CAPITULO III - Ken

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- ¡Buenos días, princesa!

El tono alegre de mi padre me despertó repentinamente. Abrí mis ojos con pesadez y, al ver sobre mí misma,me di cuenta de que me había quedado dormida junto a Libra. Ni siquiera me había puesto mi piyama, tenía la misma ropa del día anterior.

Vi a mi padre y noté que tenía consigo mi desayuno, al parecer lo había preparado para mí. No comprendí la sonrisa en su rostro, no era un buen día, era un pésimo día.

Froté mis ojos y me senté en mi cama.

- ¿Por qué estás de buen humor? -Pregunté con desgano.

La expresión de papá cambió un poco; su sonrisa no pudo sostenerse por mucho tiempo e hizo una mueca de desinterés al encogerse de hombros.

- Sé que no es lo apropiado, pero, tenemos que aprovechar estos minutos, ¿no crees?

Tendió la bandeja con el desayuno y yo la situé sobre mis piernas. Asentí sin mucho ánimo en respuesta porque no quería ser sinónimo de angustia para él. Si lo que quería eran unos últimos minutos de felicidad, no iba a objetarlo.

Pero tampoco podría ignorar que eran los últimos.

- Son tus favoritas -señaló con su cabeza las galletas con chispas de chocolate y sonreí.

- Así es. -Hice una pausa y le di un mordisco a mi galleta -. No puedo creer que hayas usado el horno de barro sin incendiar la casa -bromeé, y ambos sonreímos.

Los dos desayunamos en mi habitación. Acordamos que lo mejor sería no decirles nada a mamá y a Kassya, de modo que no íbamos a escribir ninguna carta para enviarla luego. Era imposible mantener un minuto de conversación frente a papá sin acordarme de que le restaban horas junto a mí; quería detener el tiempo. No. En realidad, deseaba poder regresar en el tiempo y haber hecho algo para que nada de lo que había ocurrido en el 2033 sucediera. Me sentía culpable. Aunque yo tuviese una ínfima parte de la culpa, así me sentía. Me arrepentía tanto de no haberle hecho caso a Mirlos; había tenido el futuro frente a mis narices todo el tiempo y lo había ignorado.

- Oye.

Miré a papá en cuanto él me habló.

- Detesto decirlo, pero, el director del centro Proguesser estará aquí dentro de unas horas y, bueno... -Frunció los labios, calibrando sus palabras –. Trata de no causar revuelos, ¿comprendes?

Sí, comprendía. Papá temía que yo armase un escándalo frente al director del centro y que, a causa de ello,en lugar de dejarme ser parte del sistema, me mataran. No era tan mala idea. Realmente prefería mantener mi dignidad antes de que me pusieran una etiqueta con un precio. No obstante, mi inserción en el centro perseguía otro propósito: que mi madre y mi hermana no sufriesen tanto. Aminorar el dolor. Por eso, y sólo por eso, iba a comportarme.

- Comprendo -asentí y suspiré-. ¿No podemos darnos a la fuga?

Una pequeña risa se escapó de sus labios.

- Ojalá pudiéramos -expresó-. Sin embargo, si nos encontrasen, lo que es muy probable, nos matarían sin preguntar a ambos. No tendríamos siquiera cuota de piedad, ya sabes cómo son.

Sí, lo sé: desalmados, avaros, controladores... La lista es larga.

- Paix. -Mi padre me miró y tomó una de mis manos entre las suyas-. No te des por vencida. Pase lo que pase, yo siempre voy a estar contigo, ¿de acuerdo, tesoro?

Mis lágrimas descendieron a través de mi rostro. Era tan duro tener que decir adiós... Uno nunca está listo para decir adiós sin importar cuán predecible sea esa despedida.

2033Donde viven las historias. Descúbrelo ahora