Azul me apretaba la mano, estaba muy nerviosa, notaba ese rostro de preocupación, minutos después sentí como su mano comenzaba a temblar, haciendo sentirme aún más enojada, ¿Cómo una persona era capaz de disfrutar el dolor de los demás? - No dejaré que esto siga ocurriendo- susurré dándole un abrazo- tranquila, te juro que no descansaré hasta que puedas estar en paz, hasta que los cobardes que te trataron así, reciban un castigo. Mi hija asentó la cabeza, no la notaba del todo convencida. En ella pude ver reflejada a Melissa, lo que no pude evitar con ella, lo haré con mi hija, no dejaré que se repita la misma historia. Paso el tiempo, por más que intentará mentalizarme, me sentía nerviosa y enojada. Creó que no sería ni capaz de hablarle con tranquilidad a la directora, quería gritarle por no estar atenta de los abusos que le hacen a mi hija. - Sra. Martínez, ya puede pasar- anunció la secretaria con cierta timidez. Agradecí con la cabeza. Me puse en pie, caminando dentro junto con Azul. - Tengo miedo- escuché que murmuró muy para sí misma. Apreté su mano, para que viera que no estaba sola, puede que fuera difícil, pero no permitiría que nada malo le siguiera ocurriendo. Al entrar, pude sentir el mal ambiente que de por si ahí se vivía, la directora era una señora ya mayor, que a penas y podía escuchar con claridad, sin embargo unos amigos nos habían convencido de que inscribiéramos a nuestra hija en esa escuela, ya que era de alto prestigio y realmente preparaban a los estudiantes. La primera vez que hablamos con ella se veía una persona muy atenta a los niños, solo que me enteré había fallecido su esposo, fue en ese entonces en que Azul comenzó a actuar más extraña de lo que estaba, mi suposición era que la señora directora se distrajo por su repentina perdida y dejó de ser atenta como lo era con los estudiantes. - Buenos días- dijo ella poniéndose en pie para recibirnos, me extendió la mano y yo la estreche- ¿en que la puedo ayudar? Creo no tenía la menor idea de la situación que estaba pasando en el colegio, se veía demasiado tranquila. Tomé asiento junto con mi hija, respirando hondo busque las palabras adecuadas, no quería ser demasiado grosera, menos con este enojo que tenía. - Sra. Directora, no se si este enterada pero desde hace varios días mi hija es acosada y ayer las personas que la molestan llegaron al extremo de golpearla- dije manteniendo la compostura, al parecer ella no creía lo que estaba escuchando. - Disculpe, pero los niños serían incapaces de comportarse de esa manera, son estudiantes sumamente comprometidos en el estudio y muy educados en sus acciones. Hice una mueca de fastidio, esto era el colmo. Tomé a Azul de la muñeca y le enseñé el moretón en su mejilla, para después también descubrirle las mangas con los moretones en sus brazos, la señora negaba con la cabeza, realmente tenia confianza en los niños o estaba cubriéndolos. - ¿Después de esto, sigue pensando que son incapaces de herir a mi hija?- le pregunté mirándola fijamente, ella se acomodó en la silla, no sé porque pero presentía que fuera lo que dijera no me agradaría. - ¿Por qué debo de creer que ellos hicieron esto?- no creía sus palabras, era increíble- ¿que tal si eso ocurrió en su misma casa?- di un golpe en la mesa y me puse en pie enseguida. - ¿Esta insinuando que golpeo a mi hija?- ella enseguida hizo una sonrisa algo incomoda, negó la cabeza algo arrepentida por aquello que salió de sus labios sin pensar. - No me refiero a eso, esta claro que su carácter es un tanto explosivo- añadió intentando ¿arreglar? lo que había mencionado- un accidente a todo mundo le ocurre. Di un suspiro ya llegando a mi limite, estaba decidido, no iba a dejar que mi hija siguiera en una institución donde la directora no tenía ni cuidado de sus palabras ni acciones.
*
El simple hecho de sentir el aire tan familiar a mi dulce hogar me hacía calmar el gran enojo que tuve que pasar en la oficina de aquella vieja, estaba muy enojada, no solo me incrimino de golpear a mi propia hija por mi "carácter explosivo", que si era verdad me ponía algo... histérica cuando me enojaba, pero solo eso ocurría con gente como ella que no podían aceptar un simple error, además que también me tomó de loca en todo el momento que estuve ahí, solo por el hecho de ya ser una persona madura, no le solté un golpe en la cara como solía hacer en la preparatoria cuando alguien me hacía enojar. Bueno ya después de lo que ocurrió debía hablar con Fernando para ponernos de acuerdo en buscar nuevas primarias para la niña, estaba claro que no arriesgaría a Azul para que estuviera en un ambiente así. Después de un rato me comenzó a dar hambre, no comimos nada en la mañana antes de irnos al colegio, ahora me arrepentía de eso. - También tienes hambre, ¿verdad?- le pregunté tomando uno de sus brazos, ella hizo una sonrisa tan amplia que me quería echar a reír. - ¿Qué te parece si pedimos pizza?- propuso con aun si sonrisa de complice, asenté la cabeza, me parecía una excelente idea.
Narra Fernando:
Coloqué la última carpeta encima de la mesa, con eso terminaba mi trabajo por el día de hoy. Me estiré en la silla de tan cansado de que me sentía, sin embargo tenía una sonrisa enorme de por fin poder irme a descansar a mi casa, con mi hermosa esposa y mi niña. Igual tenía bastante curiosidad de como le habrá ido a Karen con la directora, a mi también me hirvió la sangre al enterarme que alguien acosaba a mi hija. A los dos se nos vino la imagen clara de Melissa, desde lo que había pasado nos sentíamos obligados a cuando veíamos que alguien era molestado en cualquier lugar debíamos ayudar, no podía evitar que siguiera pasando, sin embargo era la única forma en que los dos podíamos librarnos del remordimiento de aquello. Me incorporé en mi silla, de la nada los recuerdo de todo se venían a la mente. Tomé la foto de Azul, la miré fijamente. Creo todos nosotros que estuvimos muy presentes en su vida nos quedábamos preguntando el qué hubiera pasado si nunca le hubiera tocado la enfermedad, si ella aun estuviera viva en nuestros días, ¿a que se dedicaría?, ¿cómo sería? Nada de eso podíamos saberlo, nadie escoge cuando morir, ella no escogió sufrir tanto, aun así era la persona más fuerte que conocí. - Oye..., ¿estas ahí?- una voz interrumpió mis pensamientos, volteé con fastidio ¿por qué nunca las personas podía tener un momento de paz en esta oficina? - ¿Qué quieres Martín?- le pregunté controlando mi expresión facial, él siempre con su sonrisa fastidiosa me hacía querer solo irme de ahí para dejar de sentir su gran optimismo. - ¿No quieras ir a comer tacos?- me quedé un momento sin responder, ¿tacos?, no... yo tengo una familia con quien ir, que él este solo y que ni el perro le haga caso no era mi problema. - Disculpa, tengo que ir a mi casa con mi esposa e hija- le respondí poniéndome de pie guardando mis cosas- será para otra- añadí para intentar no verme tan... grosero, pero claro que no habrá otra. Él iba a decir algo, solo que yo tomé mi maletín dándome la media vuelta yéndome de ahí. Saqué mi tarjeta marcando mi hora de salida, volteé viendo a Aranza quien de inmediato que notó mi presencia guardo el celular para concentrarse en los papeles que estaban en el escritorio, creo ella era la única que realmente se creía su actuación de trabajo, porque todos en el edificio ya sabían como era de perezosa. Di unos cuantos pasos para encaminarme a la puerta. - Nos vemos mañana Fernando- dijo ella con una sonrisa amplia, intentando verse educada. Asenté la cabeza. - Hasta mañana Aranza, buenas noches- respondí saliendo del edificio, por el rabillo del ojo pude ver como cuando salí por la puerta ella de nuevo sacó su celular ignorando todo el ambiente. En aquella oficina siempre se me pasaba el tiempo volando, de tanto trabajo que me llenaba Martín, sentía que a mi alrededor no pasaba nada. Con tranquilidad me subí al auto, mi único propósito era llegar rápido a mi casa y descansar. Unos minutos más tarde, ya me encontraba con un pie adentro de mi hogar, escuché la dulce risa de mi hija, quien de inmediato me vio, corrió a mis brazos. - Papi, llegaste- decía ella con un brillo en sus ojos, me era imposible no sentirme tan feliz. - Bienvenido amor- escuché susurrar a Karen, al voltearla a ver, supe que no estaba al cien como siempre, algo le angustiaba, sin embargo ya lo presentía, con verla me daba cuenta, las cosas con la directora no habían ido bien. Pues... fuera lo que fuera, todo ira bien, las cosas se solucionaran, no para siempre se tenían que estar con el estado de ánimo tan vacío.
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Después de la luz
RomanceDiez años han pasado después de la muerte de Azul. Cada uno de sus amigos ha creado una vida nueva a raíz de esto, sin embargo les hes imposible no recordar a quella chica la cual estuvo tan involucrada en sus días. En esta secuela, con una nueva h...