Esta escena la había visto antes, me encuentro sentado en una banca pública del parque en donde solía jugar cuando niño. Por algún motivo todo parece muy grande… No, yo soy el pequeño. El sol hace suponer que son las 17:00 pm.
Mi cuerpo y visión se dirigen por sí solos, al igual que en aquél triste sueño que tuve mientras dormía en el jardín de la escuela. ¡Claro!, entonces es un recuerdo similar.
Los típicos juegos de estos sitios —tobogán, balancín, entre otros— permanecen vacíos, de hecho, soy el único en el área. Me levanto y durante algunos instantes finjo divertirme al gritar que soy un superhéroe y el parque es la ciudad que debo salvar. Desde la parte inferior, ingreso a un gran torbellino azul —bueno, al tobogán del color anteriormente dicho—. Comienzo a subir por el túnel, arriba se encuentra el villano a quien debo detener, mi corazón palpita estruendosamente antes de la pelea.
—¡Nunca permitiré que destruyas la ciudad! —grito, valerosamente. Aún no puedo vislumbrar otra cosa que no sea el plástico azul. Con un gran esfuerzo, logro tocar el borde de la salida—. ¡Una vez que salga del torbellino, serás derrotado!
Usando toda mi fuerza, me impulso; alcanzo la base en donde te sientas antes de deslizarte. Sin embargo, la plataforma que debería encontrarse vacía, ya no lo está. Una chica de aproximadamente dieciséis años de edad se encuentra frente a mí; recostada sobre su estómago a lo largo del «pasillo» que conecta el tobogán a otra sección del juego, de hecho, me sorprende que cupiera en tan reducido espacio. La fémina me mira a los ojos mientras sonríe, su mentón descansa sobre sus manos con las palmas pegadas al plástico del juego.
—Has tardado mucho, héroe —declara, con una tonalidad inusualmente pícara para dirigirse a un niño.
La sorpresa ocasiona que mi cuerpo se retraiga bruscamente y, de manera inevitable caiga por donde acababa de subir. De mis labios sale un estruendoso grito, al finalizar mi descenso puedo observar que el mundo ha girado 180°. Poco después, la fémina de cabello negro y ojos color violeta llega a la salida del tobogán, suspira y me levanta; colocándose frente a mí.
—Discúlpame, no pensé que te asustarías así… —declara, divertida.
—No me asusté —contesto, enfadado. Claro, un superhéroe no puede asustarse.
—Oh, ¿entonces por qué gritaste mientras caías?
No respondo, ha dado justo en el clavo. Giro mi cabeza para evitar ver su expresión de satisfacción. Pero, tomándome desprevenido, la pelinegra me abraza con fuerza mientras exclama:
—¡Dios, eres adorable! —La chica frota su cara contra mi cabello, al igual que a un peluche de felpa.
Tanto mi yo actual como mi yo del pasado, nos avergonzamos. El rubor del infante probablemente se deba a que lo están tratando como un niño —A pesar de serlo—. Sin embargo, para un joven de quince años de edad quien está en el clímax de su pubertad, sus preocupaciones pueden enfocarse en otra cosa…
«¡Ah, está presionando su pecho contra mi rostro! ¡No, piensa en otra cosa. Ni siquiera conozco a esta persona, si cedo ante la sensación seré exactamente la clase de animal que aquella estudiante de secundaria piensa que soy!»
***
Fueron varios los «ataques» que el joven Leonardo Bravo soportó por algún tiempo. Para redimirse, la pelinegra compró dos conos de helado para que disfrutáramos juntos el atardecer; sentados en la banca del parque. Cualquier persona en su sano juicio sospecharía de aquella chica, inclusive un niño de cinco años, sus misteriosas conductas alarmantemente pícaras hacia el infante habrían hecho que cualquier otro la repudiara. Pero por algún motivo tanto mi yo actual como el antiguo pensamos que no es una mala persona, de hecho, es bastante divertida.
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Odio las Comedias Románticas Escolares
Teen FictionSinopsis: Leonardo vivió casi toda su infancia sin amigos, es por este motivo que inventó a una persona con quien jugar. Una pequeña niña de nombre Erika, sin embargo, al transcurrir los años empezó a olvidarla y seguir con su vida. Ahora él es un e...