Temporada de lluvias.

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Lunes.
Me levanté y llegué 20 minutos tarde al trabajo, en cuanto el jefe me vió se acercó a mí apresuradamente y me dijo:

- Rose, aquí estás, escucha, necesito que cierres mi oficina antes de que te vayas - me entregó las llaves de su oficina - Y mañana, sin falta, tendrás que llegar más temprano para abrir mi oficina y regresarme las llaves - dijo acelerado mientras acomodaba algunas cosas en su portafolio.

- Claro, señor. Yo me encargo, no se preocupe - hice mi típica sonrisa de "confianza" mientras asentía.

- Está bien, confío en tí Rose - tomó su chaqueta y salió de ahí apresurado.

Por suerte no se había dado cuenta de que llegué tarde, me imagino que tenía asuntos más importantes que atender.

Salí más tarde de lo normal, por hacer lo que dejé pendiente en los días que no estuve. Eran las ocho ya y estaba apunto de llover, apresuré el paso para que la lluvia no me alcanzara.

Llegué a casa y me tiré en la cama, cuando recordé que no había cerrado la oficina del jefe. Pensaba salir corriendo a cerrarla antes de que cerraran el edificio y no pudiera entrar pero en cuanto busqué las llaves de su oficina en mi bolso y no las encontré, empecé a buscar como loca y a mover todo.

Busqué primero en mi casa por si las había dejado por ahí, pero lo más seguro era que estuvieran tiradas en la calle, así que salí a buscarlas antes de que alguien más las encontrara.

Y ahí estaba yo... buscando unas llaves como si fuera un perro, en medio de la lluvia.

- Maldita sea, esto no puede estar pasando - me repetía a mí misma mientras buscaba, sin ningún resultado.

De pronto un taxi que iba pasando se detuvo y alguien bajó la ventana trasera, era Tom.

- ¿Rose? - entrecerró los ojos y después me reconoció - Entra al auto, estás empapada. - dijo en un tono alto, casi gritando, ya que la lluvia era fuerte y no dejaba escuchar.

- No puedo - dije en el mismo tono mientras negaba con la cabeza.

- !Vamos! - me miró confundido y volví a negar.

El vidrio de la ventana subió haciéndome pensar que se marcharía, así que seguí con mi búsqueda, sólo escuché el auto arrancar. Pero no, Tom se había bajado de aquel taxi y se encontraba atrás mío, mojándose.

- ¿Qué buscas? - preguntó Tom mientras temblaba de frío.

- Unas llaves... pero no tenías que venir - le dije mientras miraba el piso.

- lo sé - me sonrió y lo miré, podía ver como las gotas de agua se deslizaban por toda su cara.

- Las llaves... son de mi jefe y debo entregarlas mañana... yo... ¡dios! Qué estúpida soy, van a despedirme - le expliqué la situación muy alterada.

- Rose, tranquilízate - dijo mientras ponía sus manos sobre mis hombros - Las encontraremos.

Cuando dijo eso de alguna forma me dió esperanza. Nos separamos para buscar las llaves, como a quince metros de distancia, pero la lluvia no cesaba, el tiempo pasaba lento, ambos temblabamos de frío y cada vez me hundía más en la desesperación. Habían pasado más de veinte minutos y no encontrábamos nada aún.

- No puede ser... - dije cerrando mis ojos fuerte, apunto de darme por vencida y romper en llanto.

- ¡Rose! - escuché gritar a Tom a lo lejos - ¿Son estas? - preguntó sacudiendo unas llaves que sostenía. Mientras caminaba hacia mí en medio de la lluvia que seguía fuerte.

Corrí hacia el y ya más cerca reconocí las llaves.
- ¡Sí! - grité aliviada - lo son, gracias, gracias - lo abracé involuntariamente, él correspondió.

- E...estás mojada -
dijo riendo.

- Tú también - Contesté y ambos reímos. Pasaron unos segundos y nos separamos del abrazo, la lluvia casi se detuvo.

- Te acompañaré a casa, debes tomar algo caliente - sugirió temblando.

- DEBEMOS tomar algo caliente - corregí y él me sonrió.

Fuimos a mi casa y lo invité a pasar, le ofrecí una toalla, una taza de café y ropa seca de mi hermano Jim, que por alguna razón estaba mezclada entre mi ropa. Él se encontraba cambiándose en el baño y yo me preguntaba, porque me había ayudado, pudo haberme dejado ahí, pudo no haber parado el taxi, pudo haber hecho muchas cosas y decidió ayudarme.

Tom salió del baño ya cambiado - Creo que... me queda algo grande - rascó su nuca.

- Te queda bien, Tom - dije mirándolo.

- Bien guango - comentó y ambos reímos - Pero, gracias, en serio - dijo guardando su ropa mojada en una bolsa de plástico que yo le había dado segundos antes.

- Gracias a tí, yo sola no las hubiera encontrado...- sonreí.

Él me miraba, yo lo miraba y sus ojos brillaban. Había tensión en el momento, ese era verdadero silencio. Ví como pasó saliva y pronunció unas palabras.

- Es tarde ¿Cierto? - dijo moviendo sus manos inquieto y yo asentí - Harri debe de estar molesto - soltó aire.

- Si... él... él debe estar preocupado - me levanté de la mesa para abrirle la puerta aún tensa.

Ni siquiera sabía que Harrison y Tom compartían casa pero entendí el mensaje.

Él se dirigió a la puerta, su respiración era rápida, se notaba y... sólo, se fué.

Una nueva vida. •Tom Holland•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora