Capítulo tres.

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                                                                     Oliver.

La biblioteca estaba ocupada por varios adolescentes que me resultaban familiares de otras estancias allí. Estaba el rubio tatuado de la mesa de la izquierda, o la chica con la mochila repleta de chapas. El único nuevo era Josh. Su extresión no dejaba que imaginar: traía los ojos abiertos, preocupados, mordiéndose el labio inferior consiguiéndose herir hasta sangrar.

Le susurré que se tranquilizara, y me dirigí agarrándole la mano hasta la última mesa de la biblioteca. Los profesores de guardia conocían mi posición. Ya era consideraba mi silla por varias razones, una de ellas era porque gravé con una cuchilla de un sacapuntas mi apellido.

El profesor ocupado vigilar aquella hora se nos acercó, me miró sin expresiones en comparación con el rostro que le mostró a Josh. Él buscó mi mano y la apretó sin pensar, noté su nerviosismo.

—Debéis poner aquí por las razones que os traido a la biblioteca —se volvió hacia mí—. Tu puedes explicarle todo lo que no sepa. Os dejo esto aquí y lo vais pasando a los demás.

Josh se agachó a coger un cuaderno y un lapicero, y comenzó a finalizar un dibujo a medias, mientras su pecho ascendía y descendía con rapidez.

Miré su creación por encima del hombro. Sonreí. Era un ángel con las alas tan sombreadas, que habían adquerido un tono entre grisáceo y negruzco. Podría juzgar por la apriencia oscura que era un demonio, y por sus huesos marcados, que era el pecado capital de La Gula presentada como ángel caído.

Escribí en dos casillas de la hoja la misma razón de nuestra estancia: "Caso pendiente con el director." Le pedí educadamente a Josh que firmara, y él, sonriente, y con temblores en sus expremidades, puso su nombre en la hoja.

Me levanté, y le cedí al siguiente el folio. Él me agarró la muñeca.

—¿Ese no es Josh Fracechi, el cristiano y abusado? 

Se me cortó la respiración, aparté mi brazo de su agarre. Anduve hasta Josh. Sentía un fuerte nudo en mi garganta, posé mi mano en el antebrazo de Josh para captar su atención. Él me miró dudoso, con el ceño fruncido.

—¿Qué te ocurre, Oliver? 

Mis ojos contactaron con los suyos. A diferencia de la mayoría de estudiantes del centro, Josh tenía ojeras disimuladas, con un tono viólaceo imperceptible. 

—¿Abusan de ti en casa? —sus ojos se abrieron sorprendidos—. ¿Qué cojones, Josh? Eso es pecado.

Él alejó mi mano de su brazo y prosiguió con su dibujo. Impaciente, le arrebaté su material de dibujo. Le repetí una vez más la primera pregunta formulada.

—Solo dos o tres veces —bajó la cabeza—. No fue nada grave.

—¿Cada cuánto tiempo? —señaló la primera vértebra de su columna vertebral. Estaba adornada con un pequeño moreton, y a su lado, marcas de arañazos. Apreté mi mandíbula, conteniendo en vano mi rabia.

—El último fue hace dos semanas —tragó saliva—. Y seguramente, el próximo hoy.

—¿Y por qué?

El silencio en la biblioteca volvió a surgir, como cuando entramos hace unos escasos diez minutos. La mente de Josh parecía paralizada, su mirada se había perdido en las estanterías de los libros de biografías e historia.

—Porque saben que soy homosexual —se tumbó en la mesa después de haberlo dicho—. En la biblia no dejan ser gay a nadie. Ya sabes, el hombre se la mete a la mujer porque ella no tiene polla. Porque se complementan. Pero dos hombres, o dos mujeres, juntos, son una aberración.

—¿Pero qué tiene de malo ser gay? Si te hace feliz... —callé, cediéndole la palabra a Josh.

—Si así fuese la biblia, sería genial, nunca me hubiesen castigado fisicamente. Pero ni siquiera sé porque soy gay si tengo a mis dos padres, he sido feliz casi toda la vida, hasta que no super que me gustaban los tíos no tuve problemas con eso de sonreír.

Uní su mano con la mía.

—Dios me castigará por mis pecados de Soberbia y Lujuria —dijo mirándome.

—Dios quiere lo mejor para ti.

—Dios nos quiere a todos, pero muchos le desobedecemos. Le chuleamos a la cara. Esa es la Soberbia. Tú y yo le chuleamos. 

—Vic y Kellin le chulean...

—¿Son gays? —parpadeo incrédulo—. Wow.

Rodé los ojos.

—Bueno, no son novios pero se les nota a kilómetros que se quieren dar contra la pared —reímos levemente—. Y sin condón.

—Como nosotros...

—Sí, exacto.

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El director les cedió la palabra a Vic y Kellin. Ellos se miraron sonrientes y comenzaron a hablar sin parar, perdiendo en medio de las palabras al director a veces.

Josh me había comentado que son muy buenos con eso de tapar mentiras. Gracias a ellos, seguramente nos libraríamos de una expulsión de una o dos semanas. Si hubiésemos dicho que habíamos mantenido relaciones sexuales en un aula vacía, y que Vic y Kellin habían sido cómplices, podríamos haber sido reclutados en el expediente como maleducados, problemáticos, homosexuales y pervertidos. Creo que entonces, Josh no volvería a asistir a clases de religión católica.

—De acuerdo, de acuerdo, callense ya —ordenó cansado el director—. Sykes y Franceschi se han librado, buen trabajo.

—¿Entonces ahora nos podemos volver a clase? —dijo Vic.

El director se río con un tono malébolo.

—Ustedes de van con Sykes y Franceschi a la biblioteca por el resto del día —Kellin suspiró—. Venga, Quinn, que solo quedan dos horas.

Me reí levemente. Aquella noche, debería ayudarles a dar la mejor fiesta de la historia, o de lo contrario, me prohibirían la entrada.

sex appeal ☹ fransykesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora