Día #5 Negro.

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Reflexión.

Venga, venga, venga.

No.

Tsuna negó, se golpeó la cabeza, se sonrojó y se escondió bajo su cama como el buen niño grande que era.

Reborn le miró de reojo mientras recogía sus cosas para su rápido viaje a Italia, Aria le había llamado de urgencia pocas horas atrás.

Luce estaba de parto.

Como sea, volviendo a Tsuna...

—¿Te pasa...?

—¡¿Por qué demonios me ha besado?!

El tutor bajó la camisa que había estado doblando, su completa atención se dirigió hacia aquella mota de pelusa castaña que a duras penas escapaba de debajo de la cama, donde Tsunayoshi había introducido una sabana y temblaba.

¿Qué demonios estaba mal con ese chico? No era un actuar ni medio normal para su ya de por sí rara anormalidad.

Niño rarito.

—¿Quién cojones te besó? —espetó estupefacto— ¿Nuevamente estuviste pensando tonterías en medio espionaje? Dame-Tsuna, ya te he dicho que no debes...

—¡Mukuro! ¡Y no me he distraído! —un destello de ojos furiosos hizo que el azabache arqueara las cejas— Estábamos... El espionaje fue perfecto, incluso logré escuchar que Hayato y Takeshi tendrán otra cita, pero no sé qué sucedió y...

Otro sonrojo.

Reborn suspiró sentándose en el escritorio del castaño, meditó un poco sobre la poca información que su aprendiz dejó escapar antes de emparanoiarse todo.

Sawada murmuraba las mil razones por las que, creía, Mukuro le había besado.

El italiano consideraba la cruda realidad.

La piña estúpida había hecho su movimiento, acababa de perder una apuesta con la maldita de Mammon.

Maldito Byakuran, ¿para qué cojones iba a abrirle los ojos a ese niño? ¡Y el Hibari era otro!

Ya decía su instinto que las alondras eran malas para los atunes, maldito mala influencia.

Maldito mundo.

Si estaba así por un niño que no era suyo, Reborn no quería saber qué sería de su hijo... Una lástima el destino de su familia, la verdad.

Bufó.

—Venga, no le des tantas vueltas al...

—¡Ya s... Auch!

El tutor se facepalmeó ante el sonido de la hueca cabeza del muchacho contra la madera de su cama, es que era tonto.

Tsuna torció el gesto mientras salía de su escondite y miró sumido en la vergüenza a su imponente maestro particular, se sintió cohibido y tuvo un pensamiento estúpido cuando escuchó el timbre sonar y a su linda madre decir que abriría.

—¿Qué ibas a decir, Dame-Tsuna? —suspiró el hastiado Reborn— Sólo por hoy te dejaré ser todo lo torpe y tonto que quieras, pero no te acostumbres.

Le miró mal.

—¡No soy torpe! —lo de tonto no lo negaba, Dios— ¡Mis reflexiones son tan guays que me olvido de dónde estoy!

—Vaya, ¿en serio? —rodó los ojos y miró hacia otro lado, un poco a la derecha de Tsuna, hacia la puerta— Vale... ¿En qué pensaste entonces, Oh, gran señor Sawada Dame-Tsunayoshi?

El menor chasqueó la lengua y se cruzó de brazos con altanería.

—Me tomas por tonto, Reborn —acababa de darse cuenta, aparentemente—. Estaba pensando que Mukuro me ha besado por una broma, con lo malvado que es ya no hay quien lo tome en serio.

Y aunque se le veía muy seguro de su afirmación, el tutor notó la tristeza de su aprendiz.

Los negros ojos de Reborn eran pozos de sabiduría infinita, burla y maldad pura.

Nasa escapaba de él, NADA.

Nuevamente desvió la mirada de su aprendiz a la puerta, negó, frunció el ceño y apretó los puños en advertencia de que lo que diría no le gustaba para nada.

Ni de casualidad.

—Dame-Tsuna, si lo consideras así... —hizo una pausa, incrementando la curiosidad del castaño— ¿Por qué le das tanta importancia al asunto? Bien dices que a... Esa piña no hay que tomarla en cuenta, ¿por qué te agobias? Y no intentes engañarme, niño, que te estoy criando.

Tsunayoshi le miró por un minuto entero sin parpadear siquiera, el silencio en que se sumió la habitación fue abrumador.

Para cuando reaccionó fue tarde y, sabía, Reborn ya podría estarse haciendo una idea muy clara de sus sentimientos por su archirival.

Se sonrojó, palideció y se puso azul.

Para no perder la costumbre.

—Y-Yo... ¿Im-Importancia? —forzó una risa— Pffff, no seas tonto, Reborn.

—Dame-Tsuna...

—¿Qu-Qué?

—No me mientas.

Se miraron a los ojos y Tsuna odió aquella negrura inexpresiva, chasqueó la lengua molesto.

—Si lo sabes no me obligues a decirlo, por Dios —desvió la mirada con molestia y el orgullo herido—. Mukuro me gusta, ¿eres feliz? Ya lo he dicho.

Reborn sonrió casi tristemente y negó con un suspiro mientras se ponía de pie y se estiraba.

—Hmm... No, no soy feliz —se encogió de hombros con una mueca y señaló hacia la puerta—. Pero ese de ahí parece serlo, ¿honestamente? Hubiera preferido que dijeras otra cosa.

El castaño parpadeó sin entender y se giró para mirar donde señalaba, ¿recuerdan el ciclo de enrojecer, ponerse blanco y luego azul?

Pues volvió a pasar y Tsuna volvió a su escondite debajo de la cama.

Reborn decidió darle privacidad en lo que Mukuro salía del extraño y alegre shock para intentar sacar a Sawada de debajo de la cama.

Byakuran discutía las últimas noticias sobre política internacional con Nana en el recibidor, fue por él que Tsuna se enteraría más tarde de lo muy parecidos que eran Mukuro y su persona.

Esconderse bajo la cama ante la presión es una religión.

No tanto como las reflexiones que tuvo que tener Reborn durante su viaje (y la vida después de las muertes de su esposa e hijo), pero bastante parecido.

Definitivamente aquella relación se dio por los negros ojos del sádico tutor, después le catalogan de demonio...

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