CAPITULO XIX - Actuación.

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Contemplar cómo las manecillas de un reloj se movían se había convertido en mi nuevo pasatiempo. Libra llevaba más de tres horas en la clínica y no tenía señal de vida. No me sentía tan alterada como antes debido a que mi mayor preocupación, que fuera una enfermedad grave e irreversible, había sido aplacada mediante el diagnóstico médico.

Esperaba ansiosa, sentada en un banco fuera del quirófano, con mis codos sobre las rodillas, a la espera de que el veterinario saliese y, con suerte, me dijera que Libra estaba bien y que era cuestión de tiempo para regresarla a casa.

Mientras tanto, Ámirov se encontraba en una de las oficinas de la clínica; completando las formas que daban constatación de la cirugía y la internación a realizarse en el centro. También utilizaría el proceso administrativo y el papeleo para realizar el pago por los gastos en ese mismo momento y ahorrarse vueltas.

Él no tenía idea de lo inmensamente agradecida que me sentía. O de cuán aterraba me había sentido; por un momento, había creído que por culpa del maldito sistema económico no podría salvar la vida de mi mayor compañía. De así haber sucedido, no habría reparado en comenzar una revuelta por mi propia cuenta aunque las fuerzas armadas me detuvieran. 

Pensé en la idea por un momento; el dinero había sido el detonante de tantos problemas pero, si no había un medio de pago o intercambio accesible a todos y cada uno, las diferencias entre clases eran enormes.

- Ten. -Un vaso de café quedó frente a mi rostro.

Miré hacia arriba y allí se encontraba Ámirov, con otro vaso para él mismo y unos cuántos papeles sujetos bajo su axila. Tan solo espero que no haya gastado una millonada, pensé. No tenía intensiones de que él tuviera gastos innecesarios por culpa de Libra y de mí, aquello era uno de mis objetivos apenas hube comprendido por qué él pasaba tanto tiempo fuera de la casa; él tenía sus propias metas, metas que requerían de grandes inversiones, no de gastos... inesperados. Muchas veces deseaba que se hartase de nosotras y nos enviara al PG de regreso ¿sabes? Pero sabía que no era lo bastante justo si no conseguía siquiera un pequeño reembolso por las mil onzas que por eso Libra y yo todavía residíamos aquí.

Tomé el vaso de café en mis manos y dejé mis ojos puestos sobre el humeante líquido.

- Gracias -murmuré apenada. Me sentía terriblemente culpable.

- Por cierto -Ámirov revisó entre los papeles y me dio una pequeña tarjeta–, esto es tuyo.

Sostuve la tarjeta sin quitarle de encima mi mirada desorientada a Ámirov. No se encontraba tan furioso como creía que iba a estarlo. Tampoco entendía por qué tantas atenciones. ¿Acaso Libra no había sobrevivido y él ya había sido notificado? Cuando esa opción cruzó mi cabeza, bajé mi vista y contemplé la tarjeta, queriendo saber de qué se trataba.

Mis cejas se juntaron en una fracción de segundo: no era una tarjeta, era un carné, un carné de socio. Él había asociado a Libra a A.Vet, la clínica en la que estábamos. Mi asombro y desconcierto se trasladaron a mis ojos al dejarlos bien abiertos. Recorría el carné plastificado, analizándolo sorprendida, agradecida y... ¿Qué rayos?

- ¡¿Ámirov y Paix Reizinger?! -estallé en cólera, fulminándole con la mirada.

Algunos curiosos que allí se encontraban no pudieron evitar trasladar su atención hacia nosotros y percibí por su expresión tensa que a Ámirov no le cayó en gracia. Me importó... nada. Absolutamente nada. Mi apellido no era "Reizinger", Ámirov y yo no éramos familia, amigos ni nada y... Oh, sí, cierto: ¡él no era dueño de Libra!

Ante mi chillido, Ámirov se inclinó hacia mí, con una sonrisa de lo más falsa que apuesto que trazós porque no quería armar un escándalo frente a todos en la sala.

2033Donde viven las historias. Descúbrelo ahora