Capítulo 6

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En un abrir y cerrar de ojos me doy cuenta que el fin de semana, y con ello el único tiempo que puedo dedicar especialmente para ordenar mis pensamientos, ha terminado. Es tan fácil compactar todo en un simple lamento, y ahora estoy a tan sólo unos minutos de encontrarme con una de las personas que me ha dejado sin palabras incluso por el mínimo hecho de pensar en su nombre. Pero lo más increíble de esto es que no necesito que alguien me esté recordando las cosas que debo hacer en relación a ello, como una especie de fuerza que lo provoca, simple, convirtiéndose poco a poco en algo cíclico.

¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo?, Son cosas que no puedo evitar preguntarme al estar haciendo tantas cosas con dificultad. Me encuentro frente al instituto, temprano como siempre. No entiendo, mis distracciones se vuelven fuertes, aún así algunas cosas se siguen repitiendo sin fin alguno. Total, todo es cuestión de un poco de técnica y existe la posibilidad de que pueda conseguir lo que quiero. Simple.

Si bien todas las personas alrededor pasan como multitud, lenta y frenadamente, aunque en realidad no es del todo cierto, sólo se trata de mi percepción poco objetiva del mundo. De repente, un impacto es percibido por uno de mis costados, y lo que pienso es que se debe a un golpe de alguien cayéndose a unos pocos metros de mí. Por la potencia de éste, me doy cuenta que en realidad no se trata de una chica quien se tropezó conmigo, sino un varón. Sí.

—¡Ay! —mascullé—. Fíjate mejor por donde caminas, ¿quieres? —Escuché un gruñido como respuesta, lo cual tampoco fue algo agradable o muestra de simpatía, sino que parecía un acto infantil. No logré descubrir de quién se trataba, pues la mayoría de los chicos hacen los mismos bufidos al molestarse, mas lo curioso de esto, es que esa actitud es la que causa tanto furor en las niñas.

—No tienes que decirme qué hacer —fue su respuesta acompañada de medias aclaraciones de garganta, que al cabo de unos largos segundos logré identificar de quién se trataba.

—Castiel... —Susurré por lo bajo, notando que mi rostro comenzaba a tener algo cálido a su alrededor. Fue una sensación extraña pero placentera, que presentí en cualquier momento tendría esas excitaciones emocionales e inevitables.

El chico comenzó a reírse, que si bien no lo hizo tampoco a carcajadas, era sumamente evidente que estaba burlándose en voz baja. La multitud de estudiantes pasaba alrededor, mientras yo permanecía con la cabeza más o menos agachada y mejillas ardientes en vergüenza y pasión contenida, mientras que mi acompañante se cerraba dándome la espalda y cruzándose de brazos, mostrando un claro disgusto.

—Me estabas extrañando, admítelo —dijo en son de burla.

—Lo que digas.

Ambos teníamos la misma clase dentro de media hora, así que sin decir nada con inocencia fuimos caminando juntos hasta llegar al aula. Antes de entrar, nos damos cuenta que estamos solos, y ella aún está vacía. Me detengo en la puerta detrás del pelirrojo y muerdo delicadamente mi labio inferior. No tengo idea de cómo fue que ocurrió, pero Castiel se dio cuenta.

—¿Por qué haces eso? —Preguntó.

—Hacer... ¿qué cosa?

—Lo que siempre te dedicas a hacer —musitó—. Desafiarme, a mí y a otras personas, y después insinuar que tú no haces nada malo.

Tragué saliva, nerviosa.

—No entiendo lo que estás tratando de decirme.

—Es simple. En estos momentos estás devastada y no sabes qué es lo que debes hacer al respecto —argumentó—, sin embargo crees que tratándome mal puedes calmar tus ansias y tu angustia.

—Yo...

—Pues estás muy equivocada —dijo interrumpiendo lo que planeaba decir—. Tu actitud no es la correcta.

—Espera, ¿estás tratando de decirme cómo debe ser mi actitud? —Reproché—. Siendo que eres tú quien siempre está metiéndose en problemas y desafiando a todas las personas que se encuentran a tu alrededor.

—¡Es distinto! —Respondió enfadado—. Yo sólo me comporto así con —hizo una pausa— ciertas personas. Tú lo haces con todos.

—Creo que no nos estamos entendiendo —terminé.

—Como gustes. Luego no vengas a mí llorando como la pulga que eres.

—¿Pulga? —Exclamé indignada.

Me fui a mi lugar y dejé ahí mis cosas. No quise mostrarlo ni mucho menos, pero eso me había afectado demasiado. Castiel es un idiota, no entiende lo que pasa a su alrededor y aún así quiere que yo lo haga. No es nadie para decirme lo que yo debo de hacer. Además, hoy ha sido un día muy extraño, a pesar de que apenas está comenzando.

Me crucé de brazos y los apoyé sobre la mesa. Así como también coloqué con sutileza mi pierna izquierda sobre la derecha, y me hundí completamente colocando la cabeza sobre el frío del metal que compone la superficie de la mesa, mirando de reojo al estúpido de Castiel, notando que él estaba haciendo lo mismo conmigo.

De repente, el lugar se comenzó a llenar de risas encarameladas y contenidas. De alguna manera logré reconocer las voces de quienes provenían, pero no quería cambiar mi posición para confirmarlo.

—¡Que no, te he dicho! —Ha exclamado.

Efectivamente, se trata de Nathaniel, y la chica debe ser Amu, siempre con su vocecita tan dulce.

—Pero yo quiero que comas golosinas —respondió la chica haciendo pucheros.

Me resistí, no quería por nada del mundo voltear a ver tal escena.

—No estoy de humor para hacerlo —dijo en un tono decaído.

—Si no lo haces me enojaré demasiado, Nath. —Continuaba insistiendo la nena.

Vaya angustia debe estar sintiendo ahora. Pero... le ha dicho Nath, eso no puede ser posible, ya se tratan de demasiadas confianzas entre ellos dos, yo que tardé más de dos años en decirle por primera vez de esa manera.

—Está bien, lo haré —se resignó nervioso 'Nath'.

Amu soltó una sonrisa triunfante, una vez más consiguiendo lo que se propone, a toda costa.

—¡Hola, Melody! Así que ahí estabas —se dirigió hacia mí el delegado—. Te había estado buscando en la sala pero no te vi por ninguna parte. Recuerda que tenemos que terminar esos asuntos cuando antes.

—Hola Nathan —respondí distante—. No lo olvidaré, no te preocupes. Sólo dime la hora, ¿después del séptimo periodo, te parece bien?

—Perfecto, te estaré esperando —asintió sonriente, y se devolvió a lo de Amu.

Me coloqué nuevamente en la posición en la que me encontraba antes de que los susodichos llegaran. Observé a lo de Castiel, quien me estaba mirando con cierta picaría, burlándose de alguna manera.

Al terminar el primer periodo, no pude evitarlo. Inmediatamente salí corriendo como condenada, literal, como el alma que lleva el diablo. Entré al baño y me encerré en la primera cabina que encontré vacía. Había olvidado coger un poco de papel antes de entrar, pero era algo inminente, siempre traigo conmigo pañuelos en mi bolsillo. Me recargué en la puerta y poco a poco fui descendiendo hasta llegar al piso, el cual permanecía mojado, pero ahora era lo menos que me importaba. De un momento a otro me rompí en llanto.

Escuché unos pasos y risas en la parte de afuera, así que simplemente traté de calmar mis sollozos y así hacer la menor cantidad de ruido posible y que nadie se diera cuenta de mi presencia. Lo cual, después de meditarlo un poco, me di cuenta que era algo estúpido, pues claramente desde la parte del pasillo del baño se podría ver mi trasero pegado en el piso.

—Entonces lo que yo trato de evitar es que Alexy esté cerca de su hermano —mencionó una de las chicas.

—Pues, sinceramente, no creo que Armin sea un impedimento. —Respondió la otra, se trataba de Naomi—. Además, ¿qué pasará cuando conozcas a tus suegros? Obviamente él estará ahí, es su casa, después de todo.

—Creo que tienes razón.

Naomi sólo rió alegre.

—Espera, ¿escuchaste eso? —Dijo Britany—. Creo que hay alguien aquí, y viene de esa cabina.

Ahora sí puedo comenzar a cavar mi tumba solemnemente.

JuvéxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora