Epílogo

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A la mañana siguiente, Jensen se despierta plácidamente y con los brazos llenos de Jared. En ese instante sabe que quiere eso. Quiere despertar al lado de ese cuerpo tibio y palpitante todos los días, y a ser posible, el resto de su vida. Sonríe feliz ante el pensamiento de que a partir de ahora, cuando Jared abra sus brazos, él entrará en ellos sin dudarlo.
Sólo son las 6 de la mañana pero sus ojos están abiertos. Sonríe al recordar lo que pasó hace sólo unas horas.
El chico se gira en ese momento y se encoge a un lado. Jensen aprovecha y se acurruca sobre su espalda pasándole el brazo izquierdo por encima de su cintura. Agradece la forma en que el otro duerme, porque le encanta amoldarse a su forma, y no sería posible si durmiera por ejemplo como una estrella de mar, porque...¿Cómo te acurrucas a una estrella de mar? Sumido en estos tontos pensamientos, no se da cuenta de que está haciendo líneas imaginarias sobre el vientre de su amante; entre eso y su respiración sobre la nuca, Jared va despertando. El relajado estómago de éste de repente se contrae, para al momento volverse a relajar. Jensen frunce el ceño y vuelve a acariciar. El estómago de nuevo se contrae.

-¿Que ha sido eso? ¿Tienes cosquillas nenaza? -Jared se estremece cuando oye la voz grave por el sueño de Jensen en su oído.
-¿Yo? que va! ¡y no me llames nenaza! Que sea pasivo no quiere decir que sea femenino.

-Lo sé.

-Además, estoy seguro de que también soy activo, la próxima vez, cambiamos.

-Ya veremos... -Le provoca con una oculta sonrisa. Le vuelve a pasar sus dedos, esta vez aún con más suavidad.

Jared hunde su cara en la almohada para silenciar la risa, pero los movimientos de su cuerpo le delatan claramente.

-Vale, vale, sí, tengo cosquillas. Pero eso no me convierte en una nenaza, todo el mundo tiene cosquillas. -Jensen ríe con su disculpa.
Entonces el alto se gira para ponerse cara a cara, y muy juntos, se miran a los ojos.

-Debe ser cierto eso de que los ojos son el espejo del alma, porque tienes unos ojos preciosos como he visto pocos.

Y ahí está otra vez la tímida mirada de Jensen, ese al que le cuesta tanto aceptar un cumplido. A Jared le encanta ver cómo se ruboriza, y ahora no logra entender como habiendo tenido esa infancia tan traumática, podía seguir conservando en su interior ese candor. A Jared le resulta completamente arrebatador.

-Si yo soy una nenaza por tener cosquillas, tú eres otra por ruborizarte como una princesa de cuento.
-¡Yo no me ruborizo!
-Por supuesto, como yo no tengo cosquillas. ¡Vamos! no te avergüences, a mí me encanta. Fue lo primero que me atrajo de ti la primera vez que te vi ¿te acuerdas? Cuando te quitaste las gafas de sol, me miraste directamente a los ojos y yo no pude decir más que ¡guaau! Entonces tú te ruborizaste.

-Sí lo recuerdo, es el mejor piropo que me han dicho nunca.

Jared rio fuerte y continuó.

-Me encanta cuando bizqueas un poquito al fijar la vista en algo, y como intentas no hacerlo. Es excitante.
-¿Te pones duro con mis ojos, Jay? -sonríe presumido.
-Completamente -no era eso a lo que se refería pero decidió ir adelante con la broma.
-Y tus pecas... Un día de estos te despertarás con toda la nariz pintada. Estoy resistiendo la tentación de jugar a unir puntos desde que las vi.

Jensen se ríe bajito y el corazón de Jared se expande ante el profundo sonido que vibra en su pecho, como el ronroneo de un gato. Podría seguir hablando de cuánto le gustan sus pecas. De cómo le pone nombre a algunas de sus ellas y le pide deseos como si fueran estrellas. Es demasiado raro incluso para él, por eso obviará contárselo.

-Pero ¡eh! No pienses que te tengo envidia. Yo soy precioso, no lo olvides- Jensen sonríe feliz.

-Sí que lo eres. Yo nunca te mentiría. Bueno, queda claro que te gusto físicamente.

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