MIEDO AL AMOR

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Voy a ser valiente: tengo miedo. Miedo a darme cuenta que siento algo que no debería sentir. Miedo a que hayas despertado los fantasmas de pasado. Miedo, porque anoche estuve pensando en ti, y antes de ayer, y ahora mismo, y ni si quiera yo soy capaz de entenderlo. Vamos a pensar que estoy confundida y que simplemente es una rayada, de esas que me vienen una vez al mes. Vamos a creernos que no sonrío más de la cuenta si te miro o que no se para el tiempo cuando estoy contigo. Vamos a suponer que no te imagino por las noches y no recuerdo todos los momentos que pasé contigo una y otra vez. Supongamos que no te echo de menos cuando te tengo a 3 cm de distancia y que no tengo celos cuando me hablas de otra gente. Supongamos que no echo de menos aquellos momentos donde el mundo deja de existir y solo importa tu sonrisa y mis ganas de morderla, que no pienso en aquello que no pudimos ser o en lo que nunca seremos. Supongamos que no guardo tu último beso bajo llave por si acaso no se repite y que no recuerdo aquello que me dijiste la última vez que fuimos sinceros. Venga, juguemos al juego de que ninguno de los dos siente nada, juguemos, porque tengo miedo de aceptar que seguimos siendo los mismo imbéciles que se quisieron a escondidas. Nadie dijo que eso de ser amigos fuera fácil, pero ninguno de los dos estábamos dispuestos a perdernos del todo, y fue la mejor forma de quedarme a tu lado. O tal vez la peor. Si te soy sincera, incluso yo me he llegado a creer que ya no me importabas, he llegado a pensar que mi cabeza había conseguido separar lo que fuimos de lo que no podíamos ser. Pero ahora no se si ha sido realidad o simplemente escudo. Sigo pensando que no puedo estar contigo, somos demasiado diferentes, o tal vez nos parecemos demasiado, pero ya nos dimos contra la misma pared de la inseguridad demasiadas veces como para volver a coger carrerilla. No vengo a decirte eso, simplemente necesitaba decirte que, tal vez, para mí sigues siendo igual de importante como lo fuiste en su momento. Han pasado muchos meses intentando distanciarme de ti para que no sufras, o tal vez para no sufrir yo, pero no puedo, no podemos, hay algo que siempre me hace regresar donde tu estés, hay algo que no me deja irme. Y ese algo eres tú. Con tus tonterías, tus enfados, tus miradas que hablan más que tus palabras, tus bobadas, la forma que tienes de hacerme sentir que sigo siendo una niña pequeña, una niña con miedo a que descubras que hay 1000 personas ahí fuera dispuestas a ocupar la cama donde tantas noches dormí. Con miedo a que ya no me necesites, con miedo a necesitarte. Con miedo a todo lo que tenga que ver contigo. Pero sigues aquí, después de todo, y no entiendo si por comodidad, por costumbre o porque tú tampoco sabes lo que sientes. Quién sabe, quizá aquellas bromas esconden demasiadas verdades y yo no he sabido leer entre líneas, o tal vez no he querido, para no tener que aceptar que el pasado nos está llamando a la puerta. Deja de mirarme con esos ojos cuando estamos juntos, deja de sonreír cada vez que te miro, deja de ser tan tu... Porque a veces, y solo a veces, echo de menos ser nosotros. Los dos sabemos que hay cosas que no funcionan y una de ellos somos tu y yo, y tal vez por eso tengo miedo, a quererte, a que me quieras, a darnos cuenta que no hemos sido capaces de separar el cariño del amor. Pero es tu culpa, es tu culpa por hacerme sentir especial a cada rato, por ser tan tú, por convertirte en todo. Y ese es el problema, cuando alguien se convierte en todo, porque caes en el riesgo de quedarte sin nada si algo falla. Y los dos sabemos que a ninguno de los dos nos sale nada bien. No vamos a ser una excepción. No sé porque te escribo esto, tal vez sea para decirte que creo que estoy volviendo a ver el muro enfrente nuestra y que no sé si alguno de los dos quiere parar, tal vez porque no tengo el valor de aceptar que has vuelto a resucitar aquello que creí enterrado.

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