Prólogo.

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Se aproximaban las cuatro de la madrugada cuando Josh escuchó unas carcajadas pegadizas acercándose a la calle dónde él vivía. Aquella noche, sus padres le habían advertidos repetidas veces que no podría salir el día siguiente cuando anocheciera, porque el día de Halloween solía ser conocida en las Iglesias por la concentración de rituales satánicos —para invocar a Lucifer—, misas negras y asesinatos con una solución complicada.

Desgraciadamente, Josh era un adolescente curioso, inocente. A pesar de sus creyencias en Jesucristo, uno de sus defectos de mayor tamaño tamaño era el de la curiosidad y a impaciencia.

Se levantó de la cama y puso su rumbo fijo a la ventana, la cual estaba abierta desde medianoche. Logró divisar una cabellera negra rodeada de una corona de flores —posiblemente rosas blanquecinas—. Sus andares parecían masculinos y sus prendas eran más bien oscuras, desgarradas a causa de las ramas que sobresalían del bosque, mojadas por líquidos desconocidos por Josh.

El de cabellos morenos volvió su rostro hacia la ventana de la planta superior de la vivienda, y esbozó una sonrisa pícara antes de acercarse al jardín delantero de aquella casa.

—¿Estás bien? —le cuestionó Josh, con el ceño fruncido mientras observaba como el muchacho se sentaba en el cesped, desmostrando su cansancio después de una fiestas descontrolada.

El tiempo se tensó entre el silencio repentino y los jovenes compensativos de como proseguir con la conversación.

—Mi nombre es Oliver —respondió al azar el moreno, tumbándose en el jardín para mirar el cielo nocturno—. Aunque me conocen más como El Satánico Sykes.

Josh tragó con nerviosismo. Su familia había conversados variadas veces sobre aquel tema alguna que otra vez. Según se había informado, gracias a su abuelo, el hijo —quién tenía en frente—, nunca se había considerado creyente. Era un ateo. Pero por razones que no comprendió con claridad, comenzó a asistir a misas negras y a relacionarse con personas inadecuadas, aunque con conocimientos extensos en rituales satánicos.

Era un muchacho problemático, y metido hasta el fondo en el mundo de Satanás.

—Sí...eh...me suena de algo —tartamudeo con nerviosismo Josh.

Una sonrisa inesperada se pintó en el rostro de Oliver, simulando un pincel siendo arrastrado por un lienzo. Se levantó, con intenciones de acercar su posición actual a la de Josh, aunque la altura era muy diferenciada.

—¿Tu también crees que soy satánico, verdad?

—Ajá.

—¿Por qué crees que lo soy?

Frunció el ceño confundido, y susurró con un rostro lleno de seriedad:

—¿Acaso no es así?

Oliver descendió su rostro para ocultar su risa como contestación. Era curioso como podía responder la mentalidad de cada persona con aquello de las etiquetas. Josh aún soporta con pesadez los motes de "virgen" o "monja". En su instituto se había puesto de moda aquello de fastidiar —sin empatía— cualquier vida que encontraras por los pasillos.

—No lo es —dijo con seguridad; continuó explicando con una sonrisa amplia en su rostro, sin que Josh lograra detectar alguna expresión de nerviosismo—: Mis camisetas tienen curces o estrellas al revés por mis gustos musicales.

Soltó algunas carcajadas nuevamente al ver las muecas de Josh.

—De acuerdo, escucho Black Metal, Metal y amo hacer screamo, pero eso no tiene nada que ver —Josh rodó los ojos, susurrando una ligera negación irónica—. Soy un chico que...quiere aprobechar su juventud mientras pueda.

—¿Y no te da miedo lo que piensen de ti?

Oliver negó al instante, sin pensar.

—Después de muchos años de experiencia, he aprendido a pasar los comentarios y preocuparme por lo que me importa. Por ejemplo, antes me negaba a creer que era gay, ahora, me alegro de serlo porque me hace feliz estar con otros chicos.

Un silenció volvió a inundar el ambiente. El nerviosismo constante de Josh hizo comprender a Oliver de que él escondía un secreto desconsolado. Abrió su boca, a continuación, sonrío nuevamente y le guiñó un ojo.

—¿Eres gay...?

—No, o sea, sí. Bueno, no sé.

La sonrisa duradera de Oliver incomodaba a veces a Josh, y sus pensamientos se distraían cuando se enrredaban en su irresistible mirada caramelo. Era un chico curioso, pero que jamás habría conocido si no le hubiese distraido aquella noche.

—¿Mañana saldrás a la fiesta de Quinn? —cambió de tema, ofreciéndole una nueva conversación que entablar.

—No. Mis padres me prohiben salir la noche de Halloween.

—¿Te vas a perder la fiesta históricaque celebrará Quinn mañana? ¿Pero cómo vas a hacer eso? 

Josh río levemente.

—Suéltate, Franceschi, necesitas saciar esas hormonas adolescentes.

—¿Qué estás intentando decirme, Sykes? ¿Son indirectas hormonadas? 

Y Oliver volvió a sonreir, la picarez de sus globos oculares respondió por si solo a la cuestión.

—Entonces, ¿vengo a buscarte mañana a las once?

Ascendió su mirada hasta contactar finalmente con la luna menguante que, con un aura extraña, transformaba aquel cielo nocturno en uno fantasmagórico. Las ideas de Josh se revolucionaron por pequeños momentos antes de percatarse del pequeño fallo en aquella historieta: la homosexualidad de Josh estaba oculta detrás de una barrera de inseguridad y de creencias cristianas, que impedían sacar su sexualidad a su familia por terror al rechazo.

—Me lo pensaré.

—¿Cómo me tengo que tomar eso, Franceschi?

—Tomatelo como que...me lo voy a pensar.

Oliver notó el cansancio de Josh, o el leve insomnio marcado en aquellas medias lunas violáceas bajo sus ojos.

—Vendré a verte por la mañana, te seguiré por el instituto y haré todo lo que sea necesario para que me digas que sí —respiró hondo antes de despedirse—. Buenas noches, Josh.

—Adiós, Oliver.

sex appeal ☹ fransykesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora