Micaela era su nombre. Un nombre tan hermoso y una historia tan trágica. Se había enamorado de la manera mas pura posible, y por su inigualable belleza y personalidad totalmente única había sido correspondida. Pero ¿realmente conocía ella a la persona de la que estaba enamorada?
Realmente no. No lo conocía para nada, no sabia todo el daño que el había hecho, no conocía las cosas atroces que esa persona ocultaba.
Ella no era nada mas y nada menos que una victima más para la lista de aquel hombre que había logrado cautivarla. Habían pasado meses para que este sujeto logre conquistarle, y había usado minutos para lograr desaparecerla.
Es una total ironía y una injusticia que por amor vino al mundo y que por amor se haya ido.
No se lo merecía, ni ella ni ninguna de las otras mujeres. Pero ahora compartían una fosa común detrás de la casa del bosque donde había dado su ultimo respiro, donde había dado su ultimo beso y donde había pronunciado sus ultimas palabras.
"A pesar de lo que harás, te amo y te amare para toda la eternidad" fue lo ultimo que dijo antes que él le cortase la garganta, le quitara los ojos y arrastrara el cadáver por toda la tierra para tirarla en un hoyo donde tiraba a todas sus antiguas amantes que tal cual Micaela habían caído en una absurda trampa de amor.
Nadie había esperado que el mismísimo asesino luego de horas de observar con plena locura los ojos arrancados de todas las mujeres que había asesinado, sintiera culpa.
Todos los ojos los puso en una bolsa y tras una difícil decisión se habría encaminado a la comisaria mas cercana, donde lo único que hizo fue colocarla en el mostrador y tras una mirada de desesperada locura decir "Yo las asesine, las mate a todas, les saque los ojos, pobre Micaela". El llanto que vino después de la confesión fue lo más impredecible, demostraba singular desquicio.
La aguja con veneno fue el castigo dictado por la corte, seria el primero en estrenarla como castigo en un penal. Muchos estaban en desacuerdo que un criminal tan fuera de si, muriera tan pacíficamente, se proponía la silla eléctrica u otras torturas, pero la inyección fue la elegida por el juez.
Así murió él dejando en impotencia a todas las familias que habían sido destruidas por su culpa. Pero lo que nadie había entendido es que el amor profundo de Micaela lo había liberado, había hecho que aquel vil asesino confesara y sacara sus demonios antes del trágico final.