Cuento Corto 3: "Libre"

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NUEVA YORK. 1979

Hacia tiempo que venia sintiendo esto, y trataba de ocultarlo, lo juro, quería ocultarlo. Mamá solía decirme que no era normal, que intentara mantenerlo en secreto, pero con la aparición de Lucio se me hizo imposible.

Nos habíamos conocido en la universidad y nos habíamos hecho amigos desde entonces. Había sido muy bueno conmigo, y tenia mucha confianza en él, pero no la suficiente como para contarle que me gustaban los hombres. Con el tiempo creo que comencé a interpretar un poco distinto sus actitudes conmigo, y creo que fue ahí cuando comenzó a gustarme.

Ojala no lo hubiera hecho, ojala no me hubiera cruzado con el nunca.

Fue entonces que el tiempo seguía y mi enamoramiento se hizo mas profundo y casi mas difícil de ocultar. Tenia miedo. Mamá decía que yo estaba enfermo y que debía cambiar; si alguien mas que ella se enteraba, serian hasta capaces de matarme.

Tenia miedo, mucho miedo. Pero algo mas profundo que el miedo que sentía era la impotencia de no poder ser mismo y vivir bajo una sombra por algo que no controlaba.

Quería ser libre y no podía. Quería intentar amar a Lucio libremente pero no podía.

Ya no lo podía ocultar mas y escribí una carta. Escribí todos y cada uno de mis sentimientos hacia él, decía que lo amaba y que creía que el también sentía lo mismo, que podíamos llegar a ser felices si luchábamos juntos.

Pero me arrepentí de dársela cuando al ir a su departamento lo vi teniendo relaciones con una de nuestras compañeras de clases. Mi corazón se había roto en mil pedazos. Y me sentía muy tonto al pensar que el era como yo, me sentí un idiota por no creerle a mamá.

Esa carta en la que había puesto mi corazón debía ser desaparecida, y mis sentimientos por el también debían hacerlo. Pero todo fue de mal en peor desde que la escribí.

Desde que lo había visto teniendo sexo con aquella chica había pasado un mes de puro dolor, pero el dolor llego a su fin cuando el la encontró, sí... había encontrado la carta. Estábamos en mi departamento y el buscaba unos apuntes de química cuando la carta apareció ante sus ojos.

Al escucharlo en silencio y no haciendo sus continuas bromas sobre lo desordenado que era me preocupe. Y cuando lo vi leyendo la carta mi corazón se freno por unos instantes hasta que la bajo.

Una pequeña parte de mi pensaba que aceptaría estar conmigo, que aceptaría siquiera seguir siendo mi amigo después de esa fuerte confesión. Pero no sucedió así, lo único que hizo fue mirarme y con una expresión de decepción tomo su mochila y salió de mi departamento . Ahí fue cuando el dolor de todo aquel mes se fue.

Fue como si estuviera en un limbo de nada mas que la nada misma. Sentía el no sentir nada. Era como no encontrarle sentido a la vida en sí; y ese sentimiento siguió unas semanas más cuando me entere que se había mudado de Nueva York.

Cuando se lo conté a mamá, su decepción y enojo era mas grande que cualquier otro sentimiento que pudiera sentir hacia mi. Eso y el sentirme solo, fue el detonante para tomar la decisión que marcaria el final de mi vida.

Ese mismo día que había discutido con mi madre, volví a mi departamento, tome una soga que usaba en alpinismo y la colgué en la viga principal del techo. Mis pies estaban apoyados en la silla donde Lucio se había sentado a leer la carta. Tenia puesto el vestido de mi madre y había escrito una carta de despedida.

"Hoy 30 de Septiembre, tomo una decisión importante. Quiero que todas las personas sepan, quien fui y porque estoy haciendo esto. Quiero que todos los que alguna vez se sintieron como yo salgan y peleen. Que no se repriman porque tarde o temprano tendrán que aceptar que estamos aquí y que somos iguales a ellos. Por favor no hagan lo que yo, luchen por el amor de su vida, no se rindan. No dejen que nadie les diga como tienen que ser.

Aquí estamos, aquí estaremos siempre que nadie lo olvide. Luchen por ser ustedes mismos.

                                                                                                                Erick."

Así fue que deje la carta en la silla y la soga comenzó a apretar mi cuello cada vez más hasta que el oxigeno dejo de pasar. Mi muerte no fue para nada dolorosa, y me atrevería a decir que la disfrute. Mi vida había tenido un propósito, el descubrir quien soy y con esa carta hacer que los demás sepan quienes era.

Con respecto a Lucio, su vida mejoro, y luego de mi muerte vuelve a nueva york todos los años para dejar flores a mi tumba. Un gesto que demuestra que aunque sea un poco me quiso.

Cuentos CortosWhere stories live. Discover now