Aquellos mediados de Julio estaban siendo demasiado generosos. El sol brillaba sin piedad y no había brisa que lo suavizara. Dejar el aeropuerto a pie no había sido una muy buena idea, pero estábamos empeñadas en tener una visita turística completa, así que mapa en mano salimos a buscar el lugar que sería nuestro hogar por casi tres meses.
—A ninguna se les habría ocurrido meter un paraguas en sus bolsos, ¿no? —pregunté ya exhausta.
—Pues, sí—todas nos paralizamos al escuchar la voz de Lets—estás en lo cierto. Ninguna ha puesto un paraguas en su valija.
Bufando en grupo continuamos nuestra marcha. Las calles de la isla eran pequeñas pero hermosas. La fachada de los edificios era de época pero siempre tenía un toque moderno. La gente iba y venía, a pie y en bicicleta, disfrutando de aquel caluroso día de verano. Caminamos unos cuantos kilómetros, tomando fotos, haciendo comentarios sobre algún que otro chico que pasara por nosotras, bebiendo con ganas de nuestras botellas de agua, hasta que nos encontramos con una parada de taxis.
—Creo que ya tuve suficiente de la experiencia turística por hoy—comentó Lena parada al lado de uno de los vehículos. Las demás asentimos fervientes y comenzamos a colocar todo nuestro equipaje en su maletero.
Luego de algunos minutos, el auto descendió por una leve pendiente y las casas aparecían cada vez más lejos una de la otra. El lugar que habíamos conseguido había sido una pequeña cabaña a orillas del mar, que pertenecía a los abuelos de Lets. Su padre nos había dicho que hacía bastante tiempo que estaba en desuso así que tendríamos que hacernos cargo de ella el tiempo que allí nos quedáramos. Siendo ese el precio que teníamos que pagar ninguna se rehusó a la propuesta. De todas maneras, no era una opción hacerlo. Las vacaciones nos habían resultado algo más accesibles de lo que habíamos planeado gracias a su papá.
—Cuando tu papá dijo “pequeña” imaginé algo parecido a una choza, con cocina-comedor-sala de estar todo en una sola habitación… —dijo Lena, hablando por cada una de nosotras.
—Creo que la hemos subestimado—estuve de acuerdo.
—Yo creo que confundió los términos “gran” y “pequeña” —nos complementó Mire.
—Sí que lo hizo—contestó Lets tan impresionada como nosotras—entremos, ya quiero quitarme toda esta ropa e ir a probar el agua de una buena vez—. Y sin más nada que decir corrimos escaleras arriba y puerta adentro.
La gran cabaña tenía una linda y hogareña sala de estar, seguida por una cocina y un iluminado comedor que daba al hermoso y verde jardín de atrás. Ventanales enormes cubrían gran parte de una de sus paredes. “Esto es simplemente maravilloso” oí exclamar a Lena mientras entraba en la habitación. La casa en general era una exclamación de belleza, pero lo que realmente nos había llamado la atención era el piso de arriba. Este consistía en un amplío espacio que cubría todo el lugar (bueno, casi todo si tenemos en cuenta el baño) con unas cuantas ventanas y un bellísimo portal que daba al balcón. Este apuntaba directamente a la playa, y la vista desde allí te dejaba sin aliento. Era curioso que no hubieran habitaciones individuales, pero para haber sido un lugar de escape romántico tenía sentido. Al menos nos habían dejado algunos colchones y muebles para colocar nuestras pertenencias.
Después de terminar nuestro recorrido, y de cerciorarnos de que todo funcionaba correctamente –agua corriente, luz, calefacción, electrodomésticos– nos dedicamos a establecernos.
—Creo que antes de bajar a la playa deberíamos hacer las compras.
—Estoy de acuerdo contigo Lets, si quieres te acompaño al puerto, seguramente encontremos un supermercado por allí—me ofrecí.
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Dare To Dream
FanfictionEsta es una historia que cuenta cómo el sueño de cinco chicas se hizo realidad en un sólo verano.