Ideas raras de primeras citas.

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Afortunadamente para mí, era una persona que estaba conociendo, y haberla encontrado en ese bar era una excelente excusa para poder saber más de ella. Además que el idiota de Hugo me había dejado las llaves del auto. Mientras salíamos del bar apretaba sus manos a mi brazo, lo que me daba a entender el frío que tenía, así que decidí quitarme la chamarra que llevaba y la coloqué sobre de sus hombros, muy atento y todo.

-Jajajaja -comenzó a reír-. ¡Típico cliché! ¿Qué sigue? Me besarás bajo la lluvia?

Su risa era linda pero su modo tan cruel de decir las cosas fue algo muy desesperante para mí, porque es algo que odio.

-Pues lo habría hecho pero te metiste a la cafetería.

Sólo pude notar cuando se sonrojó. Salimos entre la multitud y el valet me trajo el auto de Hugo. Obviamente se molestaría de que lo llevara a quién sabe dónde, a quién sabe qué, pero Mario le llevaría a casa o pediría a alguno de sus choferes que lo hiciera. Abrí la puerta de mi acompañante, al subir ella, cerré y di la propina, además que pensaba a qué lugar ir. Es decir, la propuesta y respuesta de hacía unos minutos daba a entender ir a motelear, aunque si lo hacía sin fingir un previo interés, la niña se iba a ofender.

Dándole vuelta al auto subí y encendiendo el motor escuché la pregunta que me mataba. “¿A dónde iremos?.” Una gran pregunta de la cuál no tenía respuesta alguna.

-La verdad es que no lo sé -se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, como si sospechara mis intenciones-. ¿Te apetece comer o beber algo?

-En realidad sólo vine para que mis amigas no me molestaran con que nunca salgo, estaba leyendo un libro -responde al mostrarme el ejemplar mientras ponía en marcha el vehículo, rumbo a un destino incierto aún.

-¿Entonces te gusta leer? -fue lo más inteligente que se me ocurrió.

-Sipi. Me encanta -suspiró-. De hecho estaba leyendo una trilogía, bueno, apenas voy en el segundo libro, pero es que en verdad los quiero.

-¿Y qué trilogía es? -juro que si me decía que era algo tipo “Divergente” la aventaba del auto en pleno movimiento-. Digo, quizá podamos encontrarla.

-Se llama “Éxodo”, y lamentablemente sólo he encontrado los dos primeros libros en PDF. El último no lo he podido hayar.

Bueno, esto me daba ideas de a donde ir. Así que dando vuelta en Reforma, seguimos por toda la avenida hasta llegar a otra de las colonias más antiguas (y por ahora, hipsters) que hay en la Ciudad de México.

Llegando a la Zona Rosa (sí, incluso con nombrecito mamón) sólo era cuestión de ubicar la calle Hamburgo, lo cuál no llevó mucho tiempo. Fue entonces que aparqué y aparqué el motor.

-¿Dónde estamos?

-¿En serio no sabes dónde estamos?

-No.

-Pues para vivir en Satélite creo que no sales mucho del rancho -contesté desabrochando el cinturón de seguridad-. Y eso que tus amigas te tenían bastante cerca de aquí.

-¿Me vas a decir o no? -no gritó, alzó la voz-. No me gustan las sorpresas y menos a estas horas.

Salí del auto y cerré la puerta, dando la vuelta para poder abrir su puerta noté lo molesta que estaba, intentando dar la mano pero me rechazó. Y justo en ese momento me doy cuenta que trae unos tacones negros... Se verían bastante bien si yo los trajera de aretes.

Al salir y mirar a su alrededor tratando de ubicarse, sus ojos se iluminaron ayudados por los faroles de la calle.

-Sígueme, por favor -le extendí la mano, la cuál tomó con algo de curiosidad.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2017 ⏰

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