Esta semana Reneé realizó muchas tareas: organizó archivos que no usaba hacía meses, puso al día las publicaciones y arregló su escritorio. Traía algo para cenar y trabajaba casi hasta las once de la noche. Estaba tan compenetrada en su rutina que el sábado se sintió encerrada al quedarse en su casa. A eso de las seis de la tarde, dejó de intentar relajarse y se fue a la oficina, donde actualizó su directorio telefónico. Luego, decidió actualizar sus archivos de tarjetas de negocios.
—Antes que nada, café—dijo en voz alta.
Había llenado la oficina con diferentes sabores de café en grano ya que Kelly le había regalado una máquina para hacer café en Navidad. Reneé tenía una en su casa, pero ésta tenía tres posiciones diferentes para moles. Tomó la medida, molió el café y echó un vistazo por la pequeña ventana trasera. Vio que todavía estaba estacionado el Vega de David. Debatió mientras esperaba a que se hiciera el café. Sería un gesto de amistad llevarle café. Pero sería desastroso hacerlo poner tan nervioso que derramara el café sobre la computadora. Se mordió el labio al tiempo que razonaba que David no permitiría que ningún líquido se acercara a tres pies de su computadora. Sus pensamientos iban y venían. Tal vez había olvidado cenar y fuera conveniente llevarle algo más que café. Abrió su refrigeramos; estaba vacío. Lo había limpiado esta semana.
El café dejó de filtrar.
Una taza de café era mejor que nada. Se decidió, tomó dos tazas y la cafetera y se encaminó a la puerta. Esperaba encontrar cerrada la puerta de Software, Inc., pero le dio un empujoncito para probar, y sonó la campanilla. "Santo, Santo, Santo". Escuchó el movimiento de una silla en la parte de atrás.
— ¿David? —preguntó.
—Lo lamento, estamos... ¿Reneé?
— ¿Estás ocupado? —le mostró la tazas cuando él se asomó—. Acabo de preparar café, pensé que querrías un poco ya que estás trabajando hasta tarde.
—Sería... sería grandiosos—hizo una pausa—. ¿Quieres pasar aquí atrás? —Señaló a sus espaldas—. Estoy trabajando en tu... digo, en mi robot.
Reneé lo siguió a la habitación, donde varias piezas de computación yacían desparramadas sobre una alta mesa de formica. La parte de atrás estaba tan ordenada como el resto de la tienda. Estaba alfombrada, lo que le daba una apariencia hogareña a pesar de los contenedores de piezas mecánicas y de los estantes contra la pared del fondo llenos de cajas de inventario. Reneé colocó las tazas en otra mesa más pequeña y luego buscó dónde apoyar la cafetera.
— ¿Tienes algo...?
—Aquí tienes—dijo David. Reneé tomó la almohadilla para apoyar el ratón que le ofreció David y se rió.
—eso servirá.
Sirvió café en ambas tazas y le alcanzó una, la cual él agarró con extremo cuidado.
—Avellana—dijo él, después de dar un cauteloso sorbo.
—Sí, eso mismo—dijo Reneé, en un tono de voz que seguramente revelaba que estaba sorprendida.
—Me gusta ir a la librería de vez en cuando—dijo David al sentarse en una banqueta con ruedas la cual hacía bastante ruido; Reneé no pudo darse cuenta si por las ruedas o por el respaldo reclinable—, tan solo a sentarme, leer, y tomar café.
— ¿En serio? ¿Qué lees? —Reneé apoyó la cadera contra la mesa de formica y lo miró. La banqueta era demasiado alta y tambaleante, algo que no le daría ningún problema a David en circunstancias normales, pero ahora, ella estaba ahí. Podía imaginar lo que sucedería si él de repente se pusiera nerviosos. Necesitaba mantener fluida la conversación.
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La belleza del corazón©
RomanceEl amor está esperando donde Reneé no lo esperaba. Esta independiente y sensible profesional aprende que lo que cuenta es lo que está en el interior de la persona. COPYRIGHT Su corazón secreto Ranee McCollum