Capítulo 1

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¡La bestia lo volvió a hacer!

Reneé Anderson se desplomó en la silla de su oficina dándose un porrazo de frustración, miró la computadora y pensó ávidamente en los días aquellos en que los antiguos Contadores usaban piedras y carbón para calcular los impuestos de sus clientes. La computadora era ahora una herramienta necesaria, pero el equipo barato que Reneé había podido comprar no le solucionaba los problemas. Al tercer día de haberla comprado la había apodado La Bestia, y se merecía unos cuantos apodos más. Reneé estaba más preparada para apresurar la muerte de su computadora de dos años, pero pensar en comprar otra tampoco le agradaba de dos años, pero pensar en comprar otra tampoco le agradaba. No le gustaban las computadoras; no las entendía. Sus profesores de computación en la universidad la llamaban "la niña problema".

— ¿Se trabó de nuevo la computadora? —preguntó Keyla Oakeley desde su escritorio, del otro lado de la habitación.

Reneé asintió con la cabeza y pudo los ojos en blanco en respuesta a la otra Contadora Pública con quien compartía el alquiler de la pequeña oficina.

—Parece que sí—expresó rezongando—. Sigue dando este mensaje de error—Reneé se inclinó hacia delante y golpeó ligeramente el ratón con su dedo índice, como si eso fuera a hacer algo—. Dice... no sé qué dice. Dice que el programa no está respondiendo... pero aprieto Finalizar Tarea y se queda ahí quieta, sonriéndome.

Kelly se acercó a mirar por sobre los hombros de Reneé y el aroma a magnolia de su perfume invadió las fosas nasales de Reneé. Kelly, obviamente, anhelaba estar en primavera en la costa esmeralda, a pesar de ser enero y que las magnolias no florecerían en esta parte del estado de Florida hasta finales de abril. O tal vez esperaba con ello que coincidiera con el final de la temporada de impuestos.

—Dale el saludo de los tres dedos—le sugirió Kelly luego de leer el mensaje de error y presionar los botones del ratón.

Reneé movió la cabeza.

—nunca sé qué hacer luego de presionar control-alt-eliminar. Siempre pierdo lo último que ingresé en la máquina.

Reneé veía los ojos de Kelly moverse de la computadora a su cabeza. Kelly tenía veinte años más de experiencia que Reneé y era maravilloso tener sus conocimientos al alcance, pero no entendía la dificultad que tenía Reneé con las computadoras. Kelly había aprendido todo en un seminario de tres días años atrás y fácilmente se había mantenido al tanto de los cambios desde entonces. Reneé sabía que Kelly la consideraba como una contadora astuta y concienzuda, alguien a quien podía recomendar sin dudar. Para Kelly, la desconcertante ignorancia de Reneé para las computadoras era más una particularidad que un impedimento.

Reneé suspiró y confesó: —Sí, olvidé guardarlo. ¿Cómo iba yo a saber que se iba a trabar así?

Afortunadamente, Kelly también era amable.

—Quizá si llamas a apoyo técnico te puedan dar algunas ideas.

—Es que también trabó la línea telefónica. Intentaba mandarle un fax a Andrade y Maddox.

—Usa mi teléfono—ofreció Kelly.

—No quiero ocupar tu línea.

A pesar de compartir la oficina, cada una tenía sus propios clientes y sus problemas laborales. Siempre habían pensado en instalar más líneas telefónicas para cada una, pero aún no lo habían hecho.

—Usaré un teléfono en la oficina de al lado. David tiene varias líneas.

Reneé anotó el número de soporte técnico antes de salir.

La belleza del corazón©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora