Conociéndonos

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Se despierta sobresaltado, jadea y sus miembros se contraen involuntariamente. El eco de su propio grito aún en sus oídos. Busca frenéticamente en la oscuridad, desorientado y empapado en sudor. La sensación de miedo y ansiedad le siguen hasta la plena consciencia. Cierra los ojos y traga bocanadas de aire que nunca parecen ser suficientes. Todo está bien. Pensó desesperadamente, pero sintiendo que su cuerpo hiperventilaba contra su control. Sabía que tenía que relajarse, pensar solo haría que la lucha se prolongara más.
Había pasado tanto tiempo desde que aquellas imágenes le torturaban, que creyó que ya lo tenía superado. Después de todos esos años, las largas sesiones de terapia y del tratamiento farmacológico así debería ser. Pero ahí estaban de nuevo, tan presentes que puede sentir el dolor, el miedo, la vergüenza... Muchos de sus recuerdos, demasiados, tenían aquel mismo regusto.
Sabe muy bien lo que trajo de vuelta esas horribles pesadillas. Unos días antes todo su mundo se derrumbó cuando leyó el guion para el siguiente capítulo: Un demonio lo capturaba y le latigueaba atado por las muñecas.

Resulta curioso lo irónico y cruel que puede llegar a ser el destino. Pareciera que estuviera riéndose de él descaradamente. 

-¡Dios! Esto debe ser una broma, no puede ser real. ¡Cómo voy a interpretar esto!

Por un momento no sabe si quiere llorar o reír histéricamente, aunque no hace ninguna de las dos cosas.

Totalmente derrotado, se dirige al director de la serie pero también amigo, Eric Kripke.
Intentando disimular el gesto desencajado de su cara, pregunta si pueden anular o cambiar de alguna manera esa escena. Según lo decía, a él mismo le sonaba totalmente ridículo lo que pedía, sobre todo, sin tener ningún argumento de peso que de alguna manera lo justifique. Añade que es importante para él y que sus razones son "personales".
Muy poco le importó que Eric pudiera pensar que se trataba de algún tipo de complejo. Al fin y al cabo, que pensara eso era mejor que la realidad. Sí, mucho mejor. Si tiene un próximo contrato, piensa exigir una cláusula especial para impedir que esto le vuelva a suceder, aunque ello implique el riesgo de perder el contrato. Pero de momento, todavía le queda por delante un duro reto.

Después de mucho rogar, viendo kripke lo mucho que esto afecta al chico y por el gran aprecio que le tiene, decide que al menos haría lo posible por cambiar un detalle de la escena: la parte en la que le desgarra la camiseta y deja su espalda al descubierto.

-Puedo hacerlo, puedo hacerlo, ¡tengo que hacerlo!- Se repetía una y otra vez para simplemente auto convencerse.

Arrastrando los pies se dirige al baño para darse una ducha. Se quita la camiseta y mira a los ojos de la imagen reflejada en el espejo; a su piel blanca, a sus claras pecas dispersas por su nariz y mejillas. Luego mira su torso, mientras va girando lentamente a la derecha hasta ver casi completamente la espalda; con la mirada hace recuento de cada cicatriz que ensucia su cuerpo.
Aunque nunca se olvida de ellas, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que las miró, tal vez esperando que así alguna desaparezca; pero no tiene suerte, ahí están todas y cada una de ellas. No importa las veces que las haya visto, siempre le impresionan casi como si las contemplara por primera vez.

Después de ducharse se dirige a la cocina y se prepara un café, aún era temprano pero no quería ni podría volver a dormir.
Sin darse cuenta, se encuentra pensando en su co-estrella y gran amigo, Jared. Aquel chico altísimo, de personalidad arrolladora, con cara de niño y mirada lujuriosa. Ese que sonríe a todas horas, de forma amplia y brillante, que abraza a todo el mundo, que no tiene idea de lo que es el espacio personal y que, maldita sea, ni falta que le hace. Es más, cada vez le gusta más ser víctima de ese defecto pero, curiosamente lo odia cuando esa invasión es dirigida a otros.

RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora