kirino no aparecía en muchas de ellas. ¿Por qué no? Todos festejaban los resultados de todos, pero él... quedaba al margen. ¿O eran los recuerdos de Shindou los que le decían eso?

Se levantó, se secó las lágrimas y empezó a andar decidido a arreglar eso. Iba a demostrarle a Kirino que era tan importante como el resto para él. Que también podía estar por él.

—Kirino... te voy a encontrar. Y vamos a volver juntos a casa.

Su renovada voluntad dio efecto casi de inmediato. La niebla le mostró un camino, como si fuera un túnel, y Shindou corrió de nuevo siguiéndolo. Al final, pisó losas grandes y supo que era la entrada del estadio, donde había el centro de reuniones. La niebla se disolvió cuando pisó la primera escalera, mostrando un edificio en parte calcinado, por los rayos constantes que le sacudían, y desgastado, como si estuviera abandonado. Entró corriendo, esperando encontrarse allí a Nishiki. Por dentro el edificio estaba extrañamente intacto, ni un rasguño, ni una bombilla fundida. Cuando entró a la sala, allí estaba Nishiki.

—¡Nishiki...! —Pero no estaba solo—. ¿Tsurugi? ¿Tú también has acabado aquí?

—¡Tío, hace horas que te esperamos! —se quejó Nishiki. Más bien parecía preocupado.

—¿Horas? Bueno... no me extraña. Este mundo es muy raro. ¿Cómo ha llegado aquí Tsurugi?

—Aparecí delante del estadio —dijo sin mirarle, en su postura habitual, recostado en una pared—. El rayo impactó delante de mí. ¿Qué está pasando, Shindou? ¿Dónde está Kirino? Debería estar con nosotros, estaba justo delante de mí.

—Bueno, yo estaba a unos metros de ti y he aparecido al lado del río —le explicó Nishiki.

—Este no es nuestro mundo —intervino Shindou—. Es el de Kirino.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando desapareciste de mi lado por la niebla, un ser muy parecido a Kirino se me apareció. Era como si fuera en blanco y negro, y se autodenominó "la Niebla de Kirino". Dice que le protege.

—¿De qué?

—Pues... de mí —dijo, avergonzado—. Todo esto es culpa mía.

—No lo entiendo —suspiró Nishiki.

—Kirino sufre por tu culpa —le acusó directamente Tsurugi, sin moverse ni subir su tono de voz— y tú no has hecho nada para prevenir esto.

—¿Lo sabes?

—Pues claro. Hay que estar ciego para no darse cuenta. Ahora nos has metido a Nishiki y a mí en esto, cuando en realidad no pintamos nada. Y a saber si Kirino no ha arrastrado a más gente aquí.

—¿Un poco de información para el nuevo, quizás?

—Kirino está enamorado de Shindou. Y la maldita inseguridad y ceguera de nuestro capitán han derrumbado a Kirino —explicó. Luego su mirada volvió a Shindou e incluso se acercó un poco al capitán—. ¿Canto tiempo hace que estáis en esta situación?

—No... yo... no lo sé.

—Genial. Suerte que es tu mejor amigo.

—No seas tan duro con él—intervino Nishiki—. No ha sido fácil para Shindou tampoco, con todo lo que ha ido pasando.

—Dejemos esto. Hay que ir a buscar a Kirino —dijo decidido Shindou. Luego se derrumbó un poco. Sus cambios de ánimo eran su especialidad—. No sé ni por dónde empezar.

—Y además, por lo que parece, eres el único que desaparece durante horas en la niebla —comentó Tsurugi—. No sé si podemos ayudarte. Deberías hacer esto solo. Nosotros reuniremos a más gente que estuviera a nuestro alrededor en el momento que Kirino usó la niebla.

—Me parece bien.

Después de una discusión intensa y de ver Shindou una vez más todo lo que había provocado, se pusieron en marcha. Pero cuando fueron los tres hacia la puerta, el edificio tembló durante unos segundos y la puerta se abrió sola. Pero detrás no estaba el pasillo de siempre, sino uno de muy oscuro, que más bien parecía que llevara a un estadio.

—¿Qué hacemos? —preguntó Nishiki—. Si nos movemos podríamos aparecer en el quinto pino.

Antes de pensar en una respuesta, el sonido de un trueno sacudió el túnel y acto seguido la bruma invadió el lugar, aunque no cerró el paso hacia la luz. En el centro de la bruma, Shindou reconoció a alguien.

—¿Kirino? —le llamó Nishiki.

—No. Es la Niebla —sentenció el capitán.

—Ven —ordenó la Niebla a Shindou. Le estaba ofreciendo la mano y su mirada gris era algo compasiva.

Shindou sintió como sus pies reaccionaban solos. La Niebla tenía algo de hipnótico. También notó como sus compañeros le seguían. Nadie se quejó al respecto. Cuando el capitán estuvo apenas a dos pasos de la Niebla, ésta le agarró de la mano, inesperadamente para el primero. Estaba helada. Parecía que la Niebla estuviera como... muerta. Que era piedra.

—Shindou —le despertó Tsurugi. El capitán se giró, pero hizo una señal para hacerle saber que todo iba bien.

La Niebla pasó del agarrón a una suave caricia de la mano. Shindou no pudo evitar alterarse un poco, en parte porque estaba helado, en parte porque pensaba que la Niebla era parte de Kirino, y éste era... Levantó la mirada a los ojos de la Niebla. Ésta sonrió, y por un segundo sus ojos fueron de color cian, no grises, pero solamente fue eso, un segundo.

The Mist [Inazuma Eleven Go - Shindou x Kirino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora