Capítulo 2

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Partimos camino a la casa junto con Robert montado en la camioneta.

No habíamos comido nada y por supuesto que los cuatro cargábamos con un hambre brutal así que antes de tomar la ruta que nos llevaba a la casa, decidimos hacer un pequeño desvío, llevándonos hasta un lugar bastante conocido y que guardaba grandes recuerdos, el restaurante de sushi.

Después de 10 años, de unas cuantas remodelaciones y distintos cambios en el personal, aquel lugar tan especial parecía tan desconocido como conocido al mismo tiempo. Ya no existía un gerente Li, ni una lista para registro, aquel restaurante de ser un tipo exclusivo para "personas adineradas", paso a convertirse para gente de todo tipo, los precios bajaron notoriamente. Los clientes frecuentes inconformes con la baja calidad se esfumaron en busca de una mayor cadena de restaurate que si estuviera "a su nivel", Miranda sabía esto, sin embargo no se echó para atrás, Azul, su hermana le había hecho abrir los ojos, las personas pobres y de bajo recursos también merecían ser tratadas dignamente, son personas como todos y no importa tu nivel económico, ¡todos somos iguales, sin más ni menos!.

Ella, junto al nuevo personal de su cadena de restaurantes salía una vez al mes a dar comida caliente y deliciosa a personas que vivía en condiciones de calle y si en ese momento no se encontraba en el país, dejaba encargada a Lana, la gerente desde que el señor Li se fue por un problema de salud. Para ella eso no era un problema, no es que tuviera dinero para regalar, sin embargo el negocio iba muy bien desde que se dio acceso al público en general, aquí como en otras franquicias de America latina.

En cuanto estacioné el auto, el grito de la niña e hizo escuchar.

– ¡A comer arroz!- Azul era amante del arroz, sin problema podía comer día y noche.

– Claro que sí- respondí, tratando de seguirle el ritmo a mi hija.

Bajé del auto y enseguida abrí la puerta de Karen, ayudándola a bajar, ella con una sonrisa me dio la mano, dando pequeños pasos. Robert bajó a Azul de un salto, ella era aún muy pequeña para su edad, entonces tenía problemas. Él enfrente de nosotros nuestro, cuidando de la niña, mientras que yo sostenía la mano de Karen, se sentía fría.

Al entrar, un olor de pescado invadió nuestras narices, Azul amaba venir a este restaurante por el arroz, pero odio el pescado y ella con su carácter un tanto exagerado se tapaba las fosas nasales con ayuda de sus dedos en forma de pinzas.

– Huele mal, mamá.

Karen se echaba a reír, Azul no comprendía que ese olor era normal en un restaurante donde trabajan con mucho pescado.

Minutos después estábamos en nuestra mesa, observando la carta con cautela. La niña a mi lado movía sus pies que colgaban de la silla, veía con gran entusiasmo la zona de juego que estaba enfrente nuestra, no debía hablar para notar lo que tenía en mente, anhelaba ser libre para ir a divertirse, pero antes debía terminarse toda la comida, ahí el ligero detalle. Me volví a Karen, quien hacía gestos un tanto tiernos, tratando de pensar cual era la mejor opción.

– ¿Cuál será mejor?- comenzó a pensar en voz alta, así que me atreví a intervenir en sus pensamientos.

– El paquete con wasabi me agrada- dije, alzando una ceja, ella frunció el ceño.

– ¿Wasabi? ¿En serio?- ella parecía ofendida- es mejor dejar eso muy lejos de nosotros y concentrarnos en la pura salsa de soya, ¿qué tal el paquete con bolas de arroz?

Después de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora