Prólogo

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Era la mañana de un día muy especial. ¿Cuántas veces había soñado con algo así? Ya había perdido la cuenta. Abrí mis ojos lentamente, saboreando cada segundo de ese nuevo despertar. Con una sonrisa en mis labios miré a mis alrededores y me descubrí siendo la única despertando a esas horas. Igualmente, no tenía idea de qué hora era. La vista que tenía era hermosa, y simplemente con mirar por esa pequeña ventanilla mi estómago bailaba de felicidad. Sonreí cómo tonta. Todo estaba volviéndose realidad. Absolutamente todo.

—Atención pasajeros, por favor abrochen sus cinturones, estamos a punto de descender—.  La dulce, y practicada voz de la azafata resonó por todo el avión.

Los hermosos edificios de Barcelona se veían extremadamente pequeños desde aquellas alturas, quizás unas cien veces más pequeños. A pesar de estar sobrevolando mi destino, aún no podía creer que todo aquello estaba sucediendo en realidad. Lo iba a creer cuando estuviera rodeada por ciertos pares de brazos.

Las cuatros mejores amigas que alguien podía pedir vivían a miles de kilómetros de distancia. No entre ellas pero sí de mí. Hacer aquel viaje para finalmente poder conocerlas en persona era de lo único que habíamos hablado por un año entero. Todo había comenzado cómo un sueño, y heme allí, aterrizando en tierras Españolas viviendo lo imposible.

—No, no puedo creerlo aún, ni siquiera teniéndolas frente a mí, lo siento—me disculpé en tono dramático.

—Ya, pero aquí estás y aquí estamos, así que créetelo—Mire siempre tenía la palabra justa para hacerme cerrar el pico.

—Es entendible, igualmente. Yo tampoco lo creo todavía—comentó Caro estirando un brazo para pellizcar el mío.

— ¡Auch! Está bien, está bien. No estoy soñando, y tampoco lo están ustedes—aclaré, dándole una mirada significativa a mi atacante. Las risas incrementaron su sonido normal haciendo eco en aquel enorme lugar.

Aún nos encontrábamos en el aeropuerto. El plan había sido esperar por mí allí, para luego inmediatamente tomar otro vuelo a Ibiza y comenzar con nuestras vacaciones de una vez por todas. No queríamos echar a perder ni un solo segundo del mágico encuentro. Sonreí al imaginar lo que estaba a punto de suceder.

En realidad, ni siquiera nos imaginábamos lo que estaba a punto de suceder.

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