Al retirarme, la idea de saber que en este momento pueden haber dos personas peleando por mi culpa, o bien, quizá decidan resolverlo mediante esa capacidad humana cuyo nombre se determina como diálogo. Pero sé que entre esos dos nada de ello puede existir.
Llegué al final del pasillo, saliendo así de mis pensamientos. Lo ideal hubiese sido tener momentos internos de paz; y recordando las palabras que anteriormente habían salido de mis labios lo único que consigo es caer dentro de una crisis mental.
Hay algo, hay alguien que está observándome.
Voy a mi casillero, el cual permanece siempre abierto, pues el hecho de estar cargando conmigo las llaves correspondientes a éste me hace distraer. Lo abro y dejo las cosas que traía en los brazos a su interior, para posteriormente volverlo a entrecerrar.
En unos instantes, todo el alrededor se queda en completo silencio y una pizca de tranquilidad, llevándome a la única posible conclusión de que me encuentro sola. Comienza a escucharse escándalos y murmullos que de a poco se van incrementando, lo que me hace pensar que todo este instituto se trata solamente de clases aburridas, tareas excesivas e inmadurez de parte de los alumnos, manifestada en pleitos constantes y rutinarios.
Momentos después había aparecido el chico que fue transferido al instituto hace un par de meses, y con sus vestimentas tan particulares al estilo militar; Kentin, creo que es su nombre.
Llegó directamente a su casillero, de donde había sacado un cronómetro el cual colgó alrededor de su cuello.
Observándole bien, llego a darme cuenta de que su cabello está drásticamente desestilizado con un alboroto particular. Puedo afirmar con certeza que no es una acción común en él.
Termina por azotar la puerta del casillero con tal furia incalculable, y como todos los demás aspectos que en este preciso instante rodeaban su aura se veían obscuros, y aún a lo lejos llego a detectar que esboza unas expresiones deprimentes, viéndolas desde el punto de vista de una persona emocionalmente estable y pacífica. Hay algo extraño y cesante que rebota en su ser. Palabras altisonantes, insultos, ira. Él, normamlente, no es así.
Giro mi dirección y doy un par de pasos a donde se encuentra, manteniendo una ligera distancia considerable en caso de que tome la determinación de descargar su furia e ira sobre mí.
—¿Qué es lo que ocurre? —pregunté con tono nítido, en busca de un equilibrio en mi voz—. No deberías tener esas actitudes tan precipitadas.
Volteó a verme. Noté que tenía los ojos algo hinchados y pretuberantes, mirada tímida pero con sonrisa un tanto perversa. Se veía debastado, sin ánimos de tranquilizarse y reflexionar la situación.
—Nada, ¿sabes? —respondió cortante—. Creía ya haberlo superado, y ahora me doy cuenta que no es así. Entonces, lo que ocurre es que después de un tiempo de tranquilidad con apariencia estable se han desatado situaciones con un rumbo de incongruencia que no me hacen estar conforme, y, con esto, me doy cuenta del grado de inmadurez que poseo.
—Kentin —interrumpí—, no entiendo con exactitud tu situación, pues sólo tú tienes la capacidad de hacerlo, e inclusive aún no abres los ojos completamente.
Comencé a tener la sensación y necesidad de abrazarle y acariciarle, diciendo que todo estará bien y simplemente debe darle tiempo a que eso ocurra; sin embargo no tengo conocimiento de la magnitud de lo que en este momento puede estar pasándole.
—No tienes una idea —murmuró, con total razón—, pero creo que necesito tu ayuda.
—¿Qué? —dije con extrañeza.
Kentin agachó el rostro, y a pesar de ello seguía siendo bastante alto en relación a mi estatura.
—Creo que en cualquier situación, quien tiene el mayor criterio para brindarme el apoyo que necesito eres tú.
Le sonreí, y así como momentos atrás había pensado en abrazarle, ahota no pude evitar ceder a hacerlo.
—Estaré aquí —le susurré por lo bajo al oído—. Siempre que lo necesites.
El individuo poco a poco empezó a sollozar, mostrando su lado más débil según oytas personas cuyos nombres no quiero recordar, pero en mi más puro y profundo pensamiento sólo podía significar valentía acompañada de respeto individualista. Admirable, en pocas palabras.
Intenté no decir muchas cosas, pues viendo cómo se encontraba en ese momento hasta el más mínimo detalle le afectaría, y lo menos que quisiera es que se diera lugar a aquello.
Al final, Kentin, a quien ahora podría considerar como un amigo, terminó contándome muchas cosas, en principio por todo lo que ocurrió durante su experiencia en la escuela militar. Y pensar que la mayor parte de las situaciones que tuvo que experimentar tienen una sola causa en común, Amu.
El sol entra por la ventana y, casualmente, pega en un espejo que bien es verdad no entiendo qué hace ahí, provocando que me deslumbrase directamente en los ojos, causando una prominente ceguera.
Girando aturdida hacia el costado contrario, al mismo tiempo que arrastro las sábanas para cubrir la solemne visión sana que se aún conserva hago el leve intento de mirar el reloj posado en la repisa de noche que lógicamente se ubica al lado de mi cama, donde distingo algo que llama notablemente mi atención, más ese algo es un punto realmente ridículo, al tratarse solamente de la misma hora que éste marcaba.
Me pregunto dónde está quedando la lógica que debería estar tratando de apoderarse de mi mente y mi cuerpo, pues hasta este momento de mi vida siempre ha estado ahí presente golpeándome con movimientos bruscos cada vez que incido en cometer una reberenda estupidez, siempre se encuentra deteniéndome, curiosamente sin causar un leve dolor.
De a poco, unas enormes ganas de llamar a alguien en particular comienzan a apoderarse de mi mente, pero sé que debo de controlarme pues siempre me han enseñado que no es nada bueno dejarse llevar por el primer impulso, y es algo sumamente comprobado que ya está demostrado, aunque sea de la burguesía, que no es nada favorable. Pero entonces quiero saber la respuesta, porque mi instinto salvaje me está llamando a hacer esas cosas que ahora no alcanzo a comprender, por lo que mi alma arde y necesita reposo, sin ninguna preocupación que le moleste. Tal vez lo que necesito es un descanso interno que me deje relajarme y despejar la mente, para que así las ideas fluyan y no tener que soportar esta miseria de vida que poco a poco está matándome desde lo más profundo de mi ser.
Entiendo que todos mis pensamientos suenen realmente estúpidos, y es algo que entiendo al pie de la letra pues si alguien llegase y me vomitara la historia de su vida de la misma manera en que yo estoy viviendo la mía, pensaría que esa persona tiene problemas en verdad y me desesperaría a tal punto que quizá me llenase de furia interna y no dudo que me vuelve una fiera total. Ya me lo han mencionado alguna vez, sí. Cuando me enojo soy toda una bestia, y ahora que lo recuerdo, las únicas personas que me han visto en mi estado rabioso más puro son las personas que más quiero y aprecio, y no entiendo porque los humanos, yo en específico, nos comportamos de esa manera. Esto ya suena como un momento de éxtasis invertido, pues no siento que tengo esa sensación de tranquilidad y libertad frenada; en realidad me siento aprisionada bajo mis mismas reglas tan estrictas que no conozco aún mis límites.
Lo peor de todo es que esto es mi culpa, mía y sólo mía. Y soy la única que puedo controlarme, a pesar de que no me creo capaz de hacerlo. Necesito encontrar el rumbo de mi vida.
Aprieto levemente los ojos, que simplemente noto que ya tengo un prominente rato sin parpadear, sin embargo tampoco he sentido la necesidad de hacerlo. Es algo que ya forma parte de mi manera tan débil de ver las cosas, y todo es a causa de mis desórdenes mentales, pues no entiendo ni siquiera qué es lo que pienso, mis ideas no son claras.