Vamos, que ahora las cosas que están pasando por mi mente hacen que me vuelva muy distraída, inclusive llegando a quedarme dormida en clase. Una salida fácil, sería decir que todo es culpa de todo a los demás, pero no vale la pena hacerlo. Aquí la culpa es mía, solamente mía.
Ahora que si el rubio sólo quiere tener su espacio, por mí está bien. Ya se estaba tardando en pedirlo, solo es cuestión de resignación y tiempo, pues la única que se debe de dar cuenta de lo que ocurre a su alrededor soy yo.
Voy corriendo como siempre escapando de mi realidad, ¡rebeldía al asecho!
Continuaré el resto de lo que queda de instituto para seguir ayudando a Nathaniel con los asuntos de delegados, pero las cosas se quedarán ahí. ¿Qué pasará después? Es algo que aún no lo sé, pero estoy segura de que pronto muchísimas respuestas acompañadas de más y más dudas invadirán mi menten, y probablemente no salgan de ella hasta que logre organizar claramente mis pensamientos.
—Nathaniel, ¿necesitas ayuda? —pregunto con sutileza, a modo que no se dé cuenta de lo que he estado lamentándome por su culpa.
—Por ahora no, gracias.
Es probable que Nath sea más inteligente de lo que yo pensaba, y mi sexto sentido indica que hay algo extraño, incluso en su comportamiento.
Le hice una seña con la mano a modo de despedida; claro que mi rostro expresaba desagrado.
—¡Espera! —gritó, mientras me sostenía la muñeca derecha con un poco de fuerza, apretándola ligeramente con la yema de su pulgar e índice, mostrando un aura desesperada—. Melody, ¿puedo hacerte una pregunta?
Al terminar de escuchar esa frase, sentí cómo de inmediato mi mundo volvía a iluminarse al mismo tiempo que una sonrisa tan pura, alegre y sublime aparecía lentame en mi rostro.
—Por supuesto, Nathaniel. Eres libre de preguntar todo lo que tú quieras —respondí sonriente, tratando de marcar un énfasis en todo.
Primeramente, lo que quería y había estado esperando por tanto tiempo es que Nathaniel se sincerara conmigo.
—B-bien, entonces. Sobre lo de ayer, noté que estabas un poco... celosa.
En ese momento sentí que el alma se me estaba yendo por la boca.
—¿Es en serio? —dije, alterada—. Deberías aprender un poco más de modales, no puedes simplemente decirle a una mujer que está celosa, por mucho que lo esté. Además de que aquí quien tiene la culpa eres tú. Nadie a parte de ti anda con sus "indirectas" directas por todo el instituto y aún así niega lo que está haciendo.
En definitiva, ahora sí estaba hecha una furia. Nunca deseé llegar a tal extremo, ¡pero vaya que los hombres son unos ineptos e incapaces de entender razones!
—Mel, lo estás malinterpretando, déjame decirte que- —estaba continuando, más yo le interrumpí.
—¡Nada! —grité—. Tú bien me conoces y sabes perfectamente que no soy alguien que malinterpreta las cosas.
Estaba gritándole, enfrentándome por segunda vez a Nathaniel. Decidí mejor irme y dejar las cosas en paz.
A mi salida, lo único que hice para demostrar mi verdadero enojo fue tirar un par de papeles que estaban en la mesa continua a la puerta. Sé que es una actitud muy inmadura de mi parte, pero de una u otra manera necesito ser muy dura con Nathaniel, y hacer que entienda por todo lo que me ha hecho pasar.
Es verdad que lo quiero, es más, lo amo, pero eso no le da derecho a comportarse de esa manera. Poco a poco lo iré logrando, aunque claro que tampoco seré lo suficientemente estúpida como para arruinarle sus cotilleos e indiscreción con Amu, pero ahora eso no es de mera importancia.