Tres

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—Si encontráis algún animal no lo toquéis, no hagáis ningún movimiento brusco, dejádmelo a mí, ¿de acuerdo? —les dijo la exobióloga a los integrantes del equipo explorador

Los demás respondieron con un sí rotundo. El equipo explorador estaba formado por la comandante Amber, la jefa de exobiología, el piloto Goldman, unos cuantos científicos y media docena de tropa. El gobernador había insistido tanto en ir que Lizzy no había podido negarle la oportunidad.

Se acercaban a la atmósfera del planeta con buena velocidad, el piloto movía los mandos con tanta gracia que casi podría aparentar que los movía con la mente. Una sacudida les sirvió para informarles de que ya habían entrado en la atmósfera. El fuego cubría las ventanas de la nave y parecía que atravesasen un mar de lava.

—¿Y si el rover estaba equivocado y el aire no es respirable? —preguntó el gobernador con una preocupación justificada.

—El rover no se ha equivocado. Utilizamos los mejores sistemas desarrollados por los científicos más brillantes de toda la historia. —explicó la exobióloga.

—¿Los científicos más brillantes de la historia? —el hombre no parecía muy convencido.

—Más brillantes que Newton y Einstein juntos. —exclamó la mujer.

Una voz metálica les avisó que el sistema de aterrizaje automático estaba activado y que en pocos minutos podrían pisar la superficie del planeta. Todos hicieron las comprobaciones pertinentes y se colocaron en formación junto a la puerta de salida. La puerta se abrió soltando bufidos de aire regulares. Una luz les cegó al principio, estaba amaneciendo. Frente a ellos se extendía un bello mar hasta donde alcanzaba la vista. Islas de estructuras imposibles rodeadas por fragmentos de roca que flotaban con armonía en el agua decoraban el inmenso mar. Debido a la cercanía de los otros planetas, éstos se reflejaban en el cielo, creando un bello mosaico de planetas, nubes y neblina matinal.

Se alejaron unos pocos metros de la nave y observaron el bello paisaje que se extendía frente a ellos. Plantas exóticas de varios colores cubrían un enorme prado que se extendía en el horizonte. Aquel lugar era extremadamente precioso. Las montañas se veían en la lejanía y pilares de pierda parecían colocados a propósito para crear un hermoso conjunto. Algunas rocas flotaban sin nada que las sostuviese.

—¡Mirad esas rocas! —exclamó una científica.

—Deben de ser de algún material magnético que les permite levitar de tal manera. —concluyó un geólogo.  

La comandante se quitó el casco ilusionada. Una lágrima se resbalaba por su mejilla. No podía creérselo, aquel sería su nuevo hogar. 

—¿Emocionada? —preguntó Jim, Lizzy asintió—. Supongo que todos nos sentimos así, al fin y al cabo estamos en casa.

—Sí, piloto. Estamos en casa.

Amber sabía que la vida de aquel planeta les acogería. Era algo que sentía en su interior, pero algo fallaba. Todo era demasiado maravilloso, demasiado bucólico... Los demás integrantes del equipo también se quitaron los cascos y respiraron aquel perfumado aire.    

—¡Ah! —chilló el gobernador dirigiendo su pistola hacia una dirección.

Todos observaron aquéllo. Ninguno era capaz de asimilarlo. El gobernador apuntaba hacia un pequeño animal de ojos alargados con seis patas bien equilibradas. Su pelaje empezó a cambiar, cada vez se volvía más oscuro. Agitaba la cola con nerviosismo. Al ver que el hombre no apartaba la pistola empezó a correr despavorido. La exobióloga ahogó un grito.

—¡No me puedo creer que haya espantado al primer ser vivo que nos hemos encontrado! —le regañó.

—Lo siento, yo... Me he asustado. —se intentó disculpar el hombre.

—¿Ha visto cómo cambiaba el color del pelaje, señora? —preguntó un soldado.

—Posiblemente tenía que ver con sus sentimientos...

—Señores, tendríamos que avanzar. —les recordó la comandante.

* * * 

Llevaban caminando bastante rato. En el camino habían descubierto riachuelos que recorrían caminos paralelos formando bellos dibujos. La exobióloga había empezado a registrar las nuevas especies de animales que encontraban en el camino, cada vez con más frecuencia. Los animalillos les observaban curiosos y se escondían en sus madrigueras con desconfianza.

—¡Comandante! Será mejor que vea esto... —exclamó una soldado que había escalado una pequeña cima.

Lizzy Amber subió rápidamente siguiendo los mismos pasos que su subordinada y observó anonadada lo que se extendía frente a sus ojos, era incapaz de creerlo. Todos los ríos convergían en aquella zona creando una enorme cascada que parecía caer en el vacío. Puentes formados por plataformas flotantes unían ambos lados del precipicio. Algunas de ellas estaban cubiertas de plantas y otras simplemente eran rocas aparentemente inertes. Pero, en medio de la zona donde confluían todos los ríos brillaba una luz alrededor de la cual levitaban algunas rocas. La luz parpadeaba levemente, semejante a los latidos de un corazón. Emitió una onda de luz que los cegó a todos.

—Vida... —exclamó Amber.  

Imagen extraída de la NASA

Sweet Home | 6º puesto en Concursos Sci-FiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora